Galicia y Asturias: el mérito de ofrecer los menús del día más abundantes de España
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Aunque hay cierto consenso en que el menú del día más copioso de España está en la comunidad vecina, en Casa Cándida (Viveiró) ofrecen un total de siete platos por 18 euros. En otros locales gallegos conviven rebosantes platos de callos y gigantes fuentes de churrasco sin que nadie se eche las manos a la cabeza
31 Aug 2021. Actualizado a las 11:54 h.
Si un coruñés va con las tripas cantando La Traviatta un mediodía cualquiera por el centro de la ciudad, solo tiene que acercarse a la calle del Orzán y atender a un par de señales inconfundibles que le harán entrar inmediatamente en el Ámsterdam. En el número 69, un muy vintagero cartel azul y amarillo que tiene impresas las palabras mágicas «café-bar-comidas» es un presagio de que no habrá reducciones, ahumados ni tampoco crudités en el establecimiento. Albañiles y electricistas que, como los camioneros, casi todo lo saben del mucho y buen comer, reposan el menú con el pitillo en el alféizar de un local que siempre está a punto de reventar. No hace falta decir más. Marina, la entrañable camarera que suele atenderles cuando se quieren pegar un homenaje, va disponiendo cazuelas y fuentes en las mesas hasta que los trabajadores no pueden más, todos mezclados, lo que da lugar a que se fragüe alguna que otra amistad. Entre las cuatro o cinco posibilidades que ofrece el Ámsterdam a diario uno puede encontrarse inimaginables kilos de cocido, enormes filetes empanados (casi del tamaño de la propia fuente) con sus correspondientes patatas, caldo gallego o macarrones con chorizo. «Y si te quedas con hambre aún te fríen un huevo», comenta un habitual de esta casa de comidas entre risas.
Hallar el Santo Grial de una casa de comidas es difícil pero no imposible. Esa suma de cercanía, calidad, cantidad, y todo por un precio razonable, se encuentra también, en el cinturón urbano de A Coruña, en el restaurante del hotel Flor del Río, en Cambre. Por 12 euros con postre (11 sin el último paso del menú) las generosísimas raciones atraen día a día a numerosísimos clientes. Siempre está a rebosar; sobre todo esos días que el menú del día incluye centolla. Hay que abrir el estómago, por esas cantidades casi imposibles, pero también el oído: las listas de primeros, segundos y postres son interminables y uno puede aturullarse fácilmente.
En San Isidro (Bergondo), sin salir de la provincia de A Coruña, el menú del día puede llegar a ofrecer, sin paños calientes, un primero que consta de un enorme plato de callos y un segundo que es un buen churrasco, que prácticamente se sale del plato, y por si fuera poco siempre entran bien unas patatas. Esto, que a muchos foráneos podría parecerles ya una auténtica bomba, se asemeja a un piscolabis comparado con lo que ofrece Casa Cándida, en Viveiró. Conocido como el Siete Platos, lógico, ofrecen efectivamente este número de elaboraciones al comensal por, ojo, 18 euros. La retahíla de platos consiste en: entremeses, almejas, paella, caldo, cocido, carne asada y postres. Y como advierte uno de los trabajadores del local, los platos no son pequeños.
Tras la frontera
Al cruzar Ribadeo, continuando por la costa decenas de casas de comidas ofrecen menús que, como poco, deben apellidarse «copiosos». Es más, en Avilés se encuentra el que ya ha sido apodado como el menú del día más abundante de España. Y esto es decir mucho en un país donde el buen saque es seña de identidad. En La Tenada ofrecen seis platos principales, un postre, café y chupito por 22,50 euros. «Hoy tenemos lo de todos los días», reza un cartel en el establecimiento. Esto, traducido, significa: pote asturiano, huevos fritos con patatas, adobo y picadillo; callos, cordero, carne guisada y de postre a elegir entre arroz con leche, queso de La Peral, requesón o tarta helada.
Sin abandonar esta comunidad uno puede seguir sorprendiéndose. En el mesón El Labrador, en Ribadesella, el menú del día también rebasa los habituales dos platos. Así, el pasado sábado uno podía tomar de primero sopa, de segundo un cachopo que no debía pesar menos de 600 gramos y, por si fuera poco, una carrillera de cerdo. Por supuesto, con el consabido postre. Por cierto, en una de las mesas un inocente comensal pidió flan de nuez, lo que no convenció al campechano camarero, que ante la negativa del cliente de optar por la tarta helada que el trabajador le propuso, este decidió servirle los dos postres; sin repercutir tal cosa en el precio. Un local solo apto para valientes.