La Voz de Galicia

Arroyo de la Luz, el pueblo extremeño donde se ha colado el celtismo

Grada de Río

La Voz Vigo

Un grupo de amigos empezaron con la broma a finales de los 90 y ahora la simpatía por el Celta se ha extendido en el municipio

01 May 2020. Actualizado a las 11:55 h.

Arroyo de la Luz es un municipio de la provincia de Cáceres de 6.000 habitantes donde, sin saber exactamente cómo ni por qué, surgió un buen día la pasión por el Celta entre un grupo de amigos. «El origen no lo sé. Supongo que a uno le dio por salirse de lo habitual y los demás le seguimos la gracia», comenta uno de ellos, Pablo Talavera. «Luego vino otra generación e hizo lo mismo», relata. Y él es padre a día de hoy de un niño que desde que tenía dos años «dice que es del Celta».

Pero el caso de Pablo es especial, comenta. Él estuvo viviendo en Vigo dos años, participando en la construcción de la estación de Guixar. «Otro de los amigos del Celta -son alrededor de una decena- también estuvo trabajando allí unos meses y estuvimos a punto de ir a las oficinas de Balaídos a fundar una peña extremeña o arroyana», comenta. No llegaron a dar el paso, pero Talavera sí aprovechó esa etapa para ir a «bastantes partidos» en Segunda, más la eliminatoria de Copa frente al Atlético.

En cuanto a su hijo Darío, que ahora tiene cinco años, Pablo pensaba al principio que «lo habría escuchado» y por eso repetía que era del Celta, pero que se le pasaría y acabaría decantándose por otro equipo. «Yo soy del Madrid, su tío del Barça y todos celtistas, pero él siempre dice que es del Celta. Lo coge en los juegos, hace un día le compré la equipación y está feliz», cuenta.

Con posterioridad a la etapa en que vivió en Vigo, Talavera regresó en el 2016 para ver a los amigos que mantiene allí, pero «Darío era demasiado joven» para enterarse bien y disfrutar de la vista. Tenían pensando un nuevo viaje que se ha visto pospuesto por la crisis del coronavirus -que además ha azotado con fuerza a Arroyo-, pero confían en hacerlo más adelante. «Me tira mucho vuestra tierra y volveré de vez en cuando, y con la excusa además de llevar a Darío a ver a su equipo, y un poco el mío también.

Otro de los amigos que comenzaron con la simpatía por el Celta, Pablo Román, sitúa el momento en finales de los 90 y principios de la década de los 2000. Asegura que a día de hoy ya no choca ver a gente por la calle con camisetas del Celta, porque se ha convertido en algo cotidiano. Aunque por supuesto también son fieles de su club local, que llegó a militar en Segunda B. Además, cuentan que en voleibol se midieron en su día en la élite al Xuvenil de Teis vigués. «Toda una proeza», dicen, para un pueblo acostumbrado a lo inusual.


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