La Voz de Galicia

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Grada de Río

Julio Á. Buylla VIGO

Escribá se va se dejando el equipo con sensaciones parecidas a las que recogió hace menos de un año

05 Nov 2019. Actualizado a las 05:00 h.

Aunque en fútbol pocas cosas son predecibles y hasta el último minuto todo es posible (nótese el destino de Rubi en el Betis) desde hace ya unas semanas el futuro de Escribá en el Celta parecía ser un hecho que se acabó consumando este domingo tras la derrota ante el Getafe. El técnico se va dejando el equipo con sensaciones parecidas a las que recogió hace menos de un año. Un equipo que todo el mundo cree que es más de lo que demuestra sobre el terreno de juego, pero que no acaba de disipar dudas y que con la famosa sombra de las dinámicas al acecho nos empieza a recordar al del año pasado. Todo un reto para el que llegue.

Pese a que la mejoría defensiva haya sido tal vez la herencia más destacable de la era Escribá, esta se ha basado más en la orden y en la acumulación de efectivos en el repliegue, que en un incremento de la intensidad defensiva. Uno de los puntos de mejora evidentes es la mejora de la intensidad defensiva, no solo física sino también cognitiva. Cuando el Celta ha ido a robar a campo contrario le ha faltado convencimiento y cuando ha esperado ha sido penalizado por habituales despistes que los contrarios han aprovechado. La aportación defensiva de algunos jugadores se ha visto empañada por sus propios errores puntuales, que en bastantes casos han costado puntos aunque minimizados por un Rubén al alza.

El Celta ha perdido presencia en ataque y lo demuestra la dificultad para generar ocasiones de gol. El posicionamiento defensivo provoca que el equipo recupere el balón básicamente replegado o iniciando desde su portería. El ataque posicional se hace lento y predecible. La presencia de Brais o Rafinha por la derecha dejan la mayor parte de las veces a Mallo en inferioridad. Por la izquierda la llegada de Denis partiendo desde fuera pareció dar otra alternativa sobre todo en los primeros partidos, pero la poca profundidad de Olaza y el actual momento de Denis han cercenado las opciones de jugar en amplitud. Pero aun sin esa superioridad en banda el Celta llega a tres cuartos y centra al área. El año pasado era de los equipos que menos necesitaba centrar para marcar, este año no. Y luego está Iago Aspas. El mejor jugador del Celta vive de las transiciones, del desorden ordenado, de la velocidad, de los espacios y donde recupera el Celta el balón y como busca iniciar el ataque parece tampoco ayudar en su juego.

Uno de los grandes puntos de discusión y uno de los retos que se encontrará el nuevo entrenador será como situar a los jugadores para sacarles el máximo rendimiento, es decir, acertar con el sistema y el posicionamiento que mejor le convenga al equipo. El Celta ha vuelto a confeccionar su plantilla apostando por perfiles similares. Los dos grandes fichajes celestes se desenvuelven por dentro y en posiciones parecidas. Es fácil ponerse de acuerdo en que Denis, Rafinha o Brais son jugadores para jugar por dentro pero, ¿tienen sitio los tres por dentro? ¿Tiene el Celta algún perfil para jugar por fuera? ¿Dónde encaja Iago en ese puzle ofensivo? ¿Debe seguir el Celta apostando por el repliegue y el orden o por la presión y la verticalidad? A mí desde luego la pregunta no me parece que tenga fácil respuesta.

Desde la entidad viguesa se ha apostado por el regreso de jugadores jóvenes, preparados y a los que les une un sentimiento por el club. Con un claro líder definido, a este Celta parece faltarle esa tipología de jugador con experiencia en la categoría y que sepa aportar esas otras cosas que también son necesarias para ganar. Gente que esté y que apoye a un Iago sobre el que no puede recaer siempre la responsabilidad de tirar emocionalmente del equipo.


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