De capellán y misionero en África a luchar en Ucrania con el rifle en una mano y la Biblia en la otra
Internacional
Voluntarios de la Legión Internacional, soldados llegados de todo el mundo para luchar con los ucranianos, cuentan que incluso venden sus pertenencias para ir al frente y que lo hacen sin habérselo comunicado a sus familias
13 Apr 2022. Actualizado a las 09:17 h.
Una veintena de hombres vestidos con ropa de camuflaje y pasamontañas esperan un autobús para cruzar la frontera desde Polonia a Ucrania. Vienen de Estados Unidos y de otras latitudes para formar parte de la denominada Legión Internacional, dispuestos a dar la vida para liberar Ucrania de la invasión rusa.
En la estación de tren de Przemysl, una pequeña localidad fronteriza con Ucrania, hombres jóvenes y de mediana edad procedentes de Estados Unidos, Canadá, España o Francia apuran la última calada del cigarrillo mientras están atentos a los horarios de un autobús que les llevará a la frontera con Ucrania.
Muchos de ellos no tienen experiencia militar alguna ni jamás han agarrado un rifle, pero todos tienen claro que luchar en el frente del este de Ucrania, donde se desarrollan los cruentos combates con las tropas rusas, es el único camino para parar la guerra. Su intención es alistarse a la denominada Legión Internacional, un cuerpo de voluntarios que ya aglutina a cerca de veinte mil efectivos de una cincuentena de nacionalidades diferentes.
«El día 1 de marzo me desperté y decidí que tenía que hacer algo. Cualquier cosa para que esto pare», cuenta Craig, un ciudadano estadounidense de 55 años, oriundo de Colorado, que asegura que nunca ha usado un arma pero que quiere ir a Ucrania «principalmente para luchar». Craig llegó a la frontera con Ucrania hace unos pocos días, pero lleva planeando el viaje desde hace un mes, en el que ha recaudado unos 30.000 dólares para embarcar en un vuelo e ir a luchar. «Lo mejor que puedes hacer es aprender a luchar e ir al frente. La ayuda humanitaria está bien, pero es una mayor necesidad reclutar efectivos», asegura este estadounidense de figura espigada y con una melena canosa.
Dice que no está asustado, pero sí «dudoso» porque manejar un arma es algo «completamente nuevo» para él, pero una vez aprenda a «disparar antes de que disparen los rusos», estará más tranquilo. Craig, al igual que muchos otros, vino solo y no tuvo el coraje de contarle a su familia que se iba a Ucrania y que, quizás, no volvería. «Si se enteraran se les caería el alma a pedazos, de la misma forma que me está pasando a mí ahora, cuando hablo contigo. Pero es lo que me hace ver lo comprometido que estoy con la causa», dice con un hilo de voz.
Al no tener experiencia, Craig explica que pasará unas cuatro semanas entrenando antes de ser enviado al frente del este de Ucrania. Espera ser aceptado cuando termine su formación, puesto que «muchos son rechazados» si no tienen nada que aportar en la batalla.
Max, otro estadounidense de 24 años que no quiere revelar su verdadera identidad, cuenta a Efe desde la misma estación que tuvo que vender todas las propiedades, como su coche, para poder permitirse venir la luchar: «Aparte de las mochilas que he traído, solo tengo una caja con cosas», asegura. El joven afirma que tiene experiencia militar porque estuvo en la Marina de EE.UU. y eso «no se debería desperdiciar cuando hay civiles que nunca han agarrado un arma y que se han visto de lleno en un conflicto que no han elegido»”.
«Podemos estar repartiendo botellas de agua todo el día, pero no soluciona el problema», justifica Max sobre por qué ha escogido luchar: «Estoy dispuesto a morir en Ucrania si tengo que hacerlo», asevera.
De vuelta a casa tras estar en el frente
Lee Darnell es un capellán de Tennessee de 48 años que cambió su vida de misionero en África y Haití para poner rumbo a Ucrania al segundo día de la invasión. Tiene experiencia militar y estuvo en el frente, con el rifle en una mano y el Nuevo Testamento en otra.
Ahora se encuentra en Kiev, que tras ser liberada la semana pasada se convirtió en otra línea de la retaguardia, con el objetivo de ayudar con temas logísticos. Lee explica que para él fue sencillo entrar en la unidad: pasó un proceso de entrevistas, valoraron lo que se le daba bien y fue «enchufado», una suerte que otros muchos no corren.
Cuenta a Efe que el Ejército ucraniano necesita «más ayuda internacional para ganar la guerra» y que los ucranianos han «aguantado tanto» gracias al apoyo internacional en forma de sanciones contra Rusia, provisión de equipos militares o de suministros. Pero critica la «falta de liderazgo» de los políticos europeos y de la Administración estadounidense de Joe Biden por no mandar a sus tropas a combatir.
«El frente se está moviendo adelante y atrás por momentos. Hubo un tiempo en el que esta ciudad (Kiev) fue parte del frente, pero independientemente de donde estés, la necesidad de seguir luchando hasta que esto termine es muy importante», asegura.
Su intención ahora es volver a casa «por un tiempo» para ver a su familia, aunque no descarta volver al campo de batalla, una experiencia de la que tiene «cero remordimientos» porque ha sido capaz de «ayudar a la gente, abrazarlos, educarlos sobre Jesús, suministrar comida, luchar y juguetear con los tanques rusos».
«He tenido muchos grandes honores en esta vida. He sido el padre de mis hijos, he cogido en brazos a mi nieta… Pero uno de los grandes honores de mi vida ahora es haber estado al lado del pueblo ucraniano y asegurarme de que Kiev no cayera», sentencia este hombre.