La Voz de Galicia

Cuba vota este domingo sobre el matrimonio igualitario en un referendo inédito y controvertido

Internacional

Juan Palop La Habana / Efe
Cartel de la campaña a favor del sí en la consulta sobre el nuevo Código de las Familias en una calle de La Habana (Cuba).

El régimen moviliza a toda su maquinaria para la campaña del sí, mientras que opositores y activistas piden el no o la abstención para evitar que el Gobierno convierta la consulta en un plebiscito sobre su legitimidad

21 Sep 2022. Actualizado a las 20:33 h.

Cuba lleva a referendo este domingo el Código de las Familias, un paquete legislativo que incluye el matrimonio igualitario y la gestación subrogada, en una votación inusual, controvertida y de resultado incierto.

El ejercicio pretende ser el punto y final de un proceso de años. Arrancó con la elaboración de la Constitución del 2019 y concluyó con la aprobación de la vigésimo quinta versión del Código de las Familias en la Asamblea Nacional (Parlamento unicameral) el pasado julio, después de tres meses de consulta popular y 79.000 reuniones con ciudadanos en barrios y municipios.

El texto, que sustituye a una normativa de 1975, contempla el matrimonio entre personas del mismo sexo y la posibilidad de que adopten, regula el llamado embarazo «solidario», la responsabilidad de los progenitores con sus hijos y el cuidado de las personas mayores, además de prohibir el matrimonio infantil y abordar la violencia de género.

El Gobierno cubano y todas las estructuras del Estado se han volcado en la campaña por el sí, incluida la Comisión Electoral Nacional (CEN) y el Tribunal Supremo, con continuos mensajes desde hace semanas en medios oficiales y redes sociales.

Argumentan que el código atiende a la realidad actual de las familias cubanas, amplía derechos y protege mejor a menores, mayores, personas con discapacidad y colectivos vulnerables.

Mariela Castro, directora del Centro Nacional de Educación Sexual de Cuba, hija de Raúl Castro y sobrina de Fidel. Yánder Zamora | EFE

La directora del Centro Nacional de Educación Sexual (Cenesex), Mariela Castro, hija de Raúl Castro y sobrina de Fidel, destacó que el código responde a una «ampliación de derechos» en el ámbito del derecho familiar.

«El Código de las Familias aporta, amplía y contribuye a garantizar ampliamente los derechos de todas las personas y todas las familias. Contribuye a democratizar aún más las relaciones intergenéricas e intergeneracionales», aseguró. 

Los argumentos para el no

El no, por su parte, no ha tenido una campaña articulada ni presencia en los medios oficiales. En las redes sociales, activistas y algunas instituciones y colectivos han abogado por la abstención o el rechazo a la ley.

Su oposición es en ocasiones rechazo al contenido, y particularmente a que los homosexuales puedan casarse y adoptar. Este es el caso de la Iglesia católica, que recientemente criticó en un comunicado de la Conferencia Episcopal estos puntos y pidió votar «en conciencia».

Pero el rechazo es también político. Opositores, disidentes y activistas aseguran que se abstendrán o votarán en contra porque consideran que el sí conlleva la legitimación del sistema político comunista con el que no están de acuerdo.

La opositora y expresa política cubana Marta Beatriz Roque explicó que si pudiera votar —tiene los derechos civiles suspendidos por una condena— optaría por la abstención. «Yo no estoy ni por el sí ni por el no, ni por nada, porque conozco la dictadura, se cómo trabaja y estoy convencida de que en estos momentos ya se sabe lo que va a ser el resultado de este plebiscito», sostiene.

La periodista independiente María Matienzo también considera que la mejor opción es la abstención, al entender que este referendo tiene carácter plebiscitario, y a pesar de pertenecer al colectivo LGTBIQ. «Los derechos civiles no son unos más importantes que otros. Yo no tengo derechos como ciudadana solo por el hecho de que se me permita casarme», aseguró Matienzo, que echó en falta un «perdón» del Gobierno por el pasado homófobo de la revolución.

Por su parte, el periodista independiente cubano Maykel González Vivero explicó que votará sí por coherencia con sus años en el activismo LGTBIQ. «Voy a votar sí, a pesar de que tengo muchísimas críticas que hacerle al Gobierno, muchísimos reparos que hacerle a este proceso [...]. Pero ya que ese es el contexto y estamos obligados a decir sí o no, para mí no hay otra opción que decir sí. Hemos estado trabajando por estos derechos durante mucho tiempo», manifestó.

Parte del colectivo ha criticado que se sometan a referendo los derechos de una minoría, cuando ninguna otra ley —incluido el nuevo Código Penal— ha pasado por este proceso. Otra crítica es que la votación tenga lugar después de que el Código de las Familias se publicase en la Gaceta Oficial este agosto.

Otras personas aseguran que votarán en contra o se abstendrán por la gestión de la grave crisis que atraviesa el país, que arrastra dos años de desabastecimiento de productos básicos, largas colas, frecuentes apagones y una fuerte inflación. 

Una familia subiéndose a un coche en una calle de La HabanaYánder Zamora | EFE

Sondeos y preparativos

No obstante, ante la ausencia de sondeos públicos, es difícil ponderar la fuerza de cada campo ante el referendo, el tercero que se realiza en Cuba desde el triunfo de la revolución en 1959 y el primero sobre una ley particular.

Los expertos tampoco se atreven a pronosticar el volumen de la abstención y su posible significado en términos de desentendimiento político o rechazo al proceso.

La CEN asegura que todo está preparado para el buen desarrollo de la consulta. Más de ocho millones de cubanos están llamados a las urnas en unos 24.000 colegios electorales.

Los cubanos que han emigrado o se han exiliado y no tienen su residencia en Cuba —un colectivo que suma unos dos millones de personas, según estimaciones— no tienen derecho a participar.

Algunas oenegés han destacado las dudas que les suscita esta consulta, como es el caso de Transparencia Electoral.

Su director, Leandro Querido, criticó que se ha tratado de una campaña sin «garantías», que la jornada electoral no cuenta con observadores internacionales y que, sin «controles cruzados», los resultados serán «inverificables».


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