Samarás apela al batallón de indecisos
Internacional
El candidato conservador confía en un milagro de última hora en las encuestas
24 Jan 2015. Actualizado a las 05:00 h.
Antonis Samarás nadó a contracorriente toda la campaña y ayer puso empeño en sus últimas brazadas, las que dio en un pabellón olímpico en el sur de Atenas, en el acto central de su partido. Las encuestas no hacen más que estirar la ventaja de Syriza sobre Nueva Democracia de cara a las elecciones que se celebrarán mañana en Grecia. El líder conservador, con su voz ya desgastada por el rodillo de los mítines pero con el ímpetu del último alegato, cargó contra Syriza, el «lobby del dracma», mientras los asistentes ondeaban sus banderas griegas.
En su carrera hacia las urnas Samarás ha intentado vender la leve mejora de los datos macroeconómicos. Un crecimiento del 0,7 %. Un pequeñísimo descenso del desempleo. Ha aplicado la lupa para vender los brotes verdes en el desierto, para que el alto porcentaje de indecisos (se estima que medio millón largo) lo vean como la solución y no como parte del problema. Y ayer recurrió al anuncio de Mario Draghi, presidente del Banco Central Europeo, de destinar 60.000 millones al mes a la compra de deuda pública. «Llueve dinero y ellos piden paraguas», dijo en alusión a Syriza.
Negociaciones con la troika
Samarás ha lanzado el mensaje de que el vía crucis se acaba aquí. Un alivio. Un respiro. «Grecia no necesita más dinero, las negociaciones con la troika acabarán en febrero, ya no necesitamos más rescates», insistió. Volvió a prometer que aplicará una bajada de impuestos. Pero vender cualquier cosa es muy complicado en esta Grecia, donde a muchos ya no les queda ni un mínimo de capital emocional. También allí aplican el chiste de que la luz que se ve al final del túnel es la del tren que viene contra ti.
Otro de los retos del candidato ha sido intentar que Nueva Democracia no sea etiquetada como la vieja democracia, la otra mitad del bipartidismo tradicional que se ha resquebrajado por el flanco del Pasok, el siguiente paciente en pasar por el diván del descontento.
Venezuela y Corea del Norte
Pero, sobre todo, Samarás y los suyos se han centrado en presentarse como la opción menos disparatada de un combate que ha quedado reducido a dos púgiles. Alexis Tsipras ha sido la diana del líder conservador. Y viceversa. Nueva Democracia ha utilizado a Syriza como ejemplo de que todo es susceptible de empeorar. Adiós al euro. Adiós a la liquidez. Adiós a Europa. Hola a una nueva Venezuela. Hola a una Corea del Norte. Aunque es posible que a estas alturas los griegos estén curados de espanto. Y mientras Samarás iba dibujando a la coalición de izquierdas en el extremo, justo al borde del abismo, la coalición radical ha ido pivotando hacia el centro, suavizando sus posturas. Tsipras ha insistido hasta el último día en que sus cambios se harán dentro del euro, dentro de la UE.
Samarás hizo un último esfuerzo para recopilar todos estos argumentos. Impregnó su discurso con más pasión que otros días. Se notaba que estaba ante el arreón final. Pero cuando el acto no había finalizado, algunos asistentes comenzaron a abandonar el pabellón. Como esos seguidores que se marchan del estadio antes de que acabe el partido porque su equipo pierde 3-0 y ya solo quieren evitar el atasco. «Yo cogí el partido en mitad de la tormenta», se defendía Samarás. Pero todavía no ha escampado. Los relámpagos iluminaban ayer la noche de Atenas. Algunas calles hasta lo agradecerán. Y dicen que hoy habrá también tormenta.