Malabarismos con los sinónimos
Galicia
13 Nov 2021. Actualizado a las 05:00 h.
¿En la Sicilia de los tiempos de Garibaldi o en la Unión Soviética de finales de los ochenta? ¿Dónde hay que ubicar el concilio del nacionalismo gallego para ponderarlo adecuadamente? El escenario siciliano nos conduce a la famosa sentencia de El gatopardo, aquella que aconseja cambiarlo todo para que todo siga igual, mientras que los años turbulentos que protagoniza Gorbachov nos hacen recordar la perestroika, o lo que es lo mismo, el desmontaje del pasado.
De la independencia a la soberanía. Basta con recordar que el independentismo catalán se denomina, según la ocasión, también soberanista para percatarse de que el cambio es cosmético. Se trata de un juego malabar con sinónimos que, siempre y en todo lugar, significaron lo mismo. Entre las posibilidades para bautizar el nuevo rumbo de la formación había en el mercado de las ideas un amplio surtido de ismos: el autonomismo, el federalismo, el confederalismo y hasta el nacionalismo no soberanista. Y, sin embargo, se opta por rebajar solo unos grados la acidez de los principios. Aun así hay que admitir el esfuerzo por maquillar las arrugas ideológicas, salir al escenario con la marca repintada y buscar el favor del público.
Ocurre que poco queda de la crema rejuvenecedora cuando se repasa el consejo de administración del BNG y está copado por la sigla sempiterna. Como en las matrioskas rusas, la UPG siempre aparece al final, una vez que se destapan todas las capas que encubren a una organización que merecía estar en una vitrina del Museo do Pobo Galego, entre los utensilios enxebres del ayer. Sigue vigente la antigua artimaña de los partidos comunistas que, sabedores de que no son muy vistosos en las elecciones, permanecen agazapados tras fachadas barrocas de frentes y plataformas. Ni se presentan a las elecciones sin disfraz ni se jubilan. ¿Qué diríamos de un PP o un PSOE dominados en la sombra por un partido dentro del partido que sostiene postulados ultramontanos?
El origen de todo esto está en la prehistoria. Allá por los años sesenta se produce en el nacionalismo una ruptura que sigue resonando en la actualidad. Una generación inquieta rompe con el galleguismo simpático y no separatista de los abuelos para inspirarse en los movimientos revolucionarios de la época. Se abandona a Villar Ponte por el Che, a Castelao por Ben Bella, a Risco por Mao. Piñeiro y García Sabell son declarados traidores a la causa. Se importa una ideología exótica que choca con la Galicia real de la que naciera el viejo Partido Galeguista. Y aunque después se abandona, se sustituye por otras importaciones foráneas procedentes de Cataluña y Euskadi. Ahora cuesta desandar ese camino y retornar al galleguismo perdido que no era soberanista ni huraño. De momento, el libro de cabecera es El gatopardo.
Primarias y secundarias
En el rugbi había una norma llamada tercer tiempo que sería de gran ayuda para atenuar las tensiones de las primarias. Acabado el partido y después de los placajes propios de este deporte, ambos equipos se reunían en el pub más cercano para emborracharse juntos. Se pasaba página. Quedaban canceladas las cuentas pendientes. Las deudas se consideraban saldadas en medio del jolgorio. Al no existir ese tiempo extra, las primarias socialistas tienen efectos secundarios y ahí está Gonzalo Caballero dispuesto a convertir el grupo parlamentario en su monte Medulio. Una vez que la militancia le da la espalda, abandona el discurso en que se presentaba como adalid de las bases para apelar ahora a su fidelidad al Parlamento. La asignatura de saber irse a tiempo suele ser suspendida por muchos políticos. Merkel sacó sobresaliente. Además de esa resistencia tan humana a salir de escena, un mecanismo como el de las primarias deja siempre heridas profundas. Habría que tomar ejemplo del rugbi, aunque fuera sin alcohol.
Reganosa y el apocalipsis
Reganosa sufrió en su día un acoso muy parecido al de Ence. La pauta protestante fue gemela. En ambos casos se coaligaron políticos que vieron en el boicot una causa idónea para hacerse notar, plataformas que se arrogaban la representación ciudadana y expertos que condimentaban el movimiento de contestación con previsiones apocalípticas no muy alejadas de las visiones de san Juan en Patmos o el libro de Nostradamus. Otro ingrediente común para combatir las dos instalaciones industriales es la acusación de que sus promotores ganan dinero, como si semejante pecado condenara sin más a los infiernos cualquier proyecto empresarial. En suma, que defender Ence o Reganosa lo situaba a uno en el lado oscuro de la fuerza, como cómplice de la codicia y el invierno nuclear. Ahora que el oro se llama gas y no viene de las Indias en galeones sino de Argelia en gaseros, la planta de Mugardos es una bendición. ¿Y si se hubiera desmantelado? Lo exigía en el 2015, anteayer, una diputada gallega hoy vicepresidenta, vecina de la zona.