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Del Nelson Mandela rebelde y violento al Nelson Mandela Nobel de la Paz

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Redacción La Voz

Símbolo de la libertad le dio un giro radical a los derechos humanos y a Sudáfrica, hoy el país mñas avanzado del continente africano. Pero no solo fue un icono en el que fijarse. Fue también un hombre de carne y hueso, con deseos, sentimientos y secretos

18 Jul 2014. Actualizado a las 18:50 h.

Nelson Mandela era rebelde como líder. Dirigió a Sudáfrica con carisma, como su primer presidente negro, como un luchador incansable con la dignidad y tolerancia como bandera. Pero bajo todas esas capas, primero de revoltoso inconformista, después de prisionero y al fin de digno icono de la libertad, de Nobel de la Paz y de humildad última, aparecía un hombre de carne y hueso, prácticamente imposible de conocer al detalle. Poco se puede decir o descubrir que no se haya descubierto o dicho ya del Mandela que conoció el mundo entero. Su muerte en diciembre del 2013 hizo que los adjetivos se agotaran para describir a un hombre cuya dignidad y honradez es ya un icono del siglo XX. Para conocer cómo se fraguó este mito es esencial repasar su trayectoria vital y sus reflexiones recogidas en su autobiografía El largo camino hacia la libertad, editada por primera vez en 1994, el año en que fue elegido presidente en las primeras elecciones no racistas de Sudáfrica, y reeditada el año pasado.

El camino vital de Nelson Mandela estuvo marcado por la rebeldía en sus primeros años: «Además de la vida, una constitución fuerte y una vieja vinculación con la casa real de Thembu, lo único que mi padre me dio al nacer fue un nombre, Rolihlahla. En xhosa, Rolihlahla quiere decir literalmente «arrancar una rama de un árbol», pero su significado coloquial se aproxima más a "revoltoso"». Y finaliza con un reposado discurso: «La libertad trae consigo responsabilidades y no me atrevo a quedarme rezagado. Mi largo camino aún no ha terminado».

Nelson Mandela fue el primer miembro de su familia en ir al colegio. La muerte de su padre cuando solo tenía 9 años cambió su vida, al ser enviado a estudiar bajo la batuta de un tutor, Jongintaba Dalindyebo, el jefe de los Thembu. Las tradiciones tribales le marcaron: «Las ideas que posteriormente desarrollé acerca del liderazgo se vieron profundamente influidas por el ejemplo del regente y su corte». Para él, las reuniones del clan eran «la democracia en su forma más pura», en la que se tenía en cuenta la opinión de la minoría.

El gobierno de la mayoría era una idea extranjera. Una minoría no podía verse aplastada por la mayoría. Durante su circuncisión a los 16 años, el jefe Meligqili despertó algo en la conciencia de Nelson Mandela: «Nosotros los xhosas, y todos los sudafricanos negros, somos un pueblo conquistado. Somos esclavos en nuestro propio país». Su estudio de la historia africana cambió su forma de ver al hombre blanco, que hasta entonces apenas se había cruzado en su vida. «El hombre blanco había destruido el abantu, la hermandad entre las diversas tribus».

Nelson Mandela nació el 18 de julio de 1918 en Mvezo, una aldea de la etnia Xhosa, «un pueblo orgulloso, patrilineal, con un lenguaje expresivo y eufórico y una gran fe en la leyes», como él mismo define. Madiba, el nombre por el que era conocido -solo cuando fue a la escuela fue bautizado con su «nombre inglés o cristiano» de Nelson- vivió una infancia feliz y libre. «No nací con hambre de libertad. Nací libre, libre de todas las maneras que podría conocer ». De sus vivencias como pastor de ovejas en Qunu, donde fue a vivir tras perder su padre el título de consejero de la tribu de los Tembhu y su fortuna, aprendió que «humillar a otra persona es hacerla sufrir un destino innecesariamente cruel».

El despertar político

Nelson Mandela no era capaz de precisar en qué momento se produjo su politización ni cuándo supo que dedicaría su vida a la lucha por la libertad. «No experimenté ninguna iluminación, (...) pero la continúa acumulación de pequeñas ofensas, las mil indignidades y momentos olvidados, despertaron mi ira y rebeldía, y el deseo de combatir el sistema que oprimía a mi pueblo». El Instituto Clarkebury, un avanzado centro de enseñanza fue el primer lugar occidental que pisó, luego vendría la Universidad de Fort Hare, «un faro para los estudiantes africanos», donde conoció a su amigo y compañero de lucha Oliver Tambo. En el Consejo de Estudiantes comenzó su activismo y donde tuvo que tomar su primera decisión: respetar lo establecido o mantener su ideas.

Nelson Mandela, tan especial como era, escogió lo segundo y fue expulsado. Terminó en Johannesburgo trabajando en las minas de oro y huyendo de un matrimonio concertado. Allí conoció a Walter Sisulu, que fraguó su educación política, y vivió su primer amor: Evelyn Mase, «una joven bella y tranquila que llegaba del campo», con la que se casó en 1944. Tres años antes se había licenciado en Derecho.

Militancia y radicalismo

El matrimonio de Nelson Mandela coincidió con el inicio de su militancia en el Consejo Nacional Africano. En 1947, al recibir su primer cargo quedó «vinculado en cuerpo y alma» a la lucha contra el apartheid. «Era un palabra nueva, pero resumía una idea ya vieja (...) Partía de una premisa: que los blancos eran superiores a los africanos, los indios y los mestizos». Apostó en un principio por la violencia en los duros años de gobierno de los afrikáner. «Empecé a entonar un canto de libertad cuya letra decía: Ahí está el enemigo, tomemos nuestras armas y ataquémosle», escribió. Pero terminó por ser el impulsor de una vía pacífica hacia la reconciliación.

«La prisión, lejos de doblegar nuestro espíritu, nos dio fuerza para continuar en la lucha», declaró Nelson Mandela. En la cárcel de Robben Island escribió sus memorias tras ser condenado a cadena perpetua en 1963 en el proceso de Rivonia. «Sabía perfectamente que el opresor debía ser liberado al igual que el oprimido (...) Cuando pasé las puertas de la prisión, esa era mi misión». Era el 11 de febrero de 1990 y había pasado 27 años en prisión. Durante su cautiverio decide negociar con W. F. De Klerk: «Decidí no decir a nadie lo que estaba a punto de hacer... Hay momentos en los que un líder debe avanzar por delante de la manada».

En la última página de sus memorias, Nelson Mandela escribió: «He recorrido un largo camino hacia la libertad. He intentando no titubear. He dado pasos en falso en mi recorrido, pero he descubierto el gran secreto. Tras subir una colina, uno descubre que hay muchas más colinas».

La familia y las mujeres

Un buen día Nelson Mandela se dio cuenta de que la lucha consumía todo su tiempo. «Un hombre involucrado en la lucha era un hombre sin vida familiar», admitió en su autobiografía. Solo en su jubilación disfrutó de su familia, de sus esposas, hijos, nietos y bisnietos. Anteriormente nunca había dedicado excesivo tiempo a las mujeres, pero como hombre encantador y enamoradizo tuvo numerosos romances y tres esposas: Evelyn, Winnie y Graça. En Sudáfrica era un secreto a voces que las dos primeras familias de Mandela no se llevaban bien entre sí. Durante años, sus hijos mantuvieron agrias disputas familiares. El día de su 80 cumpleaños, el líder sudafricano contrajo matrimonio por tercera vez con una mujer de 50.

Graça Machel, «la viuda de la revolución» -estuvo casada con el padre de la independencia mozambiqueña, Samora Machel-, fue la última mujer de la vida de Nelson Mandela. Ambos se encontraron en los años 90 cuando ella se recuperaba de la muerte del padre de sus dos hijos y Mandela acababa de recuperar la libertad después de 27 años. Se casaron en 1998.


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