«Aprendí mucho del batacazo tras debutar en Primera con el Celta en el 2019»
Grada de Río
Iker Losada reflexiona sobre la importancia de la salud mental, algo de lo que ha tomado conciencia a través de su propia experiencia
07 Nov 2024. Actualizado a las 05:00 h.
Iker Losada, que este domingo se reencuentra con el Celta como jugador del Betis, aprendió en el equipo vigués a gestionar los malos momentos y no considera que el actual lo sea, pues se siente feliz esforzándose día a día y con muchas ansias de mejorar. Siente que está creciendo y aprendiendo.
—¿Qué balance hace de estos primeros meses en el Betis?
—Está siendo un tiempo de mucho aprendizaje, que es lo más importante cuando vienes a un club como este y trabajas con gente de un nivel admirable.
—¿Se siente debutante pese a aquellos partidos con el Celta?
—Bueno, ya no soy debutante de esos primerizos, pero sí que soy aún novatillo en Primera (ríe).
—¿Qué tal el salto desde Segunda?
—Muy bien. Tenía muchas ganas de volver a estar en Primera, de disfrutar de ser jugador de esta categoría, que es lo que sueñas de pequeño y lo estoy cumpliendo.
—¿Qué se llevó del año en Ferrol?
—Una familia, que es lo que éramos jugadores, cuerpo técnico, afición... Y se notaba en el campo, lo hacíamos ver. Sentimos mucho el cariño de la afición, que es magnífica.
—Quitando las ganas de llegar a Primera, ¿le dio pena que esa etapa no fuera más larga?
—Sí, pero todos tenemos ganas de cumplir sueños y el mío era este. El Racing me dio la oportunidad de ser profesional en Segunda y fue un año superbonito. También fue de mucho aprendizaje en una liga como es la Segunda, que por algo la llaman Hipertensión. Cuando trabajas en un club que sientes familia, es todo mucho más llevadero y lo viví con mucha ilusión.
—¿Esperaba tener algo más de protagonismo en este inicio o ya contaba con la dificultad de la competencia?
—Sabía que la competencia iba a ser dura en el día a día. Todos queremos jugar y toca cumplir el papel que nos corresponda y desempeñarlo de la mejor manera. Sigo trabajando como el que más y estoy contento. Me han hecho muy fácil la adaptación y también me he podido reencontrar con Fran Vieites, que nos conocemos desde pequeñitos y estar cumpliendo este sueño juntos también era un punto muy a favor.
—¿Qué le pide Pellegrini?
—Que sea yo, que sea descarado, que juegue como sé y que tenga ese espíritu de ganador que hay quien dice que no tengo pero él me vio.
—En su día, contó que gestionó mal bajar al juvenil tras debutar en Primera. ¿Cómo lleva ahora el aspecto psicológico?
—Muy bien. Cuando eres joven, piensas que la cabeza no es importante, pero lo es. Cada vez tengo más claro que cuando estás bien mentalmente es cuando mejor estás físicamente, cuando no tienes ganas de ir al gimnasio, por ejemplo, te da ese plus. Al principio de mi corta carrera, es verdad que me costó ya no solo bajar, sino gestionar decisiones como que juegues o no. Ahora, es distinto. No sé si es la edad o el trabajo que hago, pero he asumido que son decisiones que toman los entrenadores y las tienes que respetar.
—Llegó a confesar que hubo un momento en que afrontaba los entrenamientos sin ganas y de forma rutinaria. Ahora, en Primera, ¿tiene motivación extra?
—Sí. Pero aquello venía dado por esas decisiones que se iban tomando y me costaba entender. Al final, eres un poco inmaduro hay veces que piensas en ti más que en el equipo. Ahora, lo pienso y veo lo tonto que fui. Soy un privilegiado por dedicarme a lo que me gusta y estar donde estoy, juegue más o menos. Tengo que seguir trabajando para conseguir objetivos más pequeños.
—¿Qué papel jugó ahí Laura Centoira, actual psicóloga del primer equipo del Celta?
—Cuando pasó todo, ella era la psicóloga que tenía, junto con Javi (Rodríguez Arias), que ya no está en el club, y vieron cómo mi cabeza decía cosas y después mi cuerpo no actuaba. Ella siempre me cuidó, la veré y le daré un abrazo enorme. Fue muy importante, porque fue como una caída, entre comillas, que tuve.
—Da la sensación de que aquellos momento complicados le sirvieron de aprendizaje.
—Sí, digo siempre que cuando ganas, ganas, y cuando pierdes, aprendes. A base de perder, vas aprendiendo mucho. Todo aquello después de debutar en Primera fue un batacazo o un palo de los que te da la vida y aprendí mucho, es cuando más aprendes. Somos privilegiados de practicar este deporte, el trabajo que deseaba desde pequeñito. Hay momentos que en tu trabajo hay cosas que consideras una mierda, con perdón de la palabra, y la realidad es que, comparando con otros, no puedes quejarte de nada.
—¿Qué tal lleva lo de estar lejos de casa?
—Lo que más echo de menos es a mi familia. Tanto en Vigo como en Ferrol, estaba a una hora de casa y siempre que podía, me escapaba para estar una tarde allí y eso es lo que más echo en falta. Y el clima también se echa de menos, porque el de aquí no tiene nada, nada que ver (risas). Pero son gajes del oficio.