La Voz de Galicia

«O peor de todo é a lentitude dos expedientes, parece que entran nun baúl sen fondo»

Galicia

Sara Pérez Redacción / La Voz
Exceso de papeleo que una mujer de la Terra Chá tuvo que gestionar para que a su tío le diesen la ayuda por dependencia.

Tres mujeres que se ocupan de los cuidados de dependientes en Galicia coinciden en señalar los excesivos tiempos del proceso para obtener ayudas

16 Apr 2023. Actualizado a las 05:00 h.

«A xente maior necesita coidados, alegrías e motivacións. Non só estar sentados ou deitados sen facer nada, esperando polo que ás veces parece que están esperando». Así resume una mujer de la lucense Terra Chá cómo afronta los cuidados de una persona dependiente a su cargo. Prefiere no desvelar su identidad porque, justifica, lo que ella y su familia viven está segura de que es muy parecido a la situación de otros muchos gallegos.

Su historia comienza en marzo del 2020, antes del estallido de la pandemia de coronavirus, cuando solicitaron la Lei da Dependencia para un tío con movilidad reducida que vivía solo. «Non sabiamos que nos ía levar tanto tempo», explica. Y es que la primera valoración no llegó hasta el 24 de febrero del 2021, casi un año después. Mientras, quienes asumieron los cuidados fueron ella y su familia, y en los peores momentos de la crisis sanitaria. «Outras opcións? Non había. Nunha residencia subvencionada non te collen directamente ou envíante ao quinto pino», cuenta. Así que cuando en septiembre llegó el grado de dependencia que le concedían a su tío, una persona que necesita ayuda para absolutamente todo, también llegó la indignación: era el más bajo, el 1. Es decir, de 1 a 20 horas mensuales de atención en el domicilio y teleasistencia.

Así que reclamaron, con la ayuda de la asistenta social del concello y la médica del centro de salud. Otra vez, vuelta a esperar para una segunda valoración que tardó en llegar, pero con el resultado de un grado 3 de dependencia, el más alto. «Agora ten 70 horas mensuais, ou sexa, tres horas cubertas cada día de luns a venres. O resto do tempo somos nós, quen desinteresadamente, o coidamos», cuenta.

Al no ser convivientes, no tienen derecho a la ayuda económica. Aunque lo más normal es que, según explica su sobrina, cada noche duerma alguien con él. Tampoco para conceder el grado de dependencia, dice, se tiene en cuenta que la persona viva sola, cuando «están nunha situación moito máis vulnerable».

Más horas, más agilidad y una atención personalizada. En este servicio, lo ideal sería que las personas que van a prestar la ayuda al domicilio sean siempre las mismas, pero eso no es lo que ocurre en la realidad (por días de descanso, vacaciones o porque dejan de formar parte del programa). En lugar de ayudarlos, explica otra mujer de la provincia de Ourense, los complica aún más: «Para explicarlle a unha nova persoa o que ten que saber, necesitas varios días. Porque el non vai dicir nada, se quere algo ou non. Os cambios son o peor de todo, porque ti estarás máis contenta ou menos, pero o importante é que el estea tranquilo».

En su caso, es su marido quien recibe la ayuda a la dependencia. También tardaron sobre un año en realizar la primera valoración, con la que se le concedió el grado 3. Cada mes, reciben sobre mil euros y además tienen el servicio en el domicilio, que son ellos quienes tienen que pagar, sobre diez euros al día. A la pregunta de si esta ayuda es suficiente, lo ve así: «Para descansar ti un pouco, si, pero se necesitas por exemplo oito horas á semana, case non che chega a axuda económica». Ella, con su hija, se reparten los cuidados: una está por la mañana y otra por la tarde. De no contar con ella, explica, «isto non che soluciona nada».

Reparto de los cuidados

Y esa es la fórmula a la que recurren la mayoría de quienes tienen a cargo a un dependiente: distribuir responsabilidades entre miembros de la familia, incluso cuando desde el trabajo no se dan todas las facilidades. Es lo que le ocurrió a una mujer en Castro Caldelas, que también prefiere mantener el anonimato. De hecho, ella trabajaba en el servicio de atención a domicilio en el concello, así que fue quien se encargó de prestar los cuidados a su suegra en su casa. Aunque le concedieron el grado 3, solo le dieron una hora a la semana porque no había personal suficiente. Hasta que tuvo un accidente y no pudo prestar el servicio. «Entón pedíronme que me dese de baixa do servizo porque non había xente para cubrir a nosa atención», cuenta. Así que, junto a su marido, se han ido repartiendo las mañanas y tardes de cuidados.

Del proceso, lo que coinciden todas en destacar es la lentitud con la que se desenvuelve. «Parece que os expedientes entran nun baúl sen fondo. Coñezo varios casos nos que as axudas chegaron na semana na que esas persoas maiores morreron. Isto non ten nin pés nin cabeza», explica esa vecina de la Terra Chá.


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