¿Motín contra Tsipras en Syriza?
Internacional
El sector de la coalición que quiere abandonar el euro pasa a la ofensiva
20 May 2015. Actualizado a las 05:00 h.
Varkiza es un refugio de ricos con playas sublimes cerca de Atenas donde el 12 de febrero de 1945, hace ahora setenta años, el entonces secretario de los comunistas griegos y el Gobierno de la época firmaron un tratado por el cual los primeros entregaban las armas con las que habían combatido a los nazis mientras que el segundo se comprometía a convocar un plebiscito para sellar una nueva Constitución. El acuerdo quedó grabado en la memoria de la izquierda griega como un pecado sin perdón porque, contrariamente a lo pactado, el desarme dio paso a una feroz represión y la Carta Magna prometida no vio la luz.
Pero lo que justifica su mención aquí no es el interés histórico, sino que se ha convertido en el Leitmotiv tras el que se parapetan los miembros de Syriza amotinados contra el primer ministro, Alexis Tsipras, y su propósito de cerrar por fin un acuerdo con los socios de la UE. Aceptarlo, sostienen, sería una capitulación como la de Varkiza en el pasado: desacreditaría a la izquierda radical en casa y en Europa, desmoralizaría a sus seguidores y paralizaría la agenda con que ganó las elecciones, arrebatándole la bandera de la lucha contra la austeridad.
Ciertamente, la división en Syriza no viene de ayer. Una votación en el grupo parlamentario arrojó un 30 % de votos negativos para el pacto con la troika del 20 de febrero. La resistencia fue a más en el comité central, donde ese mismo acuerdo cosechó el rechazo del 40 % de los miembros y el voto en blanco de seis ministros. Los medios pusieron el rostro del veterano Manolis Glezos a la disensión interna, pero tuvo más influencia la labor de zapa intelectual de dos importantes profesores, Costas Lapavitsas y Stathis Kouvelakis, que dedujeron de lo firmado que la eurozona era irreformable desde dentro, que escapar a la austeridad era incompatible con permanecer en la moneda única y que, en consecuencia, había que romper con ella para desplegar una política digna de ser llamada de izquierdas.
La escisión, que incluye a los seguidores del ministro Lafazanis, partidario de explorar vías de acuerdo con Rusia y China en paralelo a la eurozona, disminuyó en la práctica la mayoría de Tsipras en la Cámara, es la causante de que el acuerdo de febrero no se votara allí y propició lo que el periodista Alexis Papachelas denominó «bipolaridad» del Gobierno, consistente en mantener abierta la negociación con los acreedores al mismo tiempo que se saboteaba con acciones que impedían culminarla.
La novedad es que esta conducta bifronte, que garantizó una tregua interna al precio de drenar la liquidez del país, ha llegado a su fin. El importe de la factura que tiene que abonar Grecia entre junio y septiembre, cercana a los 21.000 millones de euros, condena al primer ministro a cerrar el compromiso con la eurozona que ha venido aplazando por temor a una desbandada entre los suyos. Entra en esta fase de la negociación acuciado por el retroceso de la economía griega en sus tres meses de mandato, aislado en la Unión, y sin la baza de que un posible Grexit arrastre al conjunto de la eurozona.
La ofensiva lanzada por sus compañeros de coalición limita su margen de maniobra aún más. Empezó la semana pasada con la carga de la presidenta y el vicepresidente del Parlamento, Zoé Konstandopulu y Alexis Mitropulos, contra el número dos del Gobierno, Yanis Dragasakis, y ha tenido continuidad ahora con un manifiesto firmado por un damnificado de Varufakis, el antiguo jefe económico de Syriza, Yanis Milios, y otros cinco miembros de su dirección. Todos ellos, pesos pesados, han iniciado un camino sin aparente retorno que conduce al cisma.
Juncker confía en un acuerdo
«El 5 de junio es el momento de la verdad. No tenemos dinero para devolverlo», dijo ayer uno de los portavoces de Syriza, Nikos Filis, sobre el pago de 350 millones de euros que debe hacer Grecia al FMI el próximo mes. El primer ministro griego convocó para hoy una reunión de la cúpula de su partido para informar sobre el estado de las negociaciones, un día antes de que en Riga se celebre un Consejo Europeo que no podrá sustraerse al problema de Grecia pese a que no está oficialmente en la agenda. Angela Merkel y François Hollande abogaron ayer por acelerar las negociaciones. Jean-Claude Juncker confió ayer en que habrá un acuerdo a finales de este mes o principios del que viene.