Javier Maté: «Hacer disfrutar al celtismo es de lo mejor que me ha pasado en la vida»
Grada de Río
El excéltico hace balance de su paso por el Celta en el día en que se cumplen 30 años de su despedida en liga
09 Jun 2021. Actualizado a las 05:00 h.
Mostrándose «visceral», según sus propias palabras, y sin pelos en la lengua. Así habla de todo Javier Maté, el portero con más partidos oficiales en el Celta y alguien que se siente afortunado de formar parte de la historia del equipo vigués, agradecido con la afición y orgulloso de que «el apellido Maté signifique algo en la ciudad de Vigo» 30 años después de su último partido de liga. Lo disputó el 9 de junio de 1991.
-30 años de su despedida en Liga. ¿Qué le dice el dato?
-Fue un empate contra el Orihuela. No es un gran recuerdo, porque sabía que el final estaba cerca y no es que tuviera una carrera brillante, pero despedirme allí, con todos mis respetos, y luego algún partido de Copa de mierda... No es lo mejor. Pero todos tenemos nuestro final aunque cueste reconocerlo y lo vayas entendiendo con el tiempo. Y lo segundo que pienso es: ¡cómo pasa el tiempo!
-Así que intuía que era el último.
-Sí. Llega un momento en que no disfrutas del juego y ese es el principio del fin. Vas a entrenar y un día te duele una muñeca; otro, el tendón de Aquiles... Me costaban las cosas, cuando yo nunca había tenido la sensación de tener que esforzarme, aunque evidentemente sí lo hacía. Y eso cambió. La cabeza quiere continuar, pero el cuerpo te empieza a decir otra cosa.
-¿Cómo de duras fueron las dos últimas temporadas en blanco?
-Pese a todo, en la primera ascendimos y en la segunda, empecé a entrenar a Cañizares y Villanueva, a los porteros. Aunque tenía ficha, ya era más entrenador que jugador. Siempre he tenido la sensación de que en el fútbol me costaba poco hacer todo: jugarlo, verlo, percibirlo... Mucho menos que las demás cosas de la vida.
-¿Cuál fue la clave para que se quedara en Vigo tantos años?
-La vida hay que tomarla en plan jocoso, así que siempre digo que ser barato. Creo que decían: «Vamos a traer a uno que va a parar menos y este nos sale baratito, pues nos quedamos con este». Pero sobre todo, yo venía de muchos cambios y llega un punto en que te das cuenta de a quién representas, vas entendiendo al club, el tipo de sociedad en la que vives, lo que te ofrece la ciudad. Estás a gusto y todo eso hace que no te muevas. Ahora es fácil decirlo, pero tuve ofertas deportivamente interesantes y no las escuché porque lo que buscaba era lo que tenía: jugar los domingos, ser feliz, encontrarme bien. Tener una convivencia y una vida agradables debe prevalecer sobre el dinero e incluso sobre los títulos, y eso el Celta me lo dio siempre. Y hay otra cosa: no sé por qué, pero caí bien, la afición siempre me respetó. Me di cuenta de que quizás entraría en una pequeña parte de la historia del club y eso me atraía mucho.
-Eso lo sintió con el tiempo, ¿pero qué le decidió a fichar?
-No está bien decirlo, pero me vi obligado. El Madrid me dijo que tenía que ir a Vigo y la decisión era suya. Había un portero que llevaba jugando varios años, me pagaban la mitad... Pero entonces no se discutía, ellos mandaban y me vine más bien enfurruñado. Y después de todos estos años, mira lo que estamos hablando. Un día estando de copas, porque a mí me gustaban las copas, le dije a un compañero que nos teníamos que ir, que había que entrenar al día siguiente, y me contestó que qué más me daba, si yo jugaba todos los domingos; quizás es el halago que más me gustaba, porque sabiendo que iba a jugar, entendía que tenía que estar lo mejor posible. No quería que se me olvidara eso nunca. Igual por eso también me quedé tantos años.
-¿Cuáles fueron los mejores y los peores momentos?
-Las malas situaciones siempre vienen dadas por los malos momentos deportivos y las lesiones. Decían que era irrompible, pero un día me partieron la pierna y fue una lesión grave, muy jodida, pero que me hizo crecer como persona. Me daba fuerza ver cómo iba recuperando cada día, que con sacrificio le podía ganar tiempo al tiempo, me hizo madurar. Luego, soy un jugador de una década en que ascendíamos y descendíamos con una facilidad pasmosa. Era increíble lo buenos que éramos en Segunda y lo malos en Primera. Dentro de eso, me quedo con el partido de Sestao.
-¿Cómo vivió todo aquello?
-Con todo lo que había en juego, una amenaza de bomba en las horas previas, los trenes de Leri... Aquello marcó a una generación y da para escribir un libro. La responsabilidad era tremenda y fuimos un equipo rata, salimos a defender, fue una mierda de partido. Pero me acuerdo de cómo salí, de mis paradas, la seguridad que tuve, qué familiares míos estaban... El partido que sueñas de niño por todo lo que había alrededor. Mereció la pena entrenar 20 años para jugar ese día. Lo más importante es disfrutar del camino. Me encantaría que si un niño lee esto, piense en hacer eso: disfrutar del camino sea cual sea la meta. Hay que disfrutar del Camp Nou y de un amistoso en Moaña porque Pepito se rompió una pierna. En mi época no quería ir nadie y yo iba voluntario, igual en eso fui diferente, porque me daba cuenta de que representaba al club. Y en eso estoy muy contento.
-Pasadas tres décadas, ¿quiénes diría que son los compañeros que más le han marcado?
- Siempre tuve una empatía especial con aquellos con los que compartí alegrías y tristezas, gente con la que aunque no me vea mucho, con una llamada parece que sí. Alvelo siempre será m chichi, ya cuando jugaba; es difícil que no hable con él a diario y que no nos veamos un par de días a las semana. Con Jorge Otero tengo una gran amistad, Pichi Lucas es mi hermano gallego, también con Gustavo Loureiro, Arteaga... Son con los que más estoy ahora.
-¿Y de qué entrenadores se acuerda de manera especial?
-Cada vez les he valorado y entendido más. Colin Addison era un inglés que nos hizo felices a unos tarugos -sin querer ofender a mis compañeros- y nos ascendió por cohesión. Como con Maguregui no me volví a reír más en mi vida, y era un sabio del fútbol. Pavic era un señor mayor entrañable, no te daba explicaciones de nada, me ponía y me quitaba con una facilidad como un semáforo, pero le tengo un gran cariño por todo lo que me enseñó sin conocerme de nada. Probablemente pudiera entrenar a día de hoy, era una metodología globalizada, ejercicios actualizados, con balón... Todo para que entendieras el juego. Muchos creen que lo han inventado y no es verdad. Deportivamente, es probable que sea el mejor entrenador del Celta en los últimos 50 años. Murió en el anonimato y me dolió.
-¿Y usted se ha sentido reconocido por el Celta?
-Es como todo: hablando con veteranos, suele haber la sensación de que el fútbol es nuestro deudor y no es verdad. Ayer fui a dar una vuelta con la bici y la gente me dice: «Gracias, Maté» o «no eras tan bueno, pero eras majo». No todo son buenas palabras, pero que te reconozcan y se te abran puertas porque el apellido Maté significa algo en Vigo es impagable para mí. Quizás es vanidad, pero conmigo la afición fue maravillosa. El club se portó bien, aunque siempre digo que soy el único jugador que pasa de 300 partidos y se despidió en la penumbra, sin ese último minuto levantando la mano o con mi hija en brazos. Me hubiera gustado, pero lo otro lo compensa. Luego, la salida traumática posterior ya son asuntos de empresa y no entro. Son cosas que pasan, cada uno toma sus decisiones y responde de ellas.
-¿Qué significa el Celta para Maté?
-Ahora mismo lo es todo. Formé mi familia en Galicia, mi nieto es gallego, mis hijas son viguesas y celtistas. No me arrepentí nunca de mi elección en la disyuntiva entre irme y ganar algo más de dinero y seguramente prestigio a nivel nacional, o seguir y formar parte de esto. ¿Y sabes cómo lo entendí? Cuando íbamos a jugar a cualquier parte y había siempre cuatro gaiteiros esperando. Al principio decía: «¡Qué pesados!». Y resulta que era la casa gallega de no sé dónde. Un sentimiento maravilloso de pertenencia que no había visto nunca. Ahí ves que juegas por algo más que unos colores y un sueldo. Jugar pensando en que hacía disfrutar a esa gente es de lo mejor que me ha pasado en la vida. Es lo que me llevo, con lo que me quiero quedar. Haber jugado sabiendo que lo hacía para un sentimiento, una manera de entender las cosas.
«El Celta de Coudet es muy ilusionante, juega a otra cosa»
Javier Maté dice que vivir el fútbol como espectador, aunque no se pierde un partido del Celta, no le produce la misma satisfacción que jugar y lamenta que el fútbol ha perdido sentimiento y tiene poco que ver con lo que fue. Con todo, sigue disfrutándolo.
-¿Cómo vive usted ahora un partido del Celta?
-No tengo ese sentimiento de agobio. Veo todos los partidos y me interesa muchísimo, pero creo que las cosas han cambiago mucho en todas las parcelas. Es mejor en casi todo, pero no en el sentimiento. Hay mucho dinero y se ha perdido romanticismo. No quiero una medalla por mí ni por mis compañeros qeu pasaron lo mismo y no tuvieron recompensa. Porque yo, emocionalmente, he sido de los más recompensados. Ahora, si tienes acciones, puedes opinar, pero si no, no. Y eso no me gusta, me toca los huevos.
-¿Cómo ha visto al Celta de Coudet?
-Ha terminado el año de una manera muy ilusionante, no solo por los puntos conseguidos, sino por la forma. Cualquiera que haya jugado se da cuenta de que con el objetivo conseguido, tiendes a relajarte, pero no se conformaron, siguieron compitiendo muy bien, logrando resultados de una manera más sencilla, con un fútbol sencillo. Se logró el rendimiento de jugadores que quién los veía hace un año y ahora. Son los mismos que contra el Espanyol en la última jornada de la temporada pasada, pero juegan a otra cosa, de distinta manera. Coudet ha hecho un gran grabajo y lleva a pensar que vamos a tener una continuidad y que estamos en el buen camino.
-¿Qué le sugieren las trayectorias de Aspas o Mallo, a los que conoció en sus inicios?
-Trabajé mucho con chavales y a veces pienso que quién era yo para decir si este vale y este no. El fútbol crea muchas frustraciones, hay mucha incomprensión y era una gran responsabilidad. Ver a los que han llegado da satisfacción. Ahora son multimillonarios y ojalá disfruten del juego como yo lo hice. Ojalá sientan algunas de las sensaciones que yo tuve, que me consta que algunos las tienen. Las cosas se olvidan rápido, he leído que a Aspas le ficharon ocho personas diferenes y tiene ocho padrinos y me toca el alma. No porque crea que es cosa mía, a mí me asesoró quien le conocía. Pero tuve reuniones con él, con su mamá, con Jonathan, con su hermano que era portero del Alondras porque tuvo un momento rebelde y había que hablar con él. Eso queda en el olvido.
-Y como portero que también se retiró tras un año en blanco, ¿cómo vivió el adiós de Sergio?
-A todos nos llega el final y tengo el culo pelado, hay que vivirlo con naturalidad. Pero oyes en esa rueda de prensa que tiene problemas para jugar con sus hijos y ahí me emocioné. Espero que logre equilibrarlo médicamente y le permita tener una vida normal. A todos nos lastran el esfuerzo y las lesiones, pero a mí los achaques me salieron con 60 años cumplidos y Sergio tiene 34. Me emocionó y deseo que se recupere. Es muy joven para que le queden secuelas.