La Voz de Galicia

«En casa nunca hablamos del atentado de ETA que mató a mis padres»

Galicia

José Manuel Pan Redacción / La Voz
Momentos posteriores al atentado en la cafetería Rolando de Madrid, el 13 de septiembre de 1974.

Este viernes se cumplen 50 años del ataque terrorista en el que murió una pareja coruñesa en Madrid

12 Sep 2024. Actualizado a las 16:15 h.

13 de septiembre de 1974. Viernes. Baldomero Barral Martínez, de 28 años, y su esposa, María José Pérez Martínez, de 21, disfrutaban en Madrid de la luna de miel que nunca habían tenido. Sus dos hijos, Moncho, de 4 años, y Mero, de 4 meses, se quedaron en A Coruña al cuidado de su abuela, Josefina. Ella se desplazó desde Londres, donde vivía junto a su compañero, Pepe, como tantos emigrantes gallegos. Vino para unos días, y se quedó para siempre. Pasó en un momento de abuela a madre. Su hija, María José y su yerno, Baldomero, que había sido un conocido boxeador, no regresarían nunca. Ambos murieron en el atentado que ETA cometió en la cafetería Rolando, de Madrid, aquel día. Este viernes se cumplen 50 años de la masacre (13 muertos y más de 70 heridos).

«Nunca hablamos del atentado. A veces, a mi abuela le salía alguna cosa suelta, pero que yo no entendía», dice Mero Barral, el hijo pequeño de aquella pareja que encontró la muerte en Madrid, adonde había viajado desde su ciudad, A Coruña. El matrimonio había dejado unos días su confitería de la avenida de Hércules, abierta con el dinero de una quiniela, y su piso de Monte Alto. En este barrio se criaron con su abuela los dos huérfanos. En casa no se hablaba del atentado. «Ni siquiera mi hermano y yo hablamos de eso hasta hace muy poco. Cada uno llevó como pudo aquel dolor, pero no hablábamos de ello», recuerda Mero, que ahora tiene 50 años y que se gana la vida como fotógrafo.

Imagen de la boda de Baldomero y María José, la pareja asesinada en Madrid en el atentado de ETA.-

Coincidiendo con el aniversario de la masacre se presentó ayer en Madrid el libro Dinamita, tuercas y mentiras: el atentado de la cafetería Rolando (editorial Tecnos), de los historiadores Gaizka Fernández Soldevilla y Ana Escauriaza Escudero. El trabajo profundiza en lo ocurrido y rinde homenaje a las que durante años fueron las víctimas olvidadas de ETA. Cuentan que la banda terrorista trató de ocultar aquel atentado culpando a la ultraderecha y a la dictadura franquista. En el libro se explica que dos jóvenes franceses, Bernard Oyarzabal y María Lourdes Cristóbal, pusieron la bomba en la cafetería Rolando, en la calle Correo, cerca de la Dirección General de Seguridad, porque a ella acudían muchos policías. Sobre este atentado se ha abierto una exposición en el Centro Memorial de Víctimas del Terrorismo, en Vitoria. El libro se detiene en el papel de Eva Forest, que asegura que fue clave en la red de apoyo de ETA en Madrid. Era una activista de extrema izquierda casada con el escritor Alfonso Sastre. Mero Barral los responsabiliza: «Lo único que esperaba era que la sociedad supiera quiénes son Bernard Oyarzábal, María Lourdes Cristóbal, Eva Forest y Alfonso Sastre. Eso me reconforta».

Los abuelos de Moncho y Mero, los hijos de la pareja asesinada en Madrid por ETA. En la foto aparecen el día que se casaron para poder tener la custodia de los dos niños.-

El hijo menor de aquella pareja no les guarda rencor a los terroristas: «Mi verdadero enfado vino cuando el PSOE pactó para poder gobernar este país. Fue una traición total a las víctimas. ¿Cuándo me preguntaron a mí si había que hablar con ETA?». Mero tiene claro que no hablaría con los asesinos de sus padres. «No los quiero tener delante. Tuvieron mucho tiempo para pedir perdón, sus hijos también lo tuvieron», asegura, al tiempo que lamenta el abandono que dice que han tenido por parte del Estado. «Nos hemos visto completamente abandonados, y eso no lo perdono. Que hayan dejado a mis abuelos de lado, y que yo no pudiese disfrutar de mi abuelo, que tuvo que seguir en Londres para que nosotros pudiésemos salir adelante».

«Mientras mis abuelos vivieron, nunca tuvimos nada. Mi abuela siempre decía que había dos millones de pesetas de una colecta que se hizo para nosotros. Pero mi abuelo, que trabajó en todo lo que podía en Londres, de albañil, de mecánico, de carpintero…, nunca tocó ese dinero. ‘‘Lo de los niños no se toca’’, decía. Fue una generosidad sin limites, cuando ellos lo estaban pasando muy mal». Después vino una indemnización, pero llegó tarde, «y era solo una parte, porque no hay sentencia del atentado por la amnistía de 1977».

«Ha sido una vida dura, pero no la cambiaría por nada. Me ha hecho ser como soy. He sido feliz con mis abuelos, he disfrutado su generosidad y fui un niño de lo más normal en la calle, en Monte Alto», asegura Mero Barral. Fue en el colegio cuando por primera vez supo lo que había pasado con sus padres. Tenía 8 años. «No fue por ningún niño. Fue una madre, a la que le oí decir: ‘‘Es el niño al que le mataron a sus padres en Madrid’’».


Comentar