La Voz de Galicia

Los separatistas de Lugansk: «Esto siempre fue Rusia»

Internacional

DPA

Los prorrusos de esta ciudad del este aseguran que «una Ucrania unida será cosa del pasado» y añaden que las sanciones de Occidente no cambiarán nada

06 May 2014. Actualizado a las 21:15 h.

Kalashnikov y alambre de púas: los separatistas prorrusos protegen los edificios de los servicios secretos ocupados en la ciudad de Lugansk, en el este de Ucrania, como si fuera un fuerte.

Los líderes de la protesta creen que ha llegado el «día del ajuste de cuentas». «El 11 de mayo una Ucrania unida será cosa del pasado, y Occidente no cambiará nada con sus sanciones», dice Andrei, mientras patrulla frente al edificio.

A pesar de la «operación anti-terrorista» lanzada por el gobierno ucraniano, los activistas mantienen el referéndum previsto para este domingo para decidir sobre la separación de esa región del poder central en Kiev.

El político prorruso Oleg Zariov llega a Lugansk para dar aliento a los «compañeros de la milicia popular». Recientemente retiró su candidatura presidencial en protesta contra el gobierno en Kiev. En el lobby del hotel «Drushba» (amistad), sus guardaespaldas, vestidos en uniforme militar, juegan aburridos con sus armas.

Zariov se reúne con el autoproclamado «gobernador popular» Valeri Bolotov, que se encuentra en la lista de sancionados por la Unión Europea (UE). «Combatiremos hasta la última gota de sangre», anuncia Bolotov, que ordenó un toque de queda nocturno.

La lucha de poder entra en su sexto mes en el segundo país más grande de Europa. En Lugansk, los separatistas apilan neumáticos para construir nuevas barricadas. Decenas de hombres armados ocupan desde hace casi dos semanas los edificios gubernamentales en la ciudad, de más de 450.000 habitantes. En los edificios tomados ondean además banderas rusas.

En las calles no se ven policías, sino que rige la ley del más fuerte. Los hombres armados se comportan como los nuevos dueños del lugar: patrullan en vehículos civiles y de los maleteros sacan armas que tomaron de los edificios ocupados. A los transeúntes que se detienen por un momento ante las barricadas los echan agresivamente.

Alexander, un colega de Andrei en uniforme, no tiene dudas de cuál es el rumbo de la situación: «Queremos pertenecer a Moscú, como Crimea. Esto siempre fue Rusia».

Sin embargo, los separatistas no cuentan aparentemente con un apoyo mayoritario en ese sentido. En una encuesta de la fundación Iniciativa Democrática de Kiev solo un tercio de los ucranianos del este se pronunció a favor de una anexión de ese tipo. En principio está previsto una consulta para definir un territorio independiente y no un ingreso a Rusia.

Entre tanto, detrás de las barricadas de Lugansk se ven las noticias de la televisión rusa. Como el gobierno central en Kiev desconectó la transmisión de las emisoras rusas al acusarlas de «propaganda», la opinión de Moscú solo puede conocerse a través de Internet. Algunos activistas aplauden cuando el presidente ruso, Vladimir Putin, aparece en el monitor de la computadora. «Los noticieros son nuestra conexión con Moscú, cuando los vemos sabemos que no estamos solos, nos da fuerzas», dice Sergei.

«El gobierno ucraniano canceló el tradicional desfile militar para el Día de la Victoria el 9 de mayo en Kiev», relata el presentador.

«La cancelación es una ofensa para nuestros veteranos, y una prueba de que Kiev es gobernado por fascistas». El gobierno ucraniano canceló el desfile, aunque el motivo oficial fue la falta de dinero y el miedo a posibles provocaciones. Los separatistas en Lugansk se sienten revalidados. «Combatimos contra nazis, como nuestros abuelos. Eso debería ser reconocido por Occidente», apunta Viktor.

La calificación de «nazis» y «fascistas» está principalmente dirigida al Sector de Derechas, una alianza de grupos de ultraderecha y neofascistas. La cúpula en Kiev rechaza vehementemente que esta organización paramilitar tenga influencia en la política de gobierno.

A solo un par de cuadras de los edificios ocupados la vida de la gran ciudad sigue su ritmo. Un jardinero corta el césped frente a la alcaldía, como si la región no estuviese sumida en el caos. Aquí también se escucha frustración por el gobierno central. «Cobro unos 100 euros de pensión por mes, ¿cómo debería arreglarme?», reclama Alexandra Romanova mientras pasea a su perro. La mujer de 72 años dice apoyar el acercamiento de Ucrania a Europa, pero cree a la vez que no hay que estropear la relación con Moscú. «Si se rompe el contacto con Rusia podrían cerrar las fábricas aquí. ¿Qué sería entonces de nosotros?».


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