Consenso en el palacio de invierno
Galicia
El primer pleno se celebró en una estancia arzobispal sin calefacción ni baños
19 Dec 2021. Actualizado a las 05:00 h.
«¡Esa porta!», gritaba Antonio Rosón cuando notaba en la espalda las corrientes del palacio arzobispal de Xelmírez. El presidente del primer Parlamento autonómico se refería a un tablero de aglomerado que no pasaría hoy la lupa de los inspectores de Patrimonio, pero que se colocó para retener el calor que salía de una bomba industrial de las que se utilizan para secar el hormigón. Así de precarios fueron los comienzos democráticos de la Cámara gallega, que se reunió un 19 de diciembre de 1981 para su constitución en una sesión que, al igual que había sucedido con las elecciones del 20 de octubre y con el Estatuto de Autonomía un año antes, apenas conmovió a la ciudadanía gallega, escéptica con lo que allí se sustanciaba. Tampoco hubo una gran representación militar ni religiosa, pese a la cesión del espacio por parte del arzobispo y a las numerosas citas a las divinidades, que llamaron la atención del socialista Alfonso Guerra, que había acudido desde Madrid para arropar a los suyos. También estuvo entre público Manuel Fraga para celebrar la inesperada victoria de Alianza Popular sobre la UCD, que pondría al frente de la Xunta a Gerardo Fernández Albor en el segundo pleno, que ya se celebró en febrero del 82, con el mismo frío y sin muchas más comodidades, ya que para ir al baño había que salir y meterse en el Hostal dos Reis Católicos.
Las dos primeras sesiones tuvieron una excepcional vocación de colaboración, y hubo oportunidad de alcanzar varios acuerdos por consenso para garantizar el funcionamiento de la inexperta institución. Las tensiones afloraron también en el seno de los partidos cuando hubo que decidir la sede oficial de las instituciones, que había generado quejas territoriales que incluso amenazaban lo que años más tarde se llamó la disciplina de voto.
El verano siguiente el Parlamento se trasladó unos cientos de metros, al palacio de Fonseca, otra estancia histórica prestada por la Universidade de Santiago. Allí se siguieron forjando acuerdos hasta 1986, cuando una moción de censura promovida por Coalición Galega, PSOE y Esquerda Galega desalojó a Albor de la Xunta, enrareciendo el ambiente en la sede legislativa.
El nuevo presidente, Fernando González Laxe, apenas pudo disfrutar como líder gallego de la nueva casona autonómica que se rehabilitó en O Hórreo, que décadas antes había servido como facultad y cuartel militar. La actual sede parlamentaria se estrenó un 10 de octubre de 1989, y solo un mes después Manuel Fraga arrasó en las urnas recuperando el poder para los populares. Desde entonces, las nueve legislaturas parlamentarias quedaron marcadas por las cuatro mayorías del de Vilalba; un bipartito PSOE-BNG desde el 2005 al 2009; y otras cuatro mayorías de Alberto Núñez Feijoo. Entre unas y otras quedaron las subidas y bajadas de socialistas y nacionalistas, el zapatazo de Xosé Manuel Beiras o la irrupción y el ocaso de fuerzas rupturistas de izquierdas.
Pleno y exposición
Quizás sin tanta ilusión y seguro que con menos frío, el Parlamento abre hoy sus puertas para celebrar sus cuatro décadas de vida con una sesión institucional en la que hablarán el presidente de la Cámara, Miguel Santalices; los tres portavoces de los grupos con representación: Gonzalo Caballero (PSdeG), Ana Pontón (BNG) y Pedro Puy (PP); y el presidente de la Xunta. Desde el pasado miércoles se puede ver la exposición O poder da palabra. 40 anos de Parlamento de Galicia 1981-2021, comisariada por el historiador Ramón Villares, que visitará otras localidades.
El «milagre» de usar el gallego en una institución y tratar de convencer sin confrontación
Todos los diputados que participaron en las primeras sesiones del Parlamento de Galicia coinciden en que la ilusión y reto de lo desconocido se acabaron imponiendo al frío, que marca transversalmente sus recuerdos. Pero más allá de cuestiones corporales que se superaban con un abrigo y un café, el nacionalista Camilo Nogueira (único diputado de Esquerda Galega, ahora vinculado al BNG) se queda con el «milagre» de defender a Galicia en aquellos años desde una institución «en galego», algo que después también hizo en el Parlamento europeo.
Xerardo Estévez solo pasó en la Cámara unos meses porque el PSOE lo requirió para liderar el cambio en la alcaldía de Santiago, desde la que trató de darle continuidad institucional a los acuerdos que fijaban en Compostela las sedes de la Administración autonómica, la decisión más compleja tomada en Xelmírez. Sin embargo, cree que «la necesidad de hacer cosas era tan apremiante que no quedaba otra que desarrollar una política basada en la confianza mutua y en la capacidad de negociar hasta la extenuación. Eran palabras para argumentar, para convencer, no para enfrentarse. Hoy se prefiere la confrontación, pero todo es más teatral», apostilla.
Tomás Pérez Vidal y Mariano Rajoy eran los más jóvenes de aquellos primeros plenos, con 26 años. Ambos tuvieron una dilatada trayectoria dentro del PP, pero el ourensano recuerda que al menos un 40 % de los que allí se sentaron era la primera vez que se acercaban a la política. Sustituían la inexperiencia «por ilusión». «Y tomamos muchas decisiones acertadas». El exsenador sospecha que el nivel parlamentario era más elevado entonces, pero ve a la actual Cámara gallega «a la altura» de los mejores parlamentos democráticos.