Quinocho, una peña homenaje de celtista a celtista
Zona Celeste
Antonia Mouriño creó hace 17 años este colectivo como reconocimiento al excéltico asesinado, al que consideraba un hermano
10 Feb 2016. Actualizado a las 13:37 h.
Antonia Mouriño, socia número 800 del Celta, 77 años, asegura que tiene un móvil muy, muy viejo, pero que no se atreve a cambiarlo por si acaso le supone perder su melodía. «Cada vez que suena, escucho el himno del Celta. Y también le tengo puesta una insignia del equipo. Es lo mejor que hay», proclama. La afición la heredó de su padre, con quien viajaba desde Celanova para ver cada partido del Celta en Balaídos desde los seis años -«bajámos del tranvía en Policarpo Sanz para ver el panel que ponían allí con los resultados», rememora- , y durante mucho tiempo, ya en Vigo, la compartió con Quinocho. Por eso cuando él murió asesinado a finales de los 80, en ella nació la necesidad de crear una peña celtista con su nombre. Lo hizo en 1999 y aquel colectivo celtista celebra este febrero sus primeros 17 años de vida.
«Le quería tanto... Era como un hermano para mí. Siempre andábamos juntos por Vázquez Varela, frente a los Capuchinos. No recuerdo momento más triste que su entierro», relata haciendo un esfuerzo para recordar instantes que le encantaría poder borrar. Pero como entre las cosas que habían vivido juntos estaba el celtismo, Mouriño decidió fundar la Peña Quinocho. Más de diez años después del adiós al exjugador y gerente del club, el 18 de febrero de 1999 sus amigos se reunían para inaugurarla. «Vino el entonces presidente del club; el alcalde de Vigo; la mujer de Quinocho, Trini.. Fue muy emotivo para todos, un homenaje muy merecido». Y que se hace extensivo hasta el día de hoy.
Mouriño montó un altar dedicado al Celta y a Quinocho que actualmente permanece inalterable en el mismo sitio: la Tapicería Viguesa de la que es propietaria, donde trabajó hasta su jubilación y a donde admite que continúa acudiendo a diario pese a los problemas de salud con los que va teniendo que lidiar. Es el lugar que funciona también como sede de la peña desde que esta se puso en marcha y no lo cambia por nada. «Allí lo sigo teniendo, en el Camiño do Caramuxo, 56. ¡Eso hay que verlo!», exclama con orgullo sobre uno de sus pequeños grandes tesoros celtistas.
La presidenta reconoce que hoy la peña no es lo que era. La mayoría de sus integrantes se han hecho mayores y, aunque su celtismo permanece intacto, la actividad ha menguado mucho con respecto a tiempos pasados, cuando hacían comidas, viajes y se reunían con mayor frecuencia. Pero ella y su familia mantienen viva la peña. «Yo sigo pagando a la Federación para mantenerla. Y también pago los abonos de todos mis hijos y nietos para que no tengan que ocuparse», confiesa. Todos juntos acuden al municipal vigués siempre que hay partido, aunque ahora echa de menos a algún nieto que vive fuera de la ciudad. A algunos de sus nietos también les tira el fútbol sobre el césped -«juegan en el Coruxo, ¡mira que hace frío en ese campo!»-.
En muchas ocasiones cuando se celebra el Memorial Quinocho, ha sido invitada a sentarse con las autoridades como cabeza visible de la peña. «Pero la verdad es que a mí no me convence nada lo de estar allí arriba. Yo prefiero estar en mi sitio, que es la fila 12 de Tribuna con los míos», presume. Como lo hace de un marido que «no va al fútbol porque se pone muy nervioso», pero que la lleva y la trae para que no pierda detalle. Ella se acuerda de su gran amigo sin necesidad de que llegue esa fecha del homenaje en forma de torneo. «Está allí, en Pereiró, cerca de mi hermana y mi madre. Siempre le tengo presente».