El maquinista de Angrois tras descarrilar: «Esto es inhumano, esta curva...»
Galicia
Las conversaciones del día de la tragedia vuelven al foco al abrirse la vista. Llega la hora de la verdad en el juicio del siglo en Galicia
03 Oct 2022. Actualizado a las 05:00 h.
«Sí, por la principal entra, y por la desviada también. ¿Me oyes? (...) ¡Uf! (...) ¡Ay!». «Debe de haber heridos, muchos, porque esto ha volcado. Y no puedo salir de la cabina». Entre esas dos frases pronunciadas por el maquinista Francisco José Garzón Amo la vida ha dado un vuelco completo. El Alvia que conducía ha descarrilado en la curva de Angrois, lo que a la postre significará 80 víctimas mortales y 145 heridos.
La primera frase [recogida en el libro El peor día de Galicia. Tragedia en Angrois publicado por La Voz en el 2014] fue en realidad la última de una llamada conocida en octubre del 2013 y ahora incluida en el sumario del caso cuyo juicio arrancará este miércoles en Santiago. Una llamada que, según las acusaciones, desubicó al conductor y fue clave para que entrase en la curva de A Grandeira a más del doble de la velocidad señalada. Hablaba Garzón con el interventor del tren para planear la bajada de una familia en el apeadero de Pontedeume y decidir en qué vía parar. Una conversación que, según distintos escritos incorporados a la causa, no era urgente, pero que distrajo al maquinista en un momento crítico, cuando debía bajar la velocidad y pasar de ir a 200 kilómetros por hora a los 80 que requiere la curva de Angrois. No lo hizo a tiempo. De ahí el grito sordo similar a un «¡Uf!» que da paso a los sonidos del descarrilamiento, antes de que un «¡Ay!» de dolor del conductor cierre la llamada.
Con el accidente ya ocurrido, Garzón Amo realiza una nueva llamada, esta vez a Adif. Si la anterior pone el foco sobre él como causante del siniestro, esta abre la puerta a que la suya no sea la única responsabilidad:
«—Debe de haber heridos, muchos, eh... porque esto ha volcado. Y no puedo salir de la cabina.
—Tranquilo, maquinista.
—Es que la tenía en verde y me despisté, y tenía que pasar a 80 y pasé a 190 o una cosa así. Es que esto ya se lo dije al de seguridad, que esto era peligroso, que un día nos íbamos a despistar y nos lo íbamos a tragar. Y me tocó a mí.
—Vale. ¿Y tú estás bien?
—¿Yo? A mí me duele la espalda, tengo la cara sangrando y no puedo... Ay.. Pero esto ya se lo tenía dicho al de seguridad, que eso era muy peligroso. Somos humanos y se nos puede pasar. Es que esto es inhumano. Esta curva... Con un anuncio de precaución. Es que no puede ser que hagan estas cosas. Que el maquinista tiene que estar, pero somos humanos. Ay, Dios mío».
Era la reacción en caliente del hombre que acababa de perder el control del convoy en el que viajaban 224 personas. Por un lado, el temor a llevar alguna muerte sobre su conciencia («¡Dios mío, Dios mío. Pobres viajeros. Ojalá no haya ningún muerto!», se le oye decir en otro momento de esa conversación). Por otro, la queja de quien ya había pensado en aquel lugar como un punto peligroso. Una idea que, como contaría La Voz poco después, compartía al menos un compañero maquinista, el jefe de conductores de Ourense, que 19 meses antes del siniestro se había quejado de que no había señales que marcaran el cambio brusco de velocidad requerido y de la inexistencia del sistema de seguridad ERTMS.
De esa idea de la falta de seguridad en la línea, secundada en el escrito de acusación de la Fiscalía, ha resultado el segundo imputado del caso, el único que con Garzón se sentará en el banquillo de los acusados, el exdirector de Seguridad en la Circulación de Adif, Andrés Cortabitarte.
Una llamada de 100 segundos justo antes de entrar en A Grandeira al doble de velocidad
Una de las cuestiones sobre las que se pondrá el foco en la vista oral que comenzará dentro de dos días serán los 100 segundos que precedieron al descarrilamiento.
Ese minuto y 40 segundos fue lo que duró la llamada de móvil entre el maquinista y el interventor. Antes, a las 20:17 horas, Garzón Amo ya había recibido otra llamada. Duró 46 segundos. Luego, entre las 20:29 y las 20:31 se activaron cuatro avisos, dos por ir a 201 km/h y dos por bajar a menos de 197.
A las 20:39 comienza esa conversación de 100 segundos. El Alvia circula en ese momento a 199 km/h. Mientras los dos hombres hablan, el tren cruza el túnel previo a la curva fatídica. Durante el tiempo que dura la llamada, el convoy recorre 5.540 metros sin que Garzón reduzca la velocidad. Va a 195 km/h cuando por fin el maquinista activa el freno de emergencia. Son las 20:40:59. A las 20:41:06 el tren empieza a descarrilar. Va aún a 179 km/h.