Los ataques de Michelle Obama y Bernie Sanders contra Trump animan la convención
Internacional
La ex primera dama y el líder socialista denuncian los atropellos del presidente, «un riesgo para la democracia»
18 Aug 2020. Actualizado a las 21:26 h.
Sin advertencias, sin mensajes subliminales, sin defender ninguna agenda. Bernie Sanders, el senador socialista de Vermont cuya revolución progresista ha llevado al Congreso a una nueva generación de políticas como Alexandria Ocasio-Cortez o Rashida Tlaib, fue tajante durante la inauguración de la Convención demócrata a la hora de pedir a sus seguidores que este año se olviden de los remilgos ideológicos y voten por Joe Biden el 3 de noviembre.
«Estas son las elecciones más importantes de la historia moderna de este país», les advirtió. «Lo que está en juego es el futuro de nuestra democracia». Y el de la economía, añadió, y el del planeta. «Tenemos que unirnos para derrotar a Donald Trump y elegir a Joe Biden y Kamala Harris. Amigos, el precio del fracaso es demasiado grande como para imaginárnoslo».
Era la defensa más contundente que haya hecho Sanders de uno de sus rivales. Desde que se lanzó a la aventura electoral para llevar los principios de toda una vida hasta la Casa Blanca, millones de personas se han sumado con pasión a la Revolución Sanders, que él ha rebautizado como 'Nuestra Revolución', porque no quiere personalismos. Tras la derrota de 2016, orquestada por el partido y expuesta por Wikileaks justo antes de la convención de Filadelfia que coronó a Hillary Clinton, el candidato supo transformar esa energía en una ola política que reposicionó al partido unos grados hacia la izquierda. Su campaña terminó, pero las ideas que había plantado sobrevivieron y se hicieron fuertes en una sociedad reacia al cambio «socialista». El salario mínimo de $15 dólares la hora es ya una realidad en una decena de estados, el objetivo de alcanzar un cien por cien de energía limpia en 15 años es parte del programa de Biden y el clamor por ampliar el programa sanitario de los jubilados al resto de la población ha logrado que el actual candidato se comprometa a bajar la edad de 65 a 60 años.
En lugar de hablar de todo lo que le distancia de Biden y comprometerle públicamente a incorporar sus demandas, Sanders adivierte ahora a sus seguidores de que todo lo logrado en estos cuatro años desaparecerá de un plumazo si Trump gana las elecciones y se perpetúa en el poder. No es tan difícil. Pese a haber propiciado la muerte de 170.000 estadounidense con el negligente manejo de la pandemia, el presidente gana terreno en las encuestas. La ventaja de Biden, que hace un mes era de dos dígitos, se reducía el lunes a nueve puntos en una encuesta de NBC. «Este presidente no solo es una amenaza para nuestra democracia, sino que rechaza la ciencia y ha puesto nuestras vidas y nuestra salud en riesgo», le atacó Sanders. «Y si Nerón tocaba el violín mientras Roma ardía, Trump juega al golf», remató.
No hay votos que perder. Lo que está en juego es el futuro mismo, la supervivencia del imperio y la propia democracia. Trump construye con paso firme un sistema autoritario en el que «lo impensable se ha vuelto normal». Golpea a los manifestantes pacíficos, crea cuerpos paramilitares, sabotea el sistema de correos para impedir el voto por correo y «hasta ha sugerido que no dejará el cargo si pierde», recordó Sanders. «Esto no es normal y no podemos tratarlo como si lo fuera».
Sin escrúpulos, Trump y sus abogados estudian todas las lagunas del sistema para violar la esencia moral que lo mantenía como un supuesto faro de la democracia. Como en el 2016, puede volver a ganar con menos votos que su contrincante si consigue afinar lugares clave. «En uno de los estados que determinó el resultado, el margen ganador fue de media de dos votos por colegio», recordó la exprimera dama Michelle Obama. «Dos votos», insistió incrédula. «Y todos hemos tenido que vivir con las consecuencias». Por eso no es momento ni de protestas silenciosas mediante la abstención ni de «jugar con candidatos que no tienen oportunidad de ganar», como el del Partido Verde o el rapero Kanye West.
Obama fue la estrella que cerró una noche con tufo a publirreportaje televisivo que guió la actriz Eva Longoria. Tras cuatro años de morderse la lengua, la ex primera dama hizo un repaso de lo que ha hecho Trump con el legado de su marido y le declaró no apto para la presidencia. «Es el presidente equivocado para nuestro país. Ha tenido tiempo de sobra para demostrar que puede hacer el trabajo pero claramente le supera», zanjó. «No puede con este momento, simplemente no puede ser quien necesitamos que sea. Es lo que es». Por el contrario, «Joe», el hombre que compartió con su marido los ocho años de gobierno como segundo de a bordo, es un hombre «profundamente decente, que escucha, que dirá la verdad y confiará en la ciencia. Que hará planes inteligentes y manejará a un buen equipo y que gobernará como alguien que vive una vida en la que el resto de nosotros podamos reconocernos».
Palabra de Obama, un apellido que encarna toda la decencia que se recuerda en el gobierno de EEUU, pero también de John Kasich, un republicano que dice poner primero a su país para cruzar filas y pedir a sus correligionarios que voten por Biden, les aseguró que es un hombre «razonable y respetuoso» que «no se dejará presionar» por la gente de izquierda. Y ahí, al tranquilizar a los que temen «que Joe dé un giro a la izquierda», dejó inquietos a los millones de seguidores de Sanders que el senador de Vermont quiere llevar hasta el rebaño de Biden. En su discurso de coronación, este jueves el candidato tendrá que hilar muy fino para que no se le escape ni un voto, porque todo indica que, como Hillary Clinton, está más enfocado en ganar nuevas almas del rebaño conservador que en agrupar a su partido. Si en el 2016 los organizadores de la convención apagaban las luces para que no se vieran por televisión las protestas del ala Sanders en el pabellón deportivo de Filadelfia, en esta convención virtual sin público no es necesario, porque todo está perfectamente enlatado. Será, por tanto, mucho más difícil calcular la disidencia hasta que se cuenten los votos en noviembre.