Berlanga en la OTAN
Galicia
19 Jun 2021. Actualizado a las 05:00 h.
«Os debo una explicación y esa explicación que os debo, os la voy a pagar». Uno de los discursos más memorables de la política española lo pronuncia desde el balcón de la casa consistorial un alcalde castellano vestido de andaluz ante un pueblo decepcionado por el paso fugaz de una comitiva de americanos que sólo deja, como en el Mio Cid, polvo, sudor y hierro. Un alcalde por lo demás inexistente, fruto de una ficción cinematográfica de Berlanga, cuyo centenario se celebró dos días antes del también efímero paseo de Biden con Sánchez. Fue una forma de conmemorar en la realidad lo que el genial director imaginó en sus fantasías de celuloide. En Bienvenido, Mister Marshall, envueltas en el celofán de un humor agridulce, hay jugosas lecciones sobre la política internacional y el ejercicio de una democracia que entonces (la película data del 1953) era una utopía subversiva.
Igual que el actual presidente, el regidor de Villar del Río aguardaba el encuentro con los yanquis no solo para que le dieran algo (una «fuente con chorrito» era su principal ilusión), sino para reafirmar ante el vecindario su condición de estadista rural. La cercanía al amigo americano tenía entonces tanta importancia como ahora. En España puede haber mucho antiamericanismo retórico, pero ni la derecha ni la izquierda cambiaron la pauta marcada por Franco con sus esfuerzos por resultarle grato a Eisenhower autorizando las bases, que ahí siguen. A su manera, cada mandatario busca desesperadamente la bendición pública del pontífice de Washington. El alcalde de Berlanga se pone un sombrero cordobés para no desentonar con el tópico, Aznar adquiere acento texano tras el paso por el rancho, Sánchez exprime 45 segundos en un pasillo lleno de gente. Al menos Biden no pasa de largo como en la película, lo cual puede ser considerado un avance significativo de la política exterior española. Hay que conseguir el minuto.
Sin embargo, en lo que se refiere al talante democrático, se ha retrocedido porque el alcalde de Villar del Río admite que aquello ha sido un bochorno y se esfuerza por dar la famosa explicación. A falta de uno de esos asesores destinados a retorcer lo obvio, se enfrenta al vecindario agrupado en la plaza para reconocer la verdad. Repasen la joya de Berlanga. No sale con el cuento de que se había reunido antes con los visitantes en una venta del camino para tratar sobre las relaciones bilaterales, ni intenta convencer a los paisanos de que, en medio de la polvareda, pudo acercarse a la ventanilla y departir unos segundos con el americano sobre la ansiada fuente. Le puede más la verdad que el orgullo. Mal papel haría el regidor en los tiempos que corren. Los mister Marshall siguen haciendo lo mismo y nadie debe una explicación.
La manifestación-bumerán
Hagamos un somero recuento de los ganadores de la manifestación contra los indultos. A la cabeza del Ibex, la manifestante Ayuso, la reina de Madrid que acapara la atención con sus comprometedoras alusiones al monarca. Podría figurar después Rosa Díez, que disfruta de su enésima reencarnación política, a corta distancia de alguien como Abascal que en este tipo de protestas siempre juega en casa. Sin olvidar a los líderes del PP ausentes, ya sea por compromisos vagos o por prescripción vaticana como Feijoo. En el balance debiera estar Sánchez que, gracias al consabido debate sobre los asistentes y las polémica sobre la «complicidad» del rey, diluye su levedad argumentaria sobre las medidas de gracia. En el otro casillero, el de los perdedores, destaca Casado del que todavía se ignora si se adhiere por convicción u obligado por esa prisa que es su principal enemiga. Estar contra los indultos no obligaba a respaldar esa protesta concreta, ni a estar en ella jugando al escondite. Al final, se convirtió en un bumerán.
Pongamos que hablan de Madrid
Ana Pontón y Gabriel Rufián cantaron a dúo el Pongamos que hablo de Madrid de Sabina. Lo hicieron para acusar a la capital de ser una «aspiradora de recursos». Quizá no se hayan percatado de que semejante afirmación implica un piropo a Ayuso y explica su victoria. Hasta parece un eslogan de su campaña. «Ayuso aspira mejor». Es verdad que Madrid engorda a pesar de que España no sea un país centralista como Francia o Portugal, donde París y Lisboa funcionan como un Leviatán absorbente. ¿Qué sucede entonces? Una respuesta está en un tipo de nacionalismo que, en vez de aspirar, centrifuga. Lo hace el catalán mediante un procés que provocó el éxodo empresarial hacia la tierra prometida madrileña. Lo hace el gallego con una política industrial que practica la sospecha preventiva. ¿Se referirán también a la centralización de los recursos públicos? Entonces la responsabilidad será de quienes aprobaron los Presupuestos, como Esquerra Republicana. En fin, que algunos dúos hay que afinarlos antes de salir al escenario.