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Jesús Soriano, autor de «Soy camarero»: «Los clientes no deberían chascar los dedos para llamarnos ni empezar a hablar con un 'Tengo prisa'»

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Laura G. del Valle

Casi 300.000 personas siguen a diario las anécdotas laborales de este valenciano, que reivindica un mejor trato por parte de todos a un sector que supone el 6,2 % del PIB nacional

05 Oct 2021. Actualizado a las 11:00 h.

Podría hablarse de acuerdo tácito, de exceso de confianza o, simple y llanamente, de mala educación. El caso es que, como si de una realidad paralela se tratase, uno entra en un bar y sin hurgar mucho se encontrará con conductas impensables (y reprobables) en cualquier otra esfera de la vida. Es para reflexionar, diría Noemí Argüelles en Paquita Salas; y efectivamente hay que darle una pensada al por qué a veces se trata con desprecio y condescendencia a los trabajadores de uno de los sectores que más aportan a las arcas españolas y que alimenta, literalmente, al turismo, el gran motor de la economía del país. 

Jesús Soriano es uno más dentro de ese millón y medio de camareros que día a día nos ponen las cañas, los cortados y el pincho de tortilla. Con una diferencia, desde sus cuentas de Twitter e Instagram (en ambas se llama @soycamarero) relata el día a día de su trabajo, con un anecdotario que dejará atónito a más de uno. Soriano parte de la premisa de que el cliente no siempre tiene la razón, como saben los más de 300.000 seguidores que acumula en las redes sociales. Tampoco muchos de los empresarios que hacen posible eso de que España aún sea el país con más densidad de bares del mundo (uno por cada 175 personas según los últimos datos, eso sí, anteriores a la pandemia). 

«Por alguna razón en el sector servicios están permitidas cosas como que se pierdan las formas. ¿Quién chasquea los dedos para llamar a otra persona en un contexto distinto al de los bares? ¿dónde en vez de saludarte ya te dicen antes de nada que tienen prisa? ¿O te advierten de que conocen al jefe para que los trates bien?. Esto se produce porque llevamos viéndolo años y años, y lo mismo ocurre con nuestras condiciones; pocas veces se cumple que libremos dos días o que contemos con las vacaciones que nos corresponden o se nos pague por las horas extra».

Los efectos de la pandemia

Aun con todo, este valenciano de 31 años que lleva media vida dedicado a la hostelería reconoce que hay partes agradecidas porque, por lo general, es un área donde hay mucho compañerismo entre iguales porque «al final es con quien puedes pasar tu tiempo libre, ya que los horarios son muy diferentes a los del resto». Atendiendo la llamada a las 12 de la mañana, recién salido de la primera parte de su turno del día (volverá al bar a las 8 de la tarde), Soriano comenta que pese a la creencia generalizada, piensa que, como clientes, no hemos salido reforzados de la pandemia. «Seguimos siendo igual. Quizás los que ya eran amables, que es la mayoría, sí empatizan con nosotros, pero los que no lo eran ya hacían mucho ruido antes y ahora más, porque además algunos se han convertido en policía de bar».

«A mí me gusta mucho ser camarero y por lo general tengo más buenas experiencias que malas, pero entiendo a mis colegas de profesión que, con la pandemia, se formaron en otras especialidades y se fueron a trabajar a fábricas, o los que están pensando en mudarse a otro país. En el Reino Unido ya solo con la propina casi te pagas el alquiler, es un trabajo bien valorado». Efectivamente, como comenta Soriano, con la reapertura de la hostelería tras el confinamiento el sector vivió una espantá de camareros y cocineros. Ocurrió en la zona de Levante, en Andalucía y, también, en Galicia. Quizás sea por cosas como las que documenta este valenciano en su libro Soy Camarero:


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