Embajadores del celtismo... en Suiza
Zona Celeste
La Peña Celtista de Ginebra, nutrida sobre todo de emigrantes, busca expandir la afición por el equipo vigués en su país de residencia
01 Oct 2015. Actualizado a las 10:03 h.
Suiza fue destino de numerosos emigrantes gallegos y el celtismo viajó y echó raíces allí con muchos de ellos. Fruto de ello nació hace poco más de un año la Peña Celtista de Ginebra con la obsesión no solo de juntar a aficionados que ya sentían la pasión por el equipo, sino también -y sobre todo, quizás- de propagarla en el país de destino. «No paramos de hacer publicidad al club, a la ciudad y a Galicia. Alguno no podría situar Vigo en el mapa, pero todos recuerdan las goleadas a la Juve y al Benfica», dice su presidente, Brais Rodríguez. Y si alguno no lo tiene presente, ellos se encargan de que sea así.
Tres o cuatro de los que hoy son los integrantes -los que la fundaron- solían reunirse para ver los partidos antes de crear este colectivo. «Sabíamos que más gente andaba por allí pero no íbamos a los mismos sitios...», rememora. La cosa ha cambiado radicalmente. «Somos 52 socios y ahora nos reunimos para los partidos y solo se nos oye a nosotros. Contra el Barça éramos mayoría en el bar. ¡Algo inimaginable hace unos años, objetivo cumplido!».
La barrera del medio centenar de socios era una meta a largo plazo que alcanzaron en solo un año. Se nutren sobre todo de emigrantes e hijos de emigrantes con edades comprendidas entre los 18 y los 65 años. «Queríamos promover el celtismo entre los más jóvenes para que no escogieran entre Barça y Madrid y que vieran que existe otro tipo de afición, los que sufren juntos», expone Rodríguez. A esa manera de entender el gusto por el equipo se ha sumado también «gente que no es gallega pero a la que le gusta el Celta por la manera» en que lo viven ellos. Cuentan con dos simpatizantes suizos e incluso con una boliviana.
Como lugar de reunión escogieron el centro gallego A. C. D. Tordoya «por la facilidad para ver los partidos» y para encontrar a más celtistas. Aunque se da la circunstancia de que ese centro alberga al mismo tiempo a a la Peña Deportivista de Ginebra, con la que tienen una relación muy estrecha. «Es mucho más antigua que nosotros porque aquí emigró mucha más gente de Coruña que del resto de provincias gallegas. Nos llevamos muy bien, será que el sufrir en la distancia nos hace sentir más unidos». Además, aunque de equipos diferentes, tienen un objetivo común: «Cuando vemos a niños con camisetas de Barcelona o Madrid les decimos que sean de algún equipo gallego. ¡Ten que ser a morriña!», comenta.
En todo caso, Brais asegura que el celtismo en la distancia se lleva relativamente bien. «Tenemos bastante facilidad para viajar y acceso a información sobre el club. Hace unos diez años era mucho más complicado, incluso había partidos que no podíamos ver», relata echando la vista atrás. Seis de los integrantes son socios, tres accionistas y tienen un carnet de la peña -«si seguimos así, esperamos que sean dos o tres»- . Suelen viajar a Vigo al menos tres veces al año. «También nos desplazamos a Alemania en la pretemporada. La mayoría de nuestros socios han tenido oportunidad de estar en Balaídos, pero es cierto que duele no poder sentarnos en nuestro asiento cada dos fines de semana en Marcador».
El presidente de la peña es hijo de emigrantes de Monforte de Lemos. «El celtismo me lo metieron en el cuerpo mis padres y una familia de Vigo que me cuidaba cuando era niño. Tenía el escudo colgado en la cuna», relata orgulloso. Ahora, su objetivo es que haya muchos más celtistas de cuna como lo fue él. «Nuestro reto es que el celtismo se expanda por el mundo, como dijo nuestro presidente, Carlos Mouriño. Para eso hay que empezar por nuestra ciudad y de momento ya hemos conseguido que algún niño se cambie al Celta».
Tardaron seis meses en arreglar los papeles con el consulado para poder formalizar la agrupación. Pero mereció la pena. «Desde el principio tuvimos claro que queríamos ser una peña oficial. Nos sentimos orgullosos de ser celestes y queremos teñir Suiza de nuestros colores. El tiempo dirá si somos capaces de cumplir esa misión».