Israel y el Eurobarómetro
Internacional
Análisis | Lo hebreo visto desde la UE La dudosa percepción que el europeo tiene de lo judío -que sitúa el Estado hebreo como un peligro para la paz- ha movido a Bruselas incluso a disculparse, hasta el disparate
08 Nov 2003. Actualizado a las 06:00 h.
Ironizaba Brecht, a raíz de la represión de los alemanes del Este en los años 50, que ya que los gobernantes no estaban de acuerdo con lo que pensaba el pueblo lo mejor era que disolviesen este pueblo y convocasen otro más afín. Esto mismo podría pensarse de la UE, visto el revuelo armado a lo largo de la semana a causa del último Eurobarómetro. Al recibir los datos de la encuesta, los burócratas de Bruselas no pudieron sino contemplar con horror como los europeos ponían a Israel en lo alto de la lista de países que amenazan la paz mundial (seguido de Estados Unidos). Se trató de ocultarlo y cuando esto se hizo imposible, se optó por pedir perdón a Israel -Romano Prodi- por esta «tendencia preocupante» de la sociedad europea. Naturalmente, Israel ya había sacado a relucir la eterna acusación de antisemitismo. El disparate ha alcanzado el punto en que la comisaria Loyola de Palacio pide la cabeza de los infortunados funcionarios que elaboran el Eurobarómetro. Por preguntar, como dijo el espejito mágico a la Reina Mala. Veamos: oficialmente, Israel no posee armas nucleares; extraoficialmente las almacena en el desierto del Néguev -y, de vez en cuando, hace pruebas con ellas, como la que esta semana se retransmitió en directo a todo Oriente Medio a causa de un error surrealista de la estación de control-. Israel ostenta el récord de resoluciones de la ONU incumplidas. Es el orgulloso iniciador de al menos tres guerras (1954, 1967 y 1981) en las que ha agredido varias veces a todos sus vecinos (Egipto, Jordania, Líbano, Siria e Irak) y a raíz de las cuales ocupa el territorio de al menos tres de ellos (Palestina, el Golán a Siria y las Granjas de Sheba a Líbano). Se trata de un país gobernado desde hace años por militares y fundamentalistas religiosos en el que la genética determina la ciudadanía; un país que, como consecuencia, mantiene a cuatro millones de personas en un exilio permanente, a otros tres y medio bajo ocupación militar, y a otro millón más (los árabes-israelíes) en un estatus de ciudadanos de segunda categoría. Israel, en fin, ha vendido sin control tecnología militar a países sometidos a embargo -la Suráfrica del apartheid, la Centroamérica de las dictaduras, la China actual- y no ha firmado ni el tratado de no-proliferación nuclear ni el del Tribunal Penal Internacional; ni siquiera el de los Derechos del Niño -edad penal para los niños palestinos: 12 años, Orden Militar 132-. Que Israel aparezca de primero en una lista de países peligrosos no es, se atrevería uno a decir, como para escandalizarse tanto. ¿Antisemitismo? Si uno se fija en el Eurobarómetro, es precisamente en los países tradicionalmente más amigos de Israel y las comunidades judías (Holanda, Dinamarca, Suecia) donde se encuentran los porcentajes más críticos con el Estado hebreo. Cuanto todo el mundo dice que uno está equivocado quizá se trate de una conspiración, pero quizás también se trate, simplemente, de que uno está equivocado. Xenofobias Más significativo: son los encuestados de mayor nivel cultural (y por tanto los menos proclives a la xenofobia) quienes más preocupados se muestran por las políticas israelíes. Si acaso, y esto parece haber pasado desapercibido, el prejuicio podría estar en otro lugar: de los quince países elegidos para la valoración, la mitad son Estados árabes o musulmanes, incluyendo naciones en tan poca disposición de amenazar a nadie (salvo a sí mismas) como la paupérrima Somalia o las invadidas Afganistán e Irak. En fin, que lo ocurrido con el Eurobarómetro viene a ser una muestra más de la inconsistencia de la política de los dirigentes de la UE respecto a Oriente Medio, errática hasta extremos de vagabundeo, lastrada por un paralizante e interminable complejo de culpa de algunos países (Alemania, Reino Unido) y por la falta de coraje de los demás. El resultado: la UE boicotea desde Bruselas su propia política sobre el terreno (el infatigable y ya cesado Moratinos), en la esperanza vana de que Israel la reconocerá algún día como mediador, algo que no va a ocurrir nunca. Mientras tanto, lo que piensen los ciudadanos europeos no es problema: con no preguntar otra vez es suficiente.