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«The Walking Dead» 7x01: El regreso de la serie traumatiza a la audiencia

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P. Vilasoa Redacción / La Voz

La serie de zombis ha estrenado su nueva temporada con una verdadera tortura audiovisual que despeja la duda de la víctima de Negan y encadena un momento sádico tras otro

25 Oct 2016. Actualizado a las 10:34 h.

The Walking Dead prometía para el arranque de su séptima temporada un episodio especialmente duro. Era de esperar, ya que el final de la sexta había dejado la muerte de uno de los personajes principales en el aire, de modo que se preveía que los espectadores iban a pasar un buen rato sufriendo. Pero lo que seguramente nadie pensaba era que los responsables de la serie se iban a ensañar tanto con la audiencia.

(Este artículo contiene spoilers del primer capítulo de la séptima temporada, así que si no quieres enterarte, mejor no sigas leyendo)

El espectador asiste en este estreno de temporada a una verdadera tortura audiovisual, plagada de momentos sádicos para los que ni siquiera quien se haya concienciado de lo que iba a pasar está preparado psicológicamente. Llega un momento en que la muerte de los personajes no es lo peor. La tensión se crea a base de indefensión e impotencia ante un enemigo superior, cruel y despiadado. Esta es la verdadera carta de presentación, sin concesiones, de Negan, la nueva némesis de Rick.

Una muerte inesperada

Los guionistas de The Walking Dead han jugado sucio. Todos los lectores de los cómics de Robert Kirkman tenían claro quién iba a ser la víctima elegida por Negan: el entrañable Glenn. Su fallecimiento era obligado. Pocos podían ser tan emotivos y traumáticos como el del asiático, que tenía allí a su mujer y futura madre del vástago de ambos y que, además, formaba parte del elenco inicial de la serie.

Así que, para despistar, el elegido inicial fue otro: Abraham. Es un momento desagradable, pero no tanto como el sadismo que vamos a presenciar después. El pelirrojo, rodeado de las mujeres a las que había amado (Sasha y Rosita) acaba con el cráneo aplastado en el suelo y, en medio de esa horrible situación, Daryl se echa a Negan y le da un puñetazo.

En los cómics, el motorista no existe, así que esto nunca sucede. Pero, dado el carácter del personaje, su presencia en ese momento hace que la reacción de Daryl sea obligatoria. El motorista, moribundo desde la temporada anterior, cree que no tiene nada que perder.

Así que Negan decide demostrarle que eso no es cierto. Toda acción tiene su reacción. Y el nuevo villano de The Walking Dead le demuestra que tiene algo más que perder que su propia vida: la de otro compañero. Esta vez, cuando ya teníamos nuestras defensas bajas, Lucille (el bate forrado con alambre de espino) golpea brutalmente la cabeza de Glenn.

Sorprendentemente, la escena (de las más gore en una serie que nos tiene acostumbrados a estas cosas) adapta fielmente las crudas imágenes del cómic de Robert Kirkman. Glenn dice unos incomprensibles balbuceos con el ojo izquierdo salido de su cuenca. La visión de su cabeza partida e hinchada, mientras Maggie lo mira, es descorazonadora.

Pero The Walking Dead no quiere dejarlo ahí y prefiere regodearse sádicamente, como el cómic, en ese momento. Y todavía nos esperan unas horrendas vistas del bate de Negan espachurrando hasta convertir en carne picada los sesos de este personaje, uno de los más queridos de los espectadores.

Podríamos pensar que la brutalidad de la escena serviría ya como justificación de un intenso capítulo con el que abrir la séptima temporada. Pero todavía quedaba un desesperante momento de tensión.

Rick, de líder a súbdito

El objetivo de Negan durante todo momento es dinamitar el liderazgo de Rick dentro de su grupo. Quiere que el gran líder de The Walking Dead le suplique clemencia y le jure lealtad.

El estreno de la nueva temporada de The Walking Dead comienza con un Rick tocado, devastado por la brutalidad sin precedentes que acaba de presenciar. Pero todavía se anima a desafiar al cruel Negan.

El mal sabor de boca por su indefensión mientras mataba a dos de sus compañeros y amigos sigue en su cabeza, pero el protagonista de la serie continúa sintiendo odio y rabia antes que miedo hacia Negan. El villano utiliza el hacha de Rick como hilo conductor de la destrucción de su liderazgo.

Demuestra no tener escrúpulos cuando le hace rebuscar su arma entre los zombis y, como contrapunto, lo salva en un par de ocasiones potencialmente letales. El villano no quiere matar a Rick. Lo necesita.

Mientras, Negan deja clara su amenaza. Un personaje tras otro puede acabar con la cabeza aplastada por Lucille si Rick sigue desafiándolo. Solo puede hacer una cosa: obedecer.

Pero en la mirada el líder de nuestros supervivientes todavía sigue una actitud desafiante. Así que Negan pasa a la traca final.

Llegado este momento, The Walking Dead ya nos tiene donde quiere. En el territorio de lo imprevisible. Así que, a pesar de lo salvaje que suena la idea, cuando Negan le obliga a Rick a cortar de cuajo, utilizando su propia hacha, el brazo izquierdo de su hijo Carl, hay una parte de nosotros que cree que la posibilidad es real.

Donde todo lo anterior había sido desagradable en cuanto a la violencia y al gore, este momento resulta devastador psicológicamente. Rick está más hundido que nunca. Tiene, por primera vez en mucho tiempo, un miedo atroz. Pavor por su vida, por la de su hijo y por la de sus amigos. Negan ha conseguido arrastrarlo por el suelo en su condición de líder intachable.

La dureza del momento solo se ve amplificada por las valientes palabras de su hijo Carl. «Hazlo, papá», dice el niño momentos antes de que su padre levante el hacha para asestar el golpe.

Entonces, Negan lo para. Ya tiene a un Rick sumiso y asustado, con una mirada de pavor que no le abandonará hasta los créditos finales.

El futuro que no será

Si hay algo que destaca de este capítulo es cómo logra sostenerse en solo una escena. Los mismos personajes, un único escenario y un espacio de tiempo corto. No había tiempo para nada más. Los elementos le sobraban a los responsables de The Walking Dead para amedrentarnos y hacernos sufrir durante 40 largos minutos sin necesidad de presentar a personajes nuevos o mostrarnos qué ha sido de Carol y Morgan.

Rick y los suyos han pasado un momento traumático y son conscientes de que su mundo ya no volverá a ser el mismo.

Es Maggie la que dice lo que todos los espectadores pensamos: «Hay que prepararse para la guerra». Pero, por primera vez, el resto de personajes, en sus actitudes y miradas serviles, no parecen secundarla. En la cabeza de todos está presente la brutalidad de lo que ha hecho Negan. Demasiado reciente.

Después de mostrarnos un cruel caramelo envenenado en el que vemos un imposible y bucólico futuro en el que Glenn sostiene en brazos a su futuro hijo e intercambia una mirada con Abraham, comienza la nueva vida de nuestros supervivientes favoritos, que acaban de conocer a su más temible enemigo en The Walking Dead.


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