Elecciones EE.UU. 2012: Nueva York vota sin alegría
Internacional
El«Sandy» condicionó el ánimo de los neoyorquinos en el día electoral
07 Nov 2012. Actualizado a las 07:00 h.
Los colegios electorales de Nueva York tenían que abrir a las seis de la mañana, pero no todos lo consiguieron. En la zona de los Rockaways, la más castigada por el huracán, se habilitaron carpas como centros electorales y los empleados que debían ponerlo todo a punto iban con retraso. Mientras muchos vecinos ya hacían cola para votar, ellos intentaban poner en marcha un generador que no se encendía. En el estado de Nueva York se vota en máquinas que necesitan electricidad y sin generador no hay máquinas de votación.
La Junta electoral había previsto que eso pudiera ocurrir en una ciudad en la que todavía cientos de miles de personas no disponen de suministro. Los presentes comenzaron a votar allí con impresos de papel. Los primeros lo hicieron casi a oscuras porque aún no había acabado de amanecer. Al lado, otra carpa sí disponía de generadores. «No tengo electricidad en casa, no tengo agua caliente, pero he votado», decía una mujer de unos setenta años. Su sonrisa mostraba una mezcla de resignación y determinación.
En la calle Fulton, al lado del distrito financiero de Manhattan, que recuperó la luz dos días antes, se habían juntado dos colegios electorales en uno. La escuela pública de esa calle que está muy cerca del río East está cerrada debido a las inundaciones. El nuevo colegio electoral es una sala pequeña que normalmente funciona como centro de educación para adultos. Estaba llena de votantes y de funcionarios que ayudaban a utilizar las máquinas de votación.
Si en el 2008 una gran cantidad de votantes llevaba pegatinas y chapas a favor de Obama, en este 2012 las cosas son muy diferentes. Ni una chapa, ni una pegatina. Tampoco se vive la alegría del 2008. Los votantes están serios, van a cumplir con su obligación pero no tienen mucho que celebrar. Cuando se les pregunta, explican a quién han votado y poco más. Cindy lo hizo por Obama y Roger por Romney. Aunque esto también es muy diferente este 2012. En las pasadas elecciones costaba mucho encontrar a alguien que hubiera apoyado, o que quisiera reconocerlo, a los republicanos.
En Red Hook, otra zona muy castigada por Sandy, también juntaron dos colegios electorales en uno. En esta zona, cuya población está formada casi exclusivamente por afroamericanos e hispanos y que es una de las más deprimidas de Nueva York, tampoco se veía alegría. No es raro. La mayoría de sus vecinos seguían sin electricidad y agua caliente. A pesar de ello, muchos acudieron a votar. Según una de las inspectoras del colegio electoral, no había diferencia en la afluencia de votantes con otras elecciones.
Rosa de Jesús, de origen dominicano que vive hace 33 años en EE.UU. entraba en el colegio sin mucha decisión: «No sé aún a quién voy a votar. Está todo muy igualado», explicaba. A la pregunta de si votó en el 2008 y a quién, sonrió un poco y casi sin sonido afirmó: «Obama». Cerca de ella había un hombre de unos sesenta años: «No voy a votar. Solo he venido a acompañar a una amiga. En 2008 voté por uno que me gustaba, pero ya no me gusta. En estas elecciones no me gusta ninguno».
Por el contrario, Mike, afroamericano de unos cincuenta años, no había tenido dudas. Acababa de votar «por los demócratas, como en el 2008». «Por Obama», repetía por si no había quedado claro.
La imagen era muy diferente en la escuela pública 282 de Park Slope, un barrio de mayoría blanca y clase media alta y progresista que fue uno de los mejor librados tras el paso del huracán. Aquí, donde los demócratas ganan invariablemente, también casi todos los que hablaban de su voto habían apoyado a Obama. Therese acababa de votar: «Por Obama».
Pero también aquí, donde en el 2008 era prácticamente imposible recoger un testimonio republicano, eso había cambiado ayer. Jonas, de mediana edad y blanco, dentro de la media exacta del barrio, reconocía sin problema alguno que había votado por Romney.
«En el 2008 apoyé a uno que me gustaba pero ya no me gusta», dice un hombre
Ni una chapa ni una pegatina.
La euforia de hace cuatro años se desvaneció