Los enclaves que Rusia utiliza para expandirse: Putin aprieta a su cinturón
Internacional
Ha intervenido en varias exrepúblicas soviéticas más allá de Ucrania para asegurarse el control de la región
26 Feb 2022. Actualizado a las 08:43 h.
«Putin aspira a restablecer la antigua Unión Soviética y esa ambición es completamente contraria a la situación actual del mundo». Joe Biden quiso resumir las intenciones de Moscú desempolvando un mapa obsoleto desde hace treinta años, con la desintegración de la URSS. Representación en papel del cinturón que envuelve Rusia, en el que el Kremlin ha desarrollado distintas estrategias para reavivar su poder. Ninguna tan agresiva como la que ahora sufre Kiev.
bielorrusia
Lukashenko, mano amiga
Mientras las tropas rusas se adentraban en la zona de exclusión de Chernóbil, a 15 kilómetros del puesto fronterizo más cercano, Alexander Lukashenko aseguraba que su país permanecía ajeno a la guerra y se ofrecía como mediador. Un árbitro manchado por la cesión del campo de Bielorrusia para las maniobras del ejército enviado por el Kremlin (en torno a 30.000 soldados en los días previos a la invasión) y para el que el primer ministro australiano anunciaba ayer sanciones por su colaboración con el agresor. Este entendimiento no supone novedad en las relaciones entre Putin y Lukashenko, máximo dirigente bielorruso desde que arrasó en los comicios de 1994 prometiendo mano dura contra la corrupción. A partir de entonces se perpetuó en el poder entre acusaciones de fraude y una represión flagrante para la que pretende garantizarse inmunidad en la nueva Constitución. El texto, sometido a un referendo que concluye este domingo, impide perseguir los crímenes de un presidente al que abre la posibilidad de otros diez años en el cargo. La constante exhibición de músculo avalada por Moscú, feliz de contar con un feroz aliado en este país que le sirve de primer puente hacia Europa Central.
repúblicas bálticas
El frágil paraguas de la OTAN
Una conexión blindada en el norte por las tres repúblicas bálticas. Estonia, Letonia y Lituania buscaron en el 2004 la protección del paraguas de la OTAN y la Unión Europea en un doble proceso para reafirmar su independencia y espantar el temor que ahora dispara la invasión de Ucrania. Tallin, Riga y Vilna blandieron el jueves el artículo 4 del Tratado del Atlántico Norte, que fuerza a los integrantes a una consulta cuando «la integridad territorial, la independencia política o la seguridad de cualquiera de las partes fuese amenazada». Cada operación militar lanzada por Moscú resucita en la región el fantasma de la ocupación de 1940, preludio de las deportaciones masivas y los internamientos en campos de trabajo, que afectaron a un 10 % de la población. «La batalla por Ucrania es la batalla por Europa. Si no se frena a Putin allí, irá más lejos». Gabrielius Landsbergis, ministro de Exteriores lituano, tiene muy presente la historia del país y sus vecinos al pronunciar su advertencia.
moldavia
Transdniéster aún no es Crimea
Al temor le han sobrado réplicas en los últimos años. En Ucrania es Dombás, pero antes fue Crimea. La operación rusa del 2014 que conllevó la anexión de la península alentó un movimiento dos fronteras más allá, quinientos kilómetros al oeste. El líder del Parlamento de Transdniéster escribió a Moscú solicitando la aplicación de una medida similar en esta región que en 1992 organizó una guerra para romper con Moldavia. Del conflicto surgió un país ficticio de pequeño tamaño y sin aval internacional que Putin siempre ha encontrado útil para inquietar a una de las exrepúblicas soviéticas que le queda más a desmano y con la que las relaciones nunca abandonan la tensión. Aunque la solicitud de anexión no triunfó y no hay un reconocimiento de independencia, Rusia abrió consulado en Tiraspol (la presunta capital) y da alas a los separatistas.
Georgia
Los casos de Abjasia y Osetia
También tienen delegación oficial en Transdniéster Abjasia y Osetia del Sur. Para localizarlas hay que volver la vista al Cáucaso, otro de los avisperos agitados por Moscú, aún antes de que Vladimir Putin se hiciera con el poder. Ambas se sublevaron a principios de los noventa para escapar del control de Georgia, alentadas por el interés ruso en poner un pie (y tropas) en los dominios de este vecino de abajo. La resistencia opuesta por Tiflis solo alcanzó para forzar un inestable alto el fuego en ambas regiones, cuya declaración de independencia no ha obtenido reconocimiento internacional. Cuando el Kremlin plantó sus tanques a las puertas de Ucrania muchos georgianos percibieron en el movimiento algo familiar —«Alerta roja, Rusia utilizó ataques de artillería lanzados por los separatistas de Osetia del Sur, y la respuesta de las tropas georgianas, para justificar su invasión en 2008», escribió en redes sociales quien entonces era subsecretario para Asuntos Europeos y Euroasiáticos en Estados Unidos, Matthew Bryza—. En agosto de aquel año, Putin (ya sí, aunque en el cargo de primer ministro) apeló a la necesidad de proteger a los rusos residentes en las zonas secesionistas para iniciar una guerra dispar, resuelta en doce días.
armenia y azerbaiyán
Árbitro en Nagorno Karabaj
Cuarenta y cuatro duró el último episodio del conflicto entre otras dos naciones de recursos muy desiguales. Armenia y Azerbaiyán llevan décadas chocando por la región montañosa de Nagorno Karabaj. La ventaja en el último combate, desde el que apenas ha transcurrido año y medio, fue claramente azerí. El triple de población, mejor armamento y respaldo turco. Casi seis mil muertos más tarde, Moscú ordenó parar. Auspició un acuerdo en el que el árbitro sacó obvia tajada en forma de contingente pacificador. Cerca de dos mil soldados enviados por el intermediario velan por el cumplimiento de los acuerdos y ponen una pica en otro punto del mapa de la vieja URSS. Armenia no solo perdió control sobre el territorio en disputa, también independencia respecto a la red que Putin sigue tejiendo alrededor del cinturón.
kazajistán
Otra exhibición de poder
No fue la última vez en que el presidente ruso apagó un fuego a su alrededor. A principios de año respondió a la llamada de Kasim-Zhomart Tokáyev, colega kazajo que temía una guerra civil en el país, controlado con una mano de hierro ante la que la población se rebeló, inflamada por el aumento del precio del gas. Los manifestantes tomaron las calles y el mandatario ordenó que las fuerzas de seguridad tiraran a matar. Murieron decenas antes de que Moscú enviara a sus tropas y asumieran el control. Fue una exhibición más del poderoso aliado que varias de las antiguas repúblicas soviéticas tienen en el Kremlin, al que Kazajistán se vinculó a través de un Tratado de Seguridad Colectiva —remedo de la denostada OTAN— en el que también figuran Armenia, Kirguistán, Tayikistán y Uzbekistán. Fue en 1992, acababa de caer aquel imperio que Biden vino a mentar.