La Voz de Galicia

Alejandro Ríos, detective privado: «No tengo gabardina»

Galicia

jorge casanova Detective privado

Comenzó como abogado, pero cada vez trabaja más en la investigación. Las bajas laborales son uno de los principales encargos que recibe

09 Aug 2022. Actualizado a las 05:00 h.

No se parece a Humphrey Bogart ni a Jack Nicholson, pero no le va mal a Alejandro Ríos (Zúrich, 1974) como detective privado. De hecho, aquellos detectives poco tienen que ver con los de la actualidad. Nuestro hombre lo explica muy bien.

—Usted es abogado y detective, ¿en qué tanto por ciento?

—Empecé siendo un cien por cien abogado, quise sacar la cabeza del Derecho para hacer algo distinto y estudié para ser detective y perito grafólogo como una alternativa. Pero la alternativa está ganando mucho espacio. Hay mucha demanda para detectives. Me llaman sin hacer publicidad. El detective depende de sí mismo, el abogado está condicionado por esa gran maquinaria que no siempre funciona o no siempre te entiende.

—¿Qué tipo de encargos le hacen a un detective?

—Desde hace unos cuantos años no hay que probar la infidelidad matrimonial, así que ahora prácticamente todos los encargos son bajas. Gente que está de baja en la empresa, pero en su casa está picando leña como un campeón, o gente que le dice a la exmujer que no tiene trabajo para no pagar la pensión, pero en realidad tiene dos... Eso es lo que hay.

—Así que sus clientes son empresas.

—Más bien abogados. Casi todo tiene que ver con bajas y con familias. A veces sale alguna infidelidad por cuestión personal. Algo siempre queda de eso.

—Un buen detective...

—Es como un defensa central de un equipo de fútbol: todo es la posición. Cuando piensas que el objeto de tu seguimiento va a salir, ya salió. O tenías el coche puesto en su sitio esperando o ya lo perdiste. Todo pasa en una décima de segundo. Un detective es una cabeza que se gira, una esquina de un coche, una sombra... Pocas veces ves las cosas como se ven en las películas. Hay que saber colocarse y tener un poco de suerte.

—Oficio.

—Eso es. Todo es práctica.

—Aparte de paciencia, ¿que más se necesita para ser buen detective?

—Hay que tener la imaginación suficiente para ponerse en la piel de la persona a la que tienes que investigar. Y conocer los entornos. Por ejemplo, la aldea gallega es el peor sitio del mundo para investigar.

—¡Qué me dice!

—En un pueblo de Castilla hay una entrada y una salida. y todas las casas están concentradas. Pero la aldea gallega... ocupa toda la montaña, tiene mil recovecos y es imposible pasar desapercibido. En cuanto te ven el coche ya están especulando.

—Pues ahora muchos investigadores trabajan en las aldeas para determinar las autorías de los incendios.

—El monte es muy difícil: te puedes esconder, dejar el coche en otro sitio e ir andando, nunca hay nadie... tienes muchísima ventaja. Lo más fácil es ir a las causas.

—Seguro que en su trabajo se habrá encontrado cosas muy curiosas.

—Bueno, recientemente he cogido a uno que andaba en bici todo el día pese a que llevaba casi un año de baja.

—¿Alguna vez alguien a quien seguía se ha dado cuenta de que lo hacía?

—A mí no me ha pasado, pero eso depende de los estilos. A mí me gusta la vieja escuela, que la cosa empiece y acabe y que nadie sepa quién soy yo. Que no tenga ni siquiera que entrar en el juicio.

—¿Esta es una profesión más bien excitante o más bien aburrida?

—Aquí hay dos cosas muy bonitas: el empuje del descubrimiento y la propia caza. Eso es motivador. Así que a mí, como vengo del Derecho, no me resulta nada aburrido. Cuando descubres algo, es la mayor satisfacción.

—¿Cómo se hace uno detective?

—España es el único país que exige una diplomatura para conseguir la licencia. Yo la estudié en Salamanca.

—A veces le tocarán encargos menos agradables.

—Bueno, es como en la abogacía: a veces te das cuenta de que estás defendiendo al malo. Sigues a alguien que se porta bien, que va a su trabajo, que coge el autobús, que cuida a su hijo e incluso te planteas si estás trabajando para las fuerzas del mal. Eso también pasa.

—¿Tiene un detective favorito de ficción?

—Sherlock Holmes.

—¿Y ese personaje cínico, descreído, tipo Bogart?

—A veces es donde te lleva la vida. Ese descreimiento viene por un romanticismo abatido. Y la defensa es el cinismo. Yo intento no juzgar. Cuanto mayor me hago, menos juzgo.

—Tienen ustedes un colegio profesional en Galicia.

—Sí. Mire, esta es una profesión fundamental, aunque haya gente que piense que no es muy seria. Muchos abogados necesitan pruebas que la policía no va a buscar y la única manera de probar esa realidad es un detective. Sin aventura ni gabardinas.

—¿Usted tiene?

—No, yo no tengo gabardina. Y casi ni gafas de sol. Tengo un par en el coche, pero solo por si me hacen falta.

—¿Celta o Dépor?

—Deportivo, aunque no me gusta mucho el fútbol.

—¿Aficiones?

—Me gustaría rodar cortometrajes, Y tengo un grupo de rock, aunque ahora estamos un poco parados porque el batería se ha roto un brazo.

—Una canción.

Layla, de Eric Clapton. Y si me pregunta por un álbum, Wish you where here, de Pink Floyd.

—¿Qué es lo lo más importante en la vida?

—Mantener la capacidad de ilusión.


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