Venezuela se asoma a un cambio histórico con la posible derrota chavista
Internacional
Las encuestas independientes apuntan a una cómoda victoria de la oposición
28 Jul 2024. Actualizado a las 05:00 h.
Venezuela ha vivido una campaña totalmente desigual. Una parte tuvo a su disposición el poder del Estado, vallas publicitarias, tiempo de televisión, de radio y en Google, y 25 años de control de las instituciones. La otra, tras un cuarto de siglo en la oposición, fue minimizada, sus principales dirigentes están en el exilio y su máxima líder ha sido injustamente inhabilitada. Además, su candidato alternativo era un ilustre desconocido hasta hace seis meses. No se ven en la calle ni en la televisión publicidades a favor de Edmundo González Urrutia, y muy pocas en las redes. Aún así, todas las encuestas reconocidas dan al abanderado de la Plataforma de la Unidad Democrática, entre 25 y 30 puntos de ventaja sobre Nicolás Maduro, el representante del Partido Socialista Unido de Venezuela, que aspira a una segunda reelección, pese a que sus once años en el poder han estado marcados por el éxodo de ocho millones de venezolanos (25 % de la población), la segunda hiperinflación más alta de la historia, centenares de presos y miles de perseguidos políticos.
Los comicios de este domingo en el país sudamericano eran impensables hace tan solo un año o en octubre del 2023, cuando parecía que Maduro tenía todo atado y muy bien atado. La oposición venezolana, en desbandada y desprestigiada tras el fracaso del denominado gobierno interino de Juan Guaidó, se ha recompuesto gracias a las primarias que se realizaron hace nueve meses y que Maduro aceptó a regañadientes como parte de los Acuerdos de Barbados, que catapultaron a María Corina Machado como lideresa del antichavismo y a su decisión de apoyar la candidatura de González.
Nicolás Maduro busca el reconocimiento internacional que perdió en el 2018, cuando fue reelegido en unas elecciones en las que no tuvo oposición y que llevaron a que el país sufriese las consecuencias de las sanciones impuestas por los EE.UU. «Maduro busca ahora recuperar la legitimidad perdida», señala Benigno Alarcón, politólogo venezolano descendiente de ourensanos, que dirige el Centro de Estudios Políticos de la Universidad Católica Andrés Bello. «La única sorpresa posible sería que Edmundo González no logre la victoria ampliamente», señala. «Vamos a ganar y vamos a cobrar», fue la frase que Machado repitió como un mantra en sus giras por todo el país, que atraen multitudes. González, de 74 años, se ha dedicado más a las redes sociales y los medios convencionales. Es consciente de que, si llega a la presidencia tendría que dejar paso a Machado.
Los argumentos de Maduro
Maduro, por su parte, ha basado su oferta electoral en la relativa estabilización de la economía desde el 2019, así como en una caída sustancial de la criminalidad, —que el candidato republicano estadounidense Donald Trump atribuye a la migración de delincuentes venezolanos a su país—, y en el hecho de que solo él «puede garantizar la paz» en Venezuela.
Su campaña ha sido más propagandística más que informativa. Ha utilizado a seis empresas encuestadoras de poca credibilidad que, según la coalición de medios locales C-Informa, han emitido hasta 14 sondeos en los que Maduro gana, con amplias distancias en relación con González Urrutia y las ocho candidaturas restantes, que ni en estas encuestas ni en las consideradas serias suman 5 % de intención de voto.
Los trabajos demoscópicos están cocinados para buscar la movilización a favor de Maduro y plantean un escenario de segura victoria, pero por estrecho margen. En la última semana de campaña, Maduro ha endurecido su mensaje e incluso llegó a decir que si la oposición logra la victoria «habra un baño de sangre» que solo se puede evitar con su victoria. Suena a un discurso desesperado que le ha valido las críticas internacionales, incluso las de sus aliados, como el brasileño Lula da Silva.
Las elecciones de hoy son una nueva prueba de fuego para los venezolanos, que deben decidir entre el chavismo o el cambio. Un dato preocupante señalado por las encuestas es que hasta un 30 % de la población dice que se irá de Venezuela si gana Maduro.
Nicolás Maduro, una vida tras la estela de Chávez, con más sombras que luces
Sobre la vida de Nicolás Maduro se han vertido ríos de tinta, incluyendo una biografía y una película financiada por el Estado venezolano en el marco de una campaña electoral que lo tiene perdiendo por amplio margen en las encuestas. Pero en ninguna de estas obras se da una respuesta clara a una duda expresada por amplios sectores de la oposición: dónde nació realmente el candidato chavista. Aunque oficialmente vio la luz en Caracas en noviembre de 1962, no hay datos que corroboren esta hipótesis. No se conoce la partida de nacimiento de Maduro, solo que él y sus familiares más directos tienen números consecutivos en su documento nacional de identidad. Su madre era de nacionalidad colombiana y su padre, oriundo del occidental estado Falcón, tenía ancestros sefardíes provenientes de las vecinas Antillas holandesas.
Sus primeros años de vida también parecen envueltos en las sombras. No hay información oficial de dónde, por ejemplo, estudió la primaria. Sí hay certezas, en cambio, de que estudió y dejó la educación secundaria, y, como hijo de un cuadro de la Liga Socialista (un partido de extrema izquierda en el que también militó el padre de su más cercano aliado, Jorge Rodríguez) tuvo formación política en Cuba. Con pocos años fue un activo sindicalista en el Metro de Caracas antes de acercarse a Hugo Chávez y convertirse en diputado, canciller y finalmente presidente cuando el líder de la revolución bolivariana falleció de cáncer en el 2013.
Con fama de buen negociador en las distancias cortas, ha sabido controlar las distintas corrientes del partido de Gobierno e incluso incrementar su poder, aislando a sus potenciales competidores.
Ahora pide un tercer mandato para poder gobernar sin sanciones. En su haber, que ha dado un audaz giro de liberalización que ha permitido una modesta recuperación económica.
Edmundo González, del desconocimiento absoluto a convertirse en una seria opción
Si hace seis meses le hubieran preguntado a cualquier venezolano, incluyendo los que saben de política, quién era Edmundo González Urrutia (La Victoria, Aragua, 1950), la respuesta más probable hubiera sido que no lo conocían». Pero hoy es el ciudadano con más oportunidades de propinar una derrota definitiva al chavismo en un cuarto de siglo.
Henrique Capriles, otro ya veterano político venezolano, quien tuvo la posibilidad de ser presidente hace once años y llegó muy cerca, lo define así: «Estábamos esperando al outsider de la política, y es él. Edmundo es el cisne negro, el que no se esperaba y apareció».
González, graduado en Estudios Internacionales en la Universidad Central de Venezuela y diplomático hasta su jubilación, ha tenido una larga carrera en la política, pero siempre tras bambalinas. Participó en el proceso de paz de Centroamérica en los años ochenta y posteriormente, en la mediación venezolana en el conflicto político colombiano.
Ya retirado del Ministerio del Exterior, ha sido un colaborador activo de la Mesa de la Unidad Democrática, pero siempre alejado de los focos, a los que llegó por pura casualidad, cuando la coalición opositora lo incluyó como candidato provisional para garantizar a la oposición su presencia electoral, después de que el Consejo Nacional Electoral, sin explicación ni justificación, impidiese a Corina Yoris, la candidata propuesta por la inhabilitada María Corina Machado, inscribirse como aspirante y pelear contra Nicolás Maduro.
Mesurado y pausado, y con un discurso conciliador, está en las antípodas del chavismo. Y más allá del respaldo de Machado, lideresa indiscutible de opinión en la Venezuela del 2024, ha demostrado tener ideas propias y un sutil carisma. Sobre su eventual Gobierno, ha dicho que incluirá a todos los venezolanos, también a los que hoy militan en el chavismo.