Alemania confirma que hay refugiados implicados en las agresiones a mujeres
Internacional
Cae Wolfgang Albers, el jefe de la policía de Colonia, por la oleada de ataques en Fin de Año
09 Jan 2016. Actualizado a las 05:00 h.
Finalmente, Wolfgang Albers, jefe de la policía de Colonia, no ha podido con la presión y se ha convertido en la primera víctima política de la ola de agresiones contra mujeres registradas durante la pasada Nochevieja en esa y otras ciudades de Alemania. Albers, de 60 anos, ha sido destituido de su cargo, según anunció ayer el titular de Interior de Renania del Norte-Westfalia. «Mi decisión era necesaria para recuperar la confianza de la opinión pública y la capacidad de acción de la policía de Colonia, también de cara a futuros eventos multitudinarios», argumentó Ralf Jäger.
Ya eran demasiadas las voces que pedían la cabeza de Albers en los últimos días. La última de ellas, la alcaldesa de Colonia, Henriette Reker, quien se distanció del ya ex jefe de la policía, a quien se acusa de no haber informado a tiempo de los ataques y de haber ocultado la nacionalidad de los sospechosos. «Las personas quieren saber a tiempo qué pasó en Nochevieja, quiénes son los delincuentes y cómo se pueden evitar casos de este tipo en un futuro», subrayó Jäger.
De hecho, las autoridades alemanas no arrojaron luz hasta ayer, cuando el ministerio de Interior confirmó que entre el millar de hombres «de apariencia árabe o norteafricana», que robaron y acosaron en masa a mujeres durante la última noche de 2015, se encuentran 18 refugiados. La policía federal, que ha recibido hasta el momento 170 denuncias, identificó a 31 sospechosos. Entre ellos hay nueve argelinos, ocho marroquíes, cinco iraníes, cuatro sirios, un iraquí, un serbio, un estadounidense y dos alemanes, aseguró un portavoz del ministerio. Eso sí, por ahora la policía solo les responsabiliza de robos y agresiones físicas mientras sigue buscando a los sospechosos de las tres denuncias por abuso sexual que también recibió esa noche.
Al grupo de investigación bautizado como Año Nuevo y formado por un centenar de agentes, aún le quedan por analizar 350 horas de material videográfico y unos 250 dispositivos de almacenamiento. Mientras, en las calles no se habla de otra cosa, y la plana política lo sabe. Por eso, el Gobierno de gran coalición empieza a plantearse endurecer la ley de asilo. «Los ciudadanos esperan que aquellos que no merezcan quedarse en el país, se marchen», declaró el líder parlamentario de la Unión Cristianodemócrata (CDU), Volker Kauder. La CDU podría aprovechar su encuentro de este fin de semana en la ciudad de Maguncia para aprobar un proyecto de ley, según el cual los extranjeros que cumplan prisión sin libertad condicional perderían su estatus de refugiados.
Aún más, el jefe del partido socialdemócrata y vicecanciller, Sigmar Gabriel, apostó por las expulsiones. «¿Por qué deben los contribuyentes alemanes pagar las estancias en prisión de los criminales extranjeros?», se preguntó. Gabriel defiende agilizar el proceso de deportación para que los criminales extranjeros cumplan las penas en sus países de origen. El socio de Merkel dijo además que, si los Estados no quieren aceptarles de vuelta, la locomotora europea podría reducirles la ayuda al desarrollo.
El Gobierno alemán quiere responder así al miedo con mano dura, y por qué no, ya de paso reducir la cifra de refugiados que llegan a Alemania, que en 2015 recibió nada menos que 1,1 millones de demandantes de asilo. Entretanto, el pánico se extiende por todo el continente europeo. Países como Suiza y Finlandia investigan agresiones sexuales similares durante la pasada Nochevieja. Polonia ha exigido al ministerio de Exteriores alemán que concrete la nacionalidad de las mujeres agredidas. Y el primer ministro eslovaco ha pedido celebrar una cumbre de la UE.
«Me sentí impotente... Siento ganas de gritar»
«De repente me pusieron la mano encima». Así lo cuenta una de las agredidas, Sabrina F., en el Neue Osnabrücker Zeitung. Esta joven de 20 años había ido con sus amigos a Colonia para pasar la Nochevieja. Cuando cruzaron desde la estación de tren hacia la plaza de la catedral, a través de hordas de personas, sufrieron múltiples agresiones físicas. «Su intención era robarnos», declara Sabrina, cuyos moretones aún le recuerdan el episodio. «Me sentí impotente», dice la joven oriunda de Osnabrück.
Sabrina asegura que, pese a que ella y sus amigos pidieron ayuda a la policía, «los agentes no hicieron nada». La auxiliar de enfermería ha estudiado autodefensa, pero dice no haber podido utilizar sus conocimientos ante semejante cantidad de personas. Cada vez que rememora las palabras de la alcaldesa de Colonia, Henriette Reker, que instó a la población a mantener la distancia de un brazo con respecto a otras personas para protegerse, asegura que siente «ganas de gritar».
«En ningún caso digo que [los agresores] fueran refugiados, porque eso no se ve a simple vista», subraya Sabrina. Si bien la crisis migratoria sin precedentes que vive Alemania ya había avivado los sentimientos xenófobos, las agresiones de Nochevieja han puesto más que nunca a miles de refugiados en el ojo del huracán.
Angela Merkel reclamó ayer una vez más que no se emitan juicios precipitados ni se tomen decisiones antes de esclarecer los hechos. «Cualquier otra cosa daña el Estado de Derecho y a la gran mayoría de refugiados sin antecedentes penales que buscan protección entre nosotros», afirmó el viceportavoz del Gobierno alemán. Sin embargo, la canciller tiene motivos para estar preocupada, sobre todo teniendo en cuenta el ascenso de partidos de ultraderecha como AfD y de movimientos islamófobos como Pegida, que buscan la mínima oportunidad para criminalizar a los demandantes de asilo.
«Nuestra primera reacción fue: ahora los alemanes nos van a odiar», afirma Asim Vllaznim, recordando el momento en el que su familia se enteró por televisión de las agresiones. «Lo que hicieron en la estación central es una vergüenza», se indigna.