La Voz de Galicia

«Esto no va a terminar»

Internacional

Héctor estepa MESETAS / e. la voz

El vacío que dejan las FARC desata batallas por el control del territorio que disparan la violencia

28 Jun 2017. Actualizado a las 05:00 h.

«Dios mío, que no nos hagan nada», pensó Cindy Madrid cuando unos hombres armados irrumpieron en su casa hace unos meses. No les vio la cara. Estaban escondidos tras capuchas negras. «Sacaron unas armas largas y cortas. Me hicieron tiros en los pies». Pudo salvar a sus cuatro hijos, pero su marido fue asesinado.

No es un caso aislado: se trata de una de las cientos de historias de muerte que cuentan los vecinos de Tumaco, el municipio con más cultivos de coca de Colombia. Donde hay narcotráfico, hay violencia. Las FARC han entregado las armas pero en muchas regiones del país continúa la guerra. La principal amenaza, explican los vecinos, es el vacío de poder dejado por la hasta ahora mayor guerrilla de Colombia.

«Las FARC ejercían cierto control político y territorial, también en relación con la comercialización de coca. Ahora que están fuera de ese negocio, la actividad queda a expensas de cualquiera», comenta Célimo Cortés, representante legal de la Red de Consejos Comunitarios del Pacífico Sur. Viaja en un coche blindado. Las FARC ya no existen, pero él sigue estando amenazado. Le han intentado extorsionar más de 20 veces en el último año.

Entre quienes se disputan el territorio, según los expertos, estarían diferentes bandas criminales dedicadas al narcotráfico, narco-paramilitares, milicianos disidentes de las FARC y también el Ejército de Liberación Nacional (ELN), la segunda mayor guerrilla del país.

El comandante alias Edison Romaña, de las FARC, ha cifrado en 10 el número de grupos en conflicto solo en Tumaco y sus alrededores. Calcula que han matado a unas 170 personas en el último año. «El temor es generalizado», lamenta Célimo. «En enero recibimos a 280 familias desplazadas del ámbito rural. Tuvieron que refugiarse en Tumaco porque dos bandas llegaron a su localidad», añade el activista.

El número de homicidios se ha disparado en el municipio, tristemente conocido como el más violento de Colombia. Tiene una tasa de 70 asesinatos por cada 100.000 habitantes. La nacional supera, por poco, los 25 asesinatos por cada 100.000 habitantes. El año pasado se registraron 147 homicidios. En los cuatro primeros meses de 2017 ya se habían contabilizado 51. El municipio ha sido espoleado también por las protestas de los cocaleros que se resisten a cambiar sus cultivos por otros lícitos como pretende el Gobierno. Un policía murió durante los disturbios, ocurridos entre abril y mayo.

No solo las grandes bandas criminales amenazan Tumaco, de 200.000 habitantes. El micro-tráfico también incide en la tasa de violencia, alimentada por una juventud estrellada contra el desempleo y olvidada, según los líderes sociales, por el Estado. «Aquí cuando los grupos amenazan y no le pueden disparar al que ellos quieren, le dan a cualquiera de la familia», afirma Jairo Cardona, el padre de un menor que vio como unos motorizados mataban a tiros a uno de los amigos del joven, aparentemente sin causa ninguna.

«Esto no va a terminar. Aquí no funciona el proceso de paz. Son otras normas. Otras leyes. No se trata de firmar un papel y ya», comenta Nancy González, una de las vecinas.

Tumaco no es el único lugar donde la paz parece lejana. Chocó, Norte de Santander, Arauca, Cauca y el Guaviare son otras regiones donde la guerra continúa. Colombia tiene todavía muchos retos por delante.

Los fusiles ya están en manos de la ONU

Las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia silencian sus fusiles. Los más de 7.000 componentes de la guerrilla han traspasado ya todas sus armas personales a la ONU. La dejación del armamento -como prefieren llamarlo los excombatientes, en lugar de entrega- fue certificada en un acto celebrado ayer en el campamento guerrillero de Mesetas, en la región del Meta, una de las más damnificadas por un conflicto armado que ha durado más de 50 años. 

«Sin arnas, sin violencia, no somos más un pueblo enfrentado entre sí. No somos más una historia de dolor y de muerte en el planeta. Somos un solo pueblo y una sola nación avanzando hacia el futuro por el cauce bendito de la democracia», dijo el presidente y premio nobel de la paz Juan Manuel Santos ante la plana mayor guerrillera. El líder de las FARC, Rodrigo Londoño, alias Timochenko, dijo estar preparado para hacer política a través de las palabras. Reclamó, eso sí, la puesta en libertad de los combatientes en prisión, según se pactó en la ley de amnistía aprobada tras la firma de la paz. Solo el 40 % de los guerrilleros que podrían salir inmediatamente de la cárcel han abandonado, hasta el momento, los correccionales colombianos. Varios miembros de las FARC han comenzado una huelga de hambre reclamando su liberación. 

La guerrilla aún debe entregar las armas enterradas en unos 900 zulos. La ONU dijo haber destruido ya unos 80 de ellos y estar preparada para acabar con su totalidad antes de septiembre. Solo entonces podrán las FARC convertirse en un partido político y concurrir a las elecciones del 2018. La guerrilla podría no presentar candidato y apoyar alguna de las opciones que opte por mantener el acuerdo de paz tal y como fue firmado en La Habana, ante la intención del Centro Democrático del expresidente Álvaro Uribe de cambiar algunos puntos conflictivos del acuerdo.


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