Aprendió a tocar la trompa tras la muerte de su hija en un accidente de tráfico cuando iba al conservatorio
Galicia
Destrozado por la tragedia, este padre empezó a estudiar música para tener siempre presente la pasión de su única hija
24 Nov 2021. Actualizado a las 20:23 h.
José Luis Pulpeiro tiene 65 años, pero ya hace 19 que a él y a su esposa, Macu, se les paró el reloj: «Un golpe así nunca o superas. Esta ferida xamais cicatriza», dice. Fue la que se abrió la mañana del 12 de noviembre de 2002, cuando su única hija, Almudena, cogió el coche para ir de Ribadeo a Lugo para asistir a clase en el Conservatorio Profesional de Música. Viajaba por la N-640, por uno de los tramos con mayor siniestralidad de España. Fue un segundo fatídico, el que media entre la vida y la muerte. El coche en el que circulaba recibió el impacto de otro vehículo que adelantaba a un camión. El atestado de Tráfico echa más sal en la herida del recuerdo: una maniobra de forma antirreglamentaria.
Dos días después, Almudena fallecía. Tenía 20 años. Con ella expiraba una vida, una incipiente carrera musical y una pasión: tocar la trompa. Pero su padre, en uno de esos gestos que alumbran la grandeza de la naturaleza humana, no estaba dispuesto a que se perdiese, y a los 47 años, sin saber lo que era un do, tras consultarlo con su esposa, decidió andar el camino que Almudena había dejado a medio hacer.
Así, José Luis Pulpeiro inició sus estudios en la escuela municipal de música de Ribadeo, asistió a clases particulares y cuatro años después superaba la prueba de acceso al primer grado profesional en el Conservatorio de Lugo en que había estudiado su hija. Compartía aula con alumnos de 13 años, siendo uno más, pero con una meta irrenunciable. Cinco años después, tras hacer dos cursos en uno, obtenía el título profesional de trompa, un instrumento que ya nunca ha dejado de tocar.
Esta historia, con muchos más detalles de la vida de Almudena, forma parte de un desgarrador testimonio que José Luis Pulpeiro ha escrito y compartido con Stop Accidentes, en un capítulo más de otra batalla: «Que ninguén teña que pasar polo que pasamos nós». Cuatro trompas, las cuatro que tuvo Almudena, comparten un wasap en el que van relatando sus vivencias, el accidente, la llegada al hospital, el dramático desenlace y todo lo que vino después. Por boca de una de ellas habla José Luis, cuando dice: «Era una pérdida insustituible, eso era precisamente lo que les estaba ocurriendo y no querían admitir, deseaban que Almudena volviese con ellos, lo querían con todas sus fuerzas, pero no era así, después venía el decaimiento, se abrazaban, lloraban, ante tanto dolor querían estar muertos, el vacío que ella dejaba era desgarrador [...]. Después de todo este tiempo sus padres aprendieron a convivir con esa tristeza a pesar de que el duelo continúa y no tiene cura».
Este texto se expone en los talleres de Stop Accidentes y en su web, como un instrumento para llegar a los más jóvenes. También se está preparando un vídeo, con la participación de cuatro alumnas ribadenses que hacen las veces de trompas, estableciendo el diálogo. Se colgará en Internet, avanza Pulpeiro: «É duro lembrar, pero gústanos que se fale da nosa filla. É como unha menciña para nós, un certo consolo».