La Voz de Galicia

Zimbabue acusa al espionaje español de apoyar el intento de golpe en Guinea

Internacional

agencias | harare / madrid

El CNI tacha de «inverosímiles» las acusaciones y Ana Palacio presentará una protesta formal ante Harare El líder de los mercenarios dice que su objetivo era traer a Obiang a España

10 Mar 2004. Actualizado a las 06:00 h.

«Los mercenarios recibieron ayuda del servicio secreto británico (MI6), del español (CNI) y de la Agencia Central de Inteligencia de EE.UU. (CIA)». El ministro del Interior de Zimbabue, Kembo Mohadi, se mostró ayer muy seguro al lanzar estas acusaciones en una rueda de prensa. También lo estuvo a la hora de explicar cual era el objetivo de los militares a sueldo (un total de 64) detenidos el domingo en Harare a bordo de un avión estadounidense: «Iban a derrocar el Gobierno de Guinea Ecuatorial». Según las declaraciones de Mohadi, los agentes occidentales habrían convencido «al jefe del espionaje guineano para no oponer resistencia y cooperar con los golpistas», prometiéndole a cambio un cargo en las instituciones que surgieran tras el golpe de Estado. Testimonio del cabecilla Las afirmaciones del ministro procederían del testimonio de Simon Mann, uno de los detenidos el domingo mientras esperaba al Boeing 727 que fue inmovilizado e intervenido en el aeropuerto de la capital. Mann, un antiguo miembro de las fuerzas especiales británicas SAS, está considerado como uno de los máximos dirigentes de la Executive Outcomes (EO), la más importante sociedad de mercenarios del mundo (aunque inactiva desde hace años) y uno de los fundadores de la Private Military Company (PMC), surgida precisamente de las cenizas de la EO. En Johannesburgo, la ministra sudafricana de Exteriores, Nkosazana Dlamini-Zuma, confirmó que sus investigadores han verificado que había armas en el avión. Cree también que los detenidos están relacionados con siete supuestos mercenarios sudafricanos capturados en Guinea, junto a otros ocho militares a sueldo, procedentes de diversos países. Precisamente, la radio oficial ecuatoguineana informó ayer que el supuesto cabecilla de los detenidos en Malabo, Nick Dutoit, tenía como objetivo secuestrar al presidente Teodoro Obiang y traerlo a España para remplazarlo por el líder opositor Severo Moto. Este sudafricano de 48 años, traficante de armas y de diamantes, se encuentra en Malabo desde el pasado julio, mientras que los otros mercenarios llegaron en oleadas sucesivas como comerciantes. En los próximos días, el grupo esperaba la llegada de otros sesenta combatientes reclutados en Congo . Según la agencia misionera Misna, Dutoit hizo estas declaraciones a la televisión ecuatoguineana. El sudafricano habló en inglés sentado ante una mesa junto a todos los embajadores acreditados en el país. Fuentes diplomáticas españolas confirmaron que el ministro de Exteriores, Pastor Michá, convocó el martes a todos los embajadores para informarles de la intentona golpista y que en la reunión estaba Dutoit, con lo que es posible que las declaraciones se realizaran en ese acto. El propio Obiang aseguró ayer que «en el transcurso de los interrogatorios, hemos descubierto que los mercenarios estaban financiados por poderes enemigos, por compañías multinacionales, por países que no nos quieren». El mandatario no quiso identificar a ningún país o empresa. El ministro de Información, Agustín Nze, explicó a La Voz de Galicia que «estamos esperando a tener todos los datos bien atados. No se puede acusar a la gente hasta que no comprobemos cada detalle». Protesta formal española Obiang aprovechó para insistir en la petición de extradición de Moto, al que acusa de estar detrás de la operación y que se encuentra exiliado en Madrid. La solicitud obtuvo la respuesta de la ministra de Exteriores, Ana Palacio, quien explicó que responder a la petición es algo que «depende de los jueces». Palacio también instó a la embajada española en Zimbabue a formular una protesta formal por las acusaciones de aquel país. Mientras, fuentes del CNI negaron cualquier implicación en el fallido golpe y tacharon las acusaciones de «absolutamente inverosímiles».


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