Mesopotamia se parece a Vietnam
Internacional
19 Apr 2006. Actualizado a las 07:00 h.
Cuando Bush decidió ir a la guerra con Irak, Colin Powell hizo un último y desesperado intento por disuadirlo. «Mire, presidente, Irak es como un jarrón. Si lo rompe, se va a tener que hacer cargo de los pedazos». Powell era consciente de que lo único que mantenía a ese jarrón unido era el terror a Sadam. La Voz ha vuelto a Irak tres años después de ser testigo de la invasión, y ha comprobado cómo los efectos de esa rotura son evidentes en cada calle. Como decía un maestro de escuela suní, «antes había iraquíes. Ahora sólo hay suníes, chiíes o kurdos». Irak está partido en tres, y Estados Unidos sigue sangrando a manos de una resistencia que se nutre de la minoría suní y de su miedo a perder la supremacía. Hastiados, frustrados por esa guerra de guerrillas para la que no venían preparados, los norteamericanos han desarrollado una estrategia para salir del atasco: hacer que los iraquíes luchen contra la resistencia iraquí, aplicar el manual de Vietnam para conseguir la «paz con honor» que vendió Nixon para retirar las tropas y salir del atolladero. No es la única referencia posible en Irak al gran trauma americano del pasado siglo. Vietnam planea ya por Mesopotamia como algo más que un fantasma. Es el desaliento de los soldados por una guerra en la que no ven progresos. Es ese enemigo que ataca y se esconde como lo hacía el Vietcong. Es la incapacidad de los políticos iraquíes para ponerse de acuerdo y formar un gobierno, de la misma manera que los líderes survietnamitas naufragaban entre la corrupción. Y es la forma en la que el Pentágono aplica el manual de Vietnam hasta para lo que no funcionó. En el país asiático, EE.UU. se enfrentaba a un levantamiento nacional que luchaba contra el agresor. Tenía sentido que los survietnamitas lucharan contra el Vietcong porque así se aminoraba el factor imperialista. Pero el de Irak no es un alzamiento nacional. Es sectario. Guerra civil abierta Más del 85% de los ataques contra las tropas de la coalición vienen de la insurgencia suní. Para luchar contra ellos, EE.UU. ha dado el visto bueno a una policía plagada de milicianos chiíes y ha preparado a un Ejército mayoritariamente chií y kurdo. Lo hemos visto en el triángulo suní. Los estadounidenses han llevado allí tropas kurdas para luchar en lugares donde la resistencia es más dura. Aunque eso funcione a corto plazo, ¿perdonarán los suníes que los kurdos maten a su gente? Dar armas a los chiíes y a los kurdos para que luchen contra los suníes puede disminuir las bajas norteamericanas en combate (cosa que tampoco está sucediendo), pero desde luego es el camino más corto para que el país se suma en la guerra civil abierta y total. «Tenemos más miedo a la policía y al Ejército iraquí que a los americanos», nos decía Khaled, un suní de Samarra. El jarrón iraquí se hace añicos.