50 días de muerte y destrucción en Ucrania
Internacional
El Ejército ruso recrudece sus ataques en las ciudades de Mariúpol y Járkov y en las áreas de Donetsk y Lugansk
14 Apr 2022. Actualizado a las 05:00 h.
Este jueves se cumplen 50 días desde que el pasado 24 de febrero las tropas de Putin iniciaron la invasión de Ucrania con un ataque lanzado desde las fronteras de Rusia y Bielorrusia, la península de Crimea —anexionada unilateral e ilegalmente por Moscú en el 2014—, y las zonas controladas por las milicias separatistas prorrusas en el Dombás.
El balance de estas primeras 49 jornadas de la agresión rusa a Ucrania arroja una trágica paradoja. El Kremlin ha fracasado estrepitosamente en su intento de apoderarse de Kiev y otros grandes núcleos urbanos, por lo que se ha visto obligado a retirar sus fuerzas del norte y del entorno de la capital ucraniana para reagruparlas en el sur y el este del país. Los errores estratégicos de Moscú, la colaboración de los servicios de inteligencia occidentales con Kiev y la feroz resistencia ucraniana —a la que pone rostro el omnipresente Volodímir Zelenski— desbarataron los planes iniciales de Putin, que soñaba con una operación relámpago que forzase en cuestión de días la capitulación de un país con 44 millones de habitantes.
Pero, pese al fiasco militar, que ha arruinado en solo unas semanas el prestigio acumulado durante décadas por el hasta ahora temible Ejército ruso, la destrucción, la muerte y el dolor recorren cada palmo de Ucrania. Las autoridades locales denuncian que los bombardeos indiscriminados han causado la muerte de decenas de miles de civiles y acusan a los soldados rusos de cientos de violaciones de niñas y mujeres ucranianas en los territorios ocupados, presuntos crímenes de guerra que ya están investigando sobre el terreno forenses internacionales.
Concentración en el este
El informe diario del servicio británico de inteligencia militar recalcaba este miércoles que «los recientes intercambios de mensajes entre las tropas rusas insisten en el progresivo incremento de las ofensivas en el Dombás y la reagrupación de unidades en el este de Ucrania». El Ministerio de Defensa del Reino Unido también subrayaba que el nombramiento del general Alexander Dvornikov, veterano de la campaña de Siria, como comandante supremo de las fuerzas rusas en Ucrania demuestra que «la determinación de la defensa ucraniana y la ineficiente planificación previa de la guerra» por parte de Moscú han obligado a Putin a «rediseñar sus operaciones». «Su nombramiento representa un intento de centralizar el mando y el control. Hasta ahora, la invasión rusa se ha caracterizado por su incapacidad para coordinar y dar coherencia a su actividad militar», apostillan desde el área de inteligencia del Ministerio de Defensa británico.
Con este rediseño de su despliegue, las operaciones rusas se concentraron este miércoles en la zona de Járkov, en el este, donde se recrudecieron los ataques para intentar tomar el control de la segunda ciudad del país, en las áreas en disputa de Lugansk y Donetsk, en el Dombás, y, al sur en la ciudad de Mariúpol, clave para dejar a Ucrania sin acceso al mar de Azov y para establecer un corredor bajo control de Moscú desde Crimea hasta la frontera rusa.
Desde el alto mando ruso anunciaron este miércoles que 1.026 infantes de marina ucranianos se habían rendido en la asediada Mariúpol, al encontrarse aislados y sin suministros de munición ni alimentos. «En la ciudad de Mariúpol, en la zona de la metalúrgica Ilich, [...] depusieron las armas y se entregaron como prisioneros 1.026 militares ucranianos de la 36.ª Brigada de Infantería de Marina», explicó el portavoz del Ministerio de Defensa de Rusia, Ígor Konashénkov, según recoge la agencia Efe.
«Cuerpo a cuerpo»
Este lunes, los integrantes de esta brigada de infantería habían lanzado un grito de auxilio a través de su página de Facebook, donde habían señalado que se estaban quedando sin municiones, que no podrían resistir mucho más ante las embestidas del Ejército ruso y que ya solo les quedaba el último recurso del «combate cuerpo a cuerpo».
El cerco de Mariúpol, aislada por completo del resto de unidades ucranianas, impide que Kiev envíe refuerzos a la ciudad, donde las últimas tropas resisten en dos posiciones: en el puerto, que todavía no ha sido tomado por Rusia, y en la planta metalúrgica de Azovstal, donde un grupo de soldados se han refugiado en los kilométricos túneles del recinto industrial. A ellos se dirigió este miércoles el sanguinario líder checheno Ramzán Kadírov, enviado por Putin a la ciudad portuaria para completar su devastación y asalto. «Saben que tratamos a los presos como seres humanos. ¡Salgan!», animó Kadírov en su canal de Telegram.
«Un baño de sangre sin fin»
El Ayuntamiento de Mariúpol cifró este miércoles en más de 21.000 los civiles muertos desde que hace siete semanas comenzó el asedio a este enclave portuario del mar de Azov donde, según denunciaron desde el consistorio, el Ejército ruso está utilizando crematorios portátiles para incinerar cadáveres ucranianos y borrar así las huellas de sus crímenes.
El presidente Zelenski insistió en que si Occidente no suministra armas a Ucrania, la guerra se convertirá en «un baño de sangre sin fin». Prueba de ello son los 745 cuerpos sin vida de civiles recuperados hasta ahora en las fosas comunes y calles de las afueras de Kiev, según detalló este miércoles la fiscalía ucraniana.
Las autoridades locales también denunciaron las deportaciones masivas de ucranianos del Dombás a Rusia oriental y acusaron a Moscú de utilizar bombas de fósforo blanco en un ataque contra la ciudad de Zaporiyia.