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Maurice Sendak, el escritor que enseñó a los niños a convivir con los monstruos

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La Voz Redacción

Sendak cambió el enfoque de los cuentos para niños con «Donde viven los monstruos» llevando a los pequeños a un rico mundo interior donde vivir con sus miedos

11 Jun 2013. Actualizado a las 06:34 h.

Maurice Sendak, gracias a su celebrada obra Donde viven los monstruos, dejó de lado los cuentos donde a los niños se les asustaba con monstruos para ponerlos a convivir con ellos. Maurice Sendak cambió la forma de escribir para niños y de entenderlos a través de sus historias. A partir de ese momento se rompe la relación entre niño y miedo. En sus historias pequeños podían explorar sus miedos y partes oscuras. Cambiaría para siempre la forma de ver las historias de monstruos, unos personajes que reunían y encerraban todo lo malo a lo que se enfrentaban los pequeños.

Escritor e ilustrador, Maurice Sendak es el autor del clásico de 1963 Donde viven los monstruos, llevado al cine en el año 2009, la enternocedora historia de Max, un travieso niño que, tras ser castigado su madre, viaja a un mundo imaginario para compartir aventuras con un peculiar grupo de «cosas salvajes».

Se trata de los monstruos de Maurice Sendak, unas criaturas peludas y tiernas, gruñonas, feas y entrañables, de las que pronto el protagonista de la historia se convierte en rey. Además de por sus originales ilustraciones, Maurice Sendak marcó con este cuento en particular y con el resto de sus obras en general un punto de inflexión en los relatos infantiles por su manera de entender y plasmar sobre el papel el universo que se esconde tras la mente de un niño, dando rienda suelta, sin límites ni ataduras, a toda su fantasía, a sus miedos y sus inquietudes, hasta el punto de conseguir que su gran protagonista, Max, vestido con un disfraz de lobo y una corona, dominase su pánico frente a las «cosas salvajes», cruzase al otro lado y se coronase como su mejor amigo y rey.

Maurice Sendak nació en Nueva York en 1928 -el mismo día que Mickey Mouse, al que el ilustrador admirará durante toda su vida- y murió en Connecticut hace poco más de un año. Tuvo una infancia difícil y enfermiza -sufrió paperas, neumonía y escarlatina- y creció en un agitado contexto histórico y social -Gran Depresión, Holocausto y Segunda Guerra Mundial, a lo que se sumó la desaparicióndel hijo del aviador Charles Lindbergh-, lo que le convirtió en un niño asustadizo, reprimido -nunca confesó a sus padres su homosexualidad- y aprensivo, con una especial concepción del mundo que plamó más adelante en toda su obra artística y literaria. «Cuando tenía más o menos cuatro años, ocurrió el terrible secuestro del bebé Lindbergh. Fue un evento muy traumatizante para los niños a comienzos de los años treinta. Todos pensamos que nos podían secuestrar a nosotros. (...) El hecho de ser secuestrado fue siempre una pesadilla recurrente en mi vida», confesó Maurice Sendak en una entrevista en el año 2000 en la revista Caracas: Enlaces con la crítica.

La crueldad explícita de los dibujos de Maurice Sendak abrió una controvertida brecha en su consideración como autor de culto. Valorado como tal por gran parte de la crítica, rendida a sus más de 100 trabajos para reconocidos autores como Leon Tolstoi, Herman Melville o Hans Christian Andersen y a sus 12 libros propios, Maurice Sendak sufrió el rechazo tanto de de sectores conservadores como de padres que vieron en sus dibujos y sus historias el fiel reflejo de un trauma infantil que podía acabar causando erróneas impresiones en sus hijos.

Así como Donde viven los monstruos consolidó a Maurice Sendak como un referente de la literatura infantil con solo 37 páginas, 10 frases y 338 palabras -en 1964 recibió la Medalla Caldecott, una especie de Pulitzer de la literatura infantil-, también fue retirado como si ardiese de las estanterías de no pocas librerías. El cuento, a principios de la década de los 60, era una historia políticamente incorrecta, alejada de prototipos, de paradigmas ñoños y de valores didácticos. En el otro extremo, proclamaba las bondades de encontrar el monstruo que hay en cada uno de nosotros y convertirse en su propio rey, domesticarlo y amaestrarlo, aprendiendo a vivir un auténtica aventura de la mano de los nuestros miedos e inseguridades. Maurice Sendak nunca creyó que hubiese que proteger a los niños durante toda la vida. Ni que a los niños hubiese que ocultarles sentimientos como la furia y el odio. El ilustrador reveló en varias ocasiones que lo que quería era dar a entender que los más pequeños deben empezar a descargar su rabia para hacer frente a situaciones familiares y encontrando caminos para lograr un mejor equilibrio interior. «Si los niños no pueden mejorar muchas de las situaciones emocionales de su realidad diaria, sí lo pueden hacer en su imaginación».

A la obra mayúscula de Maurice Sendak, con su niño lobo Max y su corona y sus abrazables monstruos, le siguieron y precedieron magníficos trabajos como la también controvertida La cocina de noche, una historia en la que unos orondos cocineros meten a los niños -el protagonista se pasea desnudo sobre las páginas del libro- dentro de sus tartas; Bumble-Ardy, con un cerdo huérfano como protagonista; o Outside Over There, una obra en la que el ilustrador vuelve al caso Lindbergh.

Maurice Sendak también se entregó a la tarea de ilustrar algunos textos de los hermanos Grimm, como El enebro y otros cuentos de Grimm , publicado en el año 1973, colaboró en el guión y en las letras de las canciones de los dibujos de la televisión estadounidense Really Rosie (1975) -cuya protagonista es uno de los personajes de su libro El letrero secreto de Rosie- y participó en la adaptación teatral de Donde viven los monstruos.

Resucitó a Maurice Sendak, y lo hizo conocido allá en donde sus historias no habían llegado, Spike Jonze, 40 años, director singular en Cómo ser John Malkovich (1999) y El ladrón de orquídeas (2002). El cineasta fue uno de aquellos niños impresionados con la peripecia de Max. A primera vista parecía un libro y un tema para Tim Burton, pero finalmente fue Jonze, dueño igualmente de un universo estético y plástico que lo coloca entre lo más refrescante del actual cine norteamericano, aunque sin el refrendo crítico y popular del autor de Eduardo Manostijeras.

El resultado de la adaptación a la gran pantalla de Donde viven los monstruos de Maurice Sendak responde a lo esperado, una película que parece dirigida más al consumidor adulto que al infantil, por razones culturales, sociológicas y coyunturales, incapaz de hacerse con las complejas claves que maneja Jonze. Incluso se permite hacer juegos con la cámara, saltarse las reglas canónicas impuestas por Disney desde los tiempos de Maricastaña... Eso sin valorar cómo interpreta la imaginación, el lado oscuro de los sueños y ese punto de crueldad inquietante y perturbadora de un crío como Max.


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