La estabilidad como legado
Grada de Río
Carlos Mouriño cogió en el 2006 un club en bancarrota y lo deja con 63 millones de patrimonio neto y 12 años en Primera tras ascenderlo, su mayor satisfacción
14 Dec 2023. Actualizado a las 05:00 h.
Carlos Mouriño ya es historia viva del Celta. El nuevo presidente de honor, que más pronto que tarde volverá al palco después de tres meses apartado, dejó un récord difícil de arrebatar: estuvo 17 años en el cargo, una cifra a la que nadie se aproximó a lo largo de los 100 años de historia de la entidad.
Mouriño, que un día, de niño, soñó ser presidente y que era capaz de invertir 14 horas de viaje desde Madrid solo para ver al equipo, se marcha con más luces que sombras. En los primeros años, salvó al club de una muerte segura al estar en causa de disolución (70 millones de euros de deuda), le dio aire en los años más duros con una aportación de ocho millones de euros (que fue recuperando años más tarde), lo recondujo mediante un proceso concursal que dejó la deuda en 33 millones y le dio solvencia económica con el paso de los años hasta convertirlo en uno de los clubes más saneados del fútbol español. Incluso en un año con números rojos, como el último de su mandato, el equipo presenta a día de hoy un patrimonio neto de 63 millones y 26,5 en caja.
En lo deportivo, su día más feliz fue el regreso a Primera del mes de junio del 2012. Porque Mouriño Atanes tenía la espina clavada del descenso del año 2007 en su primera temporada. Lo dijo su hija en el vídeo de despedida: «Nunca olvidaré su cara de satisfacción. De toda su historia en el Celta, es el momento que más realizado lo vi. Era como si dijera: ‘He devuelto el club a donde se merece'». Quizás por eso, poco después, acuñó una de sus frases más célebres: «Prefiero al Celta 10 años en Primera que uno en Europa». Se marcha con el equipo viviendo su décimo segunda temporada consecutiva en la élite, su segunda mejor racha en su centenaria historia.
Durante gran parte de esos 17 años, la cantera fue su razón de ser. El club recurrió a sus canteranos por necesidad, pero también por convencimiento, porque cuando el dinero volvió a las arcas del club, la apuesta por la gente de casa se mantuvo. Bajo su presidencia emergió Iago Aspas y todos los años subió algún jugador de las categorías inferiores al primer equipo. Además, era una asiduo en A Madroa viendo a los equipos de la categorías inferiores y viajó con el B y el juvenil A en decenas de ocasiones. La cantera era su debilidad.
Los años de Mouriño al frente del Celta, en imágenes
Dotar de patrimonio al club fue la otra pata de su gestión y se marcha con A Sede a pleno rendimiento y con la nueva ciudad deportiva en Mos. En el debe, aparecen los entrenadores. El banquillo del Celta fue una especie de guillotina durante su mandato: pasaron por el 19 técnicos y nueve de ellos fueron cesados, la mayoría en el mes de noviembre después de malos arranques, un clásico en el Celta de los últimos tiempos.
En su etapa final, muchos le acusan también de priorizar el apartado económico frente al deportivo y de enrocarse en guerras como la que mantenía con Abel Caballero, el alcalde de Vigo, y de darle la espalda a la afición. Su cuota de popularidad había bajado de un modo importante en los últimos años, acusando, seguramente, el desgaste del tiempo.
Carlos Mouriño dio un paso al lado en el mes de junio. Pocos días después de la salvación, comenzó a perder protagonismo en favor de Marián Mouriño y después del partido de leyendas, desapareció del mapa. Ese mismo día, ya no estuvo en el palco de Balaídos, escenario que pisó por última vez con motivo de la visita del Real Madrid.
Desde finales de agosto, estuvo desaparecido para el Celta. Viajó a México, desconectó y confesó que incluso no había ni visto los partidos de su equipo. Ese fue el primer vicio confesable que recuperó. Carlos Mouriño ya se sienta delante de la tele y admite que está preparado para volver a Balaídos. Eso sí, lo de viajar no lo tiene en su agenda. Ha sacrificado demasiados años su vida familiar y considera que ha llegado el momento de resarcir a su esposa, la menos celtista de una familia muy celeste.