La Voz de Galicia

Antonio Pampliega: «Siria es una mini guerra mundial en la que todos sacan tajada menos los sirios»

Internacional

marta otero redacción / la voz periodista secuestrado diez meses por al Qaida en siria

«Ningún reportaje vale la vida de un periodista», asegura el periodista, secuestrado durante diez meses por Al Qaida en Siria

31 May 2017. Actualizado a las 07:24 h.

Antonio Pampliega escribió de memoria el testimonio de su cautiverio en Siria, donde vivió casi 300 días secuestrado por Al Qaida, una gran parte de ellos en aislamiento, luchando por mantener su dignidad en medio de golpes, amenazas y humillaciones. Se alimentaba de aceitunas y empezó a hablar solo con Dios el día que sus captores «jugaron» a escenificar su ejecución. En la oscuridad (Península) es el diario de un periodista que sintió durante meses los ojos de la muerte clavados en los suyos. Pampliega ha prometido a su familia no volver a Siria, que a su juicio «se ha convertido en una mini guerra mundial donde todos están sacando tajada menos los sirios, de diferentes formas: Rusia, Irán, Irak, Arabia Saudí, incluso EE. UU. o Francia».

-No debe ser fácil sacar todo eso fuera, de memoria, y ponerlo sobre el papel.

-Bueno yo empecé a escribir allí y lo que empezó siendo una carta a mi hermana se acabó convirtiendo en un diario donde iba recogiendo los momentos más tensos, más tristes y alguno nostálgico. Guardaba las hojas pero me lo acabé memorizando porque ellos ya me decían que no lo iba a poder sacar ningún papel.

-Escribirlo todo te sirvió en cierto modo de terapia, aunque imagino que tienes que vivir con ello.

-Todavía tengo que vivir con ello, voy a vivir con ello toda mi vida y es una lección que tampoco quiero olvidar. No quiero olvidar estos diez meses que he estado secuestrado porque me han ayudado a cambiar ciertas partes de mi vida. Ha sido una terapia porque tengo que seguir con mi vida, pero hay que poner punto y aparte. Me he desnudado para que la gente encuentre un relato mucho más cercano y franco. Al final la gente piensa que los corresponsales de guerra somos héroes, y eso es mentira. Somos personas normales: yo tenía 33 años y estaba aterrorizado porque pensaba que me iban a matar todos los días.

-Con tanta humillación y al ver la muerte tan de cerca, ¿cómo lograste mantener la dignidad?

-Hasta que me separaron de mis compañeros el trato era digno. Después me lo quitaron absolutamente todo. Lo último que intenté conservar de la mejor manera que pude fue la dignidad, y lo hice porque me acordaba mucho de mi amigo Jim Foley, esa imagen de él antes de ser ejecutado por el Estado islámico, de rodillas. No suplicaba clemencia, no se derrumbó, no se puso a llorar. Yo pensaba: «llegado el momento yo quiero tener esa dignidad y que mis padres y mis hermanos se sientan orgullosos de mi».

-A pesar de que insistieron en convertirle, precisamente allí cambió tu idea de Dios.

-Mi relación con Dios cambió el día después de que simularon mi ejecución. Yo estaba allí solo y en ese momento, no se si por desesperanza, algo me movió a hablar con él, y durante los 205 días que estuve aislado no falté a mi cita. Nunca le pedí que me sacara de allí, pero yo sé que él me cuidó.

-¿Lo que más duele es ver lo que pasó tu familia?

-Sí, ver lo que han sufrido, cómo les ha pasado factura. Cuando me fui a Irak en Navidad mi hermana no quiso darme un beso porque decía que la última vez que lo había hecho estuvo a punto de no volver a verme. Ese sentimiento de culpa te persigue durante muchos, muchos meses.

-En el cautiverio te planteaste si querías seguir siendo periodista.

-Me lo pregunté, pero la verdad es que sigo haciendo mi trabajo, y mi familia no me ha hecho ningún tipo de reproche. Al final para mi es lo más importante.

-Pero sí que hay una promesa de no volver a Siria.

-Sí, eso es verdad, pero es que tampoco merece la pena. Me hubiera gustado seguir narrando la guerra de Siria porque creo que se merecen que alguien vaya allá a contar el horror, pero ningún reportaje vale la vida de un periodista y muerto no sirves para nada.

-En el libro intentas explicarte las razones que llevan a los secuestradores a actuar así. ¿Les has perdonado?

-Yo no los odio, y eso es una cosa que he tenido que trabajar muchísimo. Lo que no hago es perdonarlos, pero no por lo que me han hecho a mí, sino por lo que le han hecho sufrir a mi familia. No les perdono. Pero tampoco tiene sentido odiar, hay que avanzar en la vida y seguir, porque ellos se alimentan de nuestro odio.

«A los refugiados los engañan en Libia: les dicen que están cruzando un río y que llegarán en tres horas»

Pocos periodistas conocen tan bien la situación de Siria como Antonio Pampliega, que viajó al país doce veces desde el año 2011.

-¿Crees que se ha contado bien lo que ha pasado en Siria, algo imprescindible para entender la situación actual?

-No tenemos ni idea. Las cosas se han contado muy mal desde el principio. En uno de mis primeros viajes un miembro del Ejército Libre Sirio nos dijo: «Nosotros lo único que queremos es que Occidente o la OTAN tengan zonas de exclusión aérea, como hicisteis en Libia. Si vosotros no nos ayudáis, ya vendrá alguien que nos ayude, y entonces el problema lo tendréis vosotros en vuestra casa». Si lo hubiesen explicado bien, tanto los medios como los políticos, la gente entendería por qué cientos de miles de personas intentaron cruzar el Mediterráneo en el verano del 2015. No vienen a quitarnos el trabajo, no son terroristas. Los que han atentado en Europa son europeos de segunda y tercera generación. Los terroristas los tenemos en casa.

-¿Crees que la crisis de los refugiados es un gran fracaso?

-Está muy mal gestionada. Yo estuve en marzo con Proactiva Open Arms en el Mediterráneo central y me encontré un verdadero drama del que no tenía ni idea. Yo no sabía que los emigrantes pasaban todos por cárceles libias donde son torturados y les dejan en libertad solo cuando pagan un dinero. Les engañan: piensan que están cruzando un río y no un mar. Les dicen que Italia está a tres horas de viaje en sus barcas hinchables cuando se tarda entre cinco y diez días en llegar a Lampedusa. Van sin chalecos salvavidas, casi sin gasolina, sin agua, sin comida... Cuando ves esa realidad piensas: «¿qué hemos hecho mal para que la gente no lo sepa? ¿Por qué no interesa esto?».

-¿Hay solución para Siria?

-No la veo. ¿Cuál es? ¿Dar el país a los Asad para que sigan machacando a su pueblo?, ¿entregarlo al EI, a los rebeldes yihadistas, para que impongan un estado basado en la sharia donde no quieren la democracia?, ¿dárselo a una oposición moderada que no tienen ningún tipo de legitimidad?


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