50 años del inicio de una leyenda
Zona Celeste
Manolo, el jugador que más veces defendió la camiseta del Celta en su historia (532), recuerda sus 17 temporadas el día que se cumple medio siglo de su debut
18 Dec 2016. Actualizado a las 05:00 h.
Hace hoy medio siglo comenzaba a escribirse una leyenda. Era la primera de las 532 veces que convierten a Manolo, el Gran Capitán, en el futbolista que en más ocasiones ha defendido la camiseta del Celta en historia. «Creo que fue contra el Rayo y hacia finales de año», rememora el vigués con sorpresa cuando toma conciencia de la efeméride. Efectivamente, se estrenó ante el cuadro madrileño el 18 de diciembre de 1966. «¡Quién me iba a decir que alguien iba a recordármelo si no me acordaba ni yo!».
Lo que sí tiene grabado a fuego, fechas aparte, son las circunstancias y las sensaciones. Su debut pudo haberse producido antes, pero él quiso posponerlo para estar en las mejores condiciones. «El entrenador me quería poner semanas atrás, pero tenía molestias musculares y preferí esperar. Se retrasó, pero merecía la pena, porque iba a jugar con el equipo de mi ciudad, al que iba a ver desde pequeñito», relata.
No podía imaginar que aquel debut y la última vez que vestiría la celeste estarían separados por 17 años. «Nunca sabes lo que va a venir, pero soy muy feliz de haber llegado a ser, al menos de momento, el futbolista que más partidos oficiales ha jugado con el Celta», cuenta lleno de orgullo y a la vez deseoso de que alguien bata su récord. «Si puede ser un canterano, mejor».
Vivencias impagables
La historia pudo haber sido diferente. En mil sentidos. Ya lo dice Manolo: «En tantos años, te pasa de todo». Desde que un compañero de vestuario acabe siendo tu entrenador -le sucedió con Pedrito-, hasta que aquel debut no se hubiera producido en aquel momento, nada más terminar la etapa juvenil. «El club quería cederme aquella temporada, pero yo dije que me veía preparado para el primer equipo y César Rodríguez apostó por mí. Siempre será el más especial de los técnicos que tuve». Un total de 14.
También pudo haber ocurrido que alguno de los clubes que le pretendieron se lo hubiera llevado. «Tuve dos posibilidades importantes en mi carrera, pero si no te quería dejar ir, estabas retenido de por vida», explica. Primero fue el Real Madrid y luego el Elche, opciones frustradas que no le han hecho mella. «Gracias a que no me permitieran ir terminé mi carrera aquí. Igual hubiera ganado más dinero o hubiera jugado en Europa. Pero lo que viví en el Celta es impagable».
Si se le pregunta por qué supone el club en su vida solo acierta a responder que «no hay palabras». Eso no quita que pasara por momentos duros. El peor, una lesión causada por una entrada de Cruyff en 1974. «En principio no era grave y me dejó diezmado. Me acostumbré a jugar con dolor, tomando antiinflamatorios... Y mi nivel se resintió. Fue muy mala suerte», lamenta.
En contraposición con ese «calvario», como él mismo lo denomina, hubo muchos momentos felices. «Los mejores fueron los ascensos y pasar de Segunda a la primera participación en UEFA en la historia en cuatro o cinco años. Aquello para un chaval joven salido de la cantera como yo era lo más grande». También recuerda la semifinal contra el Madrid de Copa de 1968, a la que accedieron pese a militar en Segunda. «Aquí ganamos en la ida y uno de los goles lo marqué de cabeza. Ese es de los que no se olvidan».
Si se tiene que quedar con lo mejor, siempre se va a lo colectivo. «Todos los partidos que hayan significado algo victorioso para el Celta lo han significado también para mí. Lo que me ha importado y me importa es el beneficio del club». También por eso su recuerdo más amargo es el descenso a Segunda B. «Fue lo más doloroso de todo», asegura.
Sufrió también con su retirada. «Pese a la lesión, hubiera seguido un año más para retirarme en Primera. Decidieron por mí», cuenta. A cambio, vivió un homenaje «inimaginable». «Esperas algo bonito, pero cuando ves aquel campo lleno para homenajearte a ti es una sensación única», comenta emocionado.
Como un celtista cualquiera
Hoy Manolo sigue sintiendo el celtismo con pasión, pero la lleva por dentro. «Más reposado, ya no voy a Balaídos, pero lo vivo con los nervios de cualquier celtista», dice. Pero por más que se empeñe, sí se habla del Celta, Manolo nunca será uno más. «Siempre me dicen eso de Gran Capitán que me puso algún periodista. Sois así (se ríe). Estoy contento y agradecido, pero yo diría que es excesivo».