Guía para las elecciones de EE. UU.: ¿cómo se elige al presidente y por qué solo siete estados tienen la llave de la Casa Blanca?
Internacional
Este martes, 5 de noviembre los estadounidenses deciden si entregar las riendas del país para los próximos cuatro años a la demócrata Kamala Harris o al republicano Donald Trump. En buena parte de los estados, el reparto parece estar claro, así que un puñado de ellos serán los decisivos. Entramos en el rompecabezas del proceso electoral estadounidense para comprender estos importantes comicios
05 Nov 2024. Actualizado a las 20:32 h.
Este martes, Estados Unidos decide. La demócrata Kamala Harris y el republicano Donald Trump optan a liderar el rumbo de los Estados Unidos los próximos cuatro años. Una podría convertirse en la primera mujer presidenta en sentarse en el Despacho Oval; el otro, regresar a la Casa Blanca cuatro años después todavía inmerso en un juicio penal en su contra por intento de injerencia electoral en los comicios anteriores.
La carrera está más ajustada que nunca. Y todo apunta a que la presidencia se dirimirá por apenas un puñado de votos. En los estados clave, esos territorios en disputa que todavía no parecen haberse decidido por uno u otro, a Harris y a Trump los separan apenas un punto de diferencia. Así que hay partido.
Entramos en el rompecabezas de las elecciones del 5 de noviembre en Estados Unidos, con todas sus idiosincrasias, para intentar desentrañar las claves que marcarán el resultado de estos decisivos comicios.
¿Qué se elige el 5 de noviembre?
Además de las presidenciales, el país celebra también elecciones legislativas, en las que se renueva la totalidad de la Cámara de Representantes y un tercio del Senado.
Pero en algunos lugares, las papeletas tendrán varias páginas y muchas decisiones a tomar. En once estados se elige gobernador, en muchos se seleccionan miles de puestos de jueces, fiscales y otros funcionarios y, además, se votarán cientos de referendos en algunos estados sobre temas tan sensibles como el aborto, la marihuana o la inmigración.
¿Por qué son en martes?
El Congreso estadounidense estableció en 1845 una fecha fija para las elecciones presidenciales: el martes siguiente al primer lunes de noviembre.
La elección de fecha tenía su sentido. El domingo se descartó por razones religiosas y el miércoles porque era día de mercado en muchos sitios. Así que se estableció el martes porque los votantes tenían así todo el lunes para desplazarse a su centro de votación.
Y el mes, noviembre, tenía que ver con las cosechas. Era la opción ideal. Después de la primavera y el verano, los agricultores ya habían acabado la faena, y aún no había empezado el duro invierno.
Así se ha quedado hasta el día de hoy.
La obligación de registrarse para votar
Todos los ciudadanos estadounidenses mayores de 18 años tienen derecho al voto, a excepción de las personas con antecedentes penales o quienes tengan alguna discapacidad, que tienen prohibido el voto en algunos estados.
Pero antes de poder votar, tienen que cumplir un último requisito: resgistrarse. En Estados Unidos no hay un censo electoral en el sentido en el que entendemos en España, por lo que es obligatorio que las personas que quieran ejercer el derecho al voto se inscriban.
Responsabilidad única del votante, el registro es un proceso complejo y tedioso necesario cada vez que hay algún cambio en los datos. Por ejemplo, cuando se muda de residencia o se cambia el apellido tras el matrimonio. Y muchos estados hacen inspecciones periódicas en sus registrados que pueden llevar a que algunas personas descubran el día de la votación que ya lo están. Solo el estado de Dakota del Norte no exige este registro previo.
Es un sistema descentralizado, como todo en este país, en el cada estado determina las condiciones de este proceso. Algunos exigen realizar el trámite como muy tarde 30 días antes de las elecciones, en otros es posible hasta el mismo día, hay quienes permiten hacerlo por internet y quienes solo por correo postal o en persona.
Un «escollo» que desmoviliza a muchos electores, ya que se estima que casi un cuarto de las personas con derecho al voto siguen sin estar registradas y, por lo tanto, no pueden participar.
En los formularios, los votantes incluyen muchos datos personales; entre ellos, deben anotar si se identifican como republicanos, demócratas o independientes. Una información de especial utilidad para los partidos en la confección de sus campañas y para prever los posibles resultados en algunos estados.
¿Cómo se elige al presidente?
Los estadounidenses están llamados a las urnas el martes, 5 de noviembre. Pero muchos ya han votado. Todos los estados permiten a los electores hacerlo por adelantado tanto en persona como en correo, en unos plazos que dependen de cada estado. Algunos abren esta opción 50 días antes, y el límite final es siempre el viernes anterior al día de las elecciones. Hasta este 1 de noviembre, día del fin del plazo, ya habían depositado su papeleta anticipada más de 65 millones de personas.
Esos votos, y los que se depositen el próximo martes, se recontarán en esa misma jornada, aunque probablemente los resultados definitivos no se conocerán ese mismo día.
Una vez terminado el escrutinio, llega el momento de asignar los compromisarios, representantes de cada estado en el Colegio Electoral y que son los que se ocupan, en última instancia, de votar a Kamala Harris o a Donald Trump para la presidencia.
A cada estado le corresponde un número de representantes determinado por su población. Desde los 55 votos electorales que da California, el más populoso, a los 3 que reparten estados como Vermont, Delaware, Wyoming, Alaska o las dos Dakotas. También el distrito de Columbia, a pesar de no ser un estado como tal, otorga otros 3. En total, suman a nivel federal 538 compromisarios.
Pero hay una peculiaridad que lo determina todo: todos los compromisarios que reparte el estado se asignan al partido más votado. Aunque sea por una sola papeleta, se los lleva todos.
Hay dos excepciones a este sistema: Maine y Nebraska. En ellos, el ganador a nivel estatal se lleva dos, y los distritos —dos en Maine y tres en Nebraska— dan cada uno su propio compromisario según el partido más votado.
Una vez repartidos, quedan conformados los 538 miembros que componen el Colegio Electoral. Y llega entonces el momento de la verdadera votación. Será investido presidente quien se asegure el apoyo de 270 de ellos. Esta reunión tendrá lugar el 17 de septiembre, y de ahí saldrá el nombre de quien ostentará la presidencia de los Estados Unidos los próximos cuatro años.
Hay que especificar que, aunque evidentemente la mayoría de compromisarios votan por el candidato del partido al que representan, no en todos los estados están obligados por ley. A los que se saltan la disciplina de voto se les conoce con el nombre de «electores infieles», y ha sido algo que pasado no hace tanto. En el 2016, algunos demócratas se negaron a votar por Hillary Clinton y un par de republicanos no eligieron a Trump.
Una vez se emiten los votos electorales, aquel candidato que consiga superar la barrera de los 270 será propuesto para la presidencia, que se certificará el 6 de enero del 2025 para ser investido el 20 de ese mismo mes.
¿Podría perder el partido con más votos populares?
Sí, y ha pasado hasta en cinco ocasiones, una de ellas muy reciente. El sistema que siguen la gran mayoría de los estados, que otorgan todos sus compromisarios al candidato más votado, crea una distorsión que puede hacer que el ganador sea el que tiene menos votos.
La última vez pasó en el 2016. Trump logró la presidencia con casi 3 millones de votos menos que su rival, Hillary Clinton.
¿Podría haber empate?
Si cada uno de los candidatos consiguiera 269 compromisarios, se daría una situación extraordinaria: la elección contingente. Tal cosa solo ha pasado una vez, hace ahora justo 200 años, y porque había cuatro candidatos en liza. Es una posibilidad remota. En este caso, tendría que desempatar la recién establecida Cámara de Representantes.
¿Y cómo se conforman la Cámara de Representantes y el Senado?
Si el presidente del Gobierno es quien diseña una agenda política para el país, a quien le corresponde elaborar las leyes y aplicarlas es al poder legislativo, que recae en dos órganos.
La Cámara de Representantes (la Cámara Baja) está formada por 435 congresistas, que se eligen este mismo 5 de noviembre a nivel de distrito. El vencedor en cada uno de ellos se lleva todos los votos.
Todos sus miembros se renuevan por completo cada dos años, una vez coincidiendo con las presidenciales y otra a mitad de mandato, en lo que se conocen como mid-terms.
El Senado (la Cámara Alta) está formado por 100 senadores. Sus miembros, divididos en tercios, tienen mandatos de seis años. Cada dos años, se renueva uno de esos tercios (en esta ocasión son 33). Todos los estados tienen el mismo número de senadores, independientemente de la población: 2 cada uno.
Los estados en disputa
Buena parte del pescado ya está vendido. En los feudos demócratas y republicanos el voto ya está decidido de antemano. En algunos casos, desde antes de las elecciones. Como dato curioso, en los últimos diez años, trece estados han votado sin excepción al candidato republicano, sumando 104 votos electorales fijos elección a elección. En el caso republicano son menos, solo dos se han mantenido imperturbables: el distrito de Columbia y Minnesota, que suman 13 compromisarios.
Pero a estas alturas, algunos estados están igualmente decididos. Por los votantes registrados y los resultados demoscópicos, en algunos el resultado está ya más que claro. Kamala Harris tiene ya prácticamente asegurados 226 compromisarios, y Trump, otros 219. Aquí difícilmente habrá sorpresas. El verdadero partido se juega en esos 93 compromisarios restantes.
Así que la decisión depende de otros, un puñado de estados en los que puede pasar cualquier cosa. Se les conoce con varios nombres: estados en disputa, bisagra o púrpura (porque no se sabe si son rojos o azules). Y no son siempre los mismos. Ohio y Florida ostentaron durante años ese honor, pero desde la llegada de Trump se han convertido ambos en bastiones republicanos. Y lo mismo ha sucedido con Virginia y Colorado, que han acabado cayendo en el bando demócrata.
En esta ocasión se trata de siete estados, que no representan ni a la quinta parte de la población del país, y en los que las encuestas dan un duelo muy reñido, con apenas un punto porcentual de diferencia. El futuro de Estados Unidos, con 331,8 millones de habitantes, recae en 47 millones de personas con derecho a voto. Incluso menos, porque, yendo más al detalle, todo se dirimirá en un puñado de condados que no suman más de 20 millones de votantes.
Tres de los estados en disputa pertenecen al Cinturón de Óxido (Rust Belt), una zona desindustrializada, en declive económico y con pérdida de población. Eran un bastión demócrata, dentro del conocido como Muro Azul, pero Trump consiguió seducir a los trabajadores blancos descontentos, que le dieron la llave de la Casa Blanca en el 2016. Biden los recuperó, pero por los pelos. Hablamos de Wisconsin, Míchigan y Pensilvania.
Una pérdida dolorosa para Trump, y que todavía no reconoce, le vino de dos estados de tradición sureña y confederada. Antiguos bastiones republicanos que los cambios demográficos han tornado demócrata, aunque por un puñado de votos. Se trata de Carolina del Norte y Georgia.
El otro varapalo le vino a Trump desde el Oeste fronterizo. De Arizona, donde el magnate encuentra con cierta reticencia republicana, y de Nevada.
En ninguno de estos estados está la cosa clara. Tanto Harris como Trump necesitan de sus compromisarios para hacerse con la presidencia de Estados Unidos. Hacemos un repaso por ellos, uno a uno, para conocer cuáles son los aspectos que podrían inclinar la balanza hacia uno u otro de los candidatos.
Pensilvania
El campo de batalla más codiciado de los estados por decidir. Conseguirlo supondría un punto de inflexión para cualquiera de los candidatos. Si Trump se hace con sus votos, le bastaría con conservar Carolina del Norte y reconquistar Georgia. Si lo hace Harris, y suma al resto del Cinturón de Óxido —Wisconsin y Míchigan— lo tendría matemáticamente hecho.
Con el mayor número de compromisarios en liza de todos los estados bisagra —19—, perder Pensilvania sería costoso para cualquiera de los dos, ya que bloquea muchas posibles combinaciones.
El estado había sido durante años un bastión demócrata. Todo cambió con la llegada de Donald Trump en el 2016 gracias a sus victorias fuera de las áreas metropolitanas.
En el 2020, Biden lo recuperó, con poco más de un punto porcentual de diferencia con respecto a su rival. Y eso a pesar de que ya partía con una ventaja evidente: el candidato demócrata es oriundo de allí. Nació y creció en Scranton antes de mudarse a Delaware.
Está por ver si Kamala Harris consigue retener a los votantes. Tiene una baza: el gobernador del estado, Josh Shapiro, una figura en alza en el partido demócrata que se hizo con su puesto ganando con holgura al candidato trumpista.
Y el voto afroamericano también puede ser determinante. Mientras Biden era candidato, los sondeos mostraban una desmovilización de los electores negros que apoyaron en masa al demócrata en el 2020. Pero Kamala podría cambiar esa tendencia.
La inflación es clave. El coste de la vida ha subido en Pensilvania mucho más que la media del país. En este tema es Harris la que más tiene que perder, ya que muchos responsabilizan a la administración Biden de los precios. El republicano intenta aprovecharlo en sus grandes caladeros de votos, las zonas rurales.
Donald Trump también ha aprovechado para afearle a Kamala Harris su oposición previa al fracking, una controvertida técnica de extracción de petróleo que supone uno de los sectores en alza que sirven de contrapeso al declive industrial de la zona.
Además, no debe pasar inadvertido algo que podría tener alguna influencia: el intento de asesinato de Donald Trump fue precisamente en Pensilvania, en la ciudad de Butler.
La media de las encuestas da una ligerísima ventaja para Trump, aunque de menos de un punto.
Condado clave: Erie
Un condado púrpura en un estado púrpura. Se entiende que nadie puede ganar Pensilvania sin hacerlo aquí. Y tomar este estado es vital. En 23 de las últimas 25 elecciones a nivel nacional de cualquier tipo —contando presidenciales, al Senado, a gobernadores, a fiscal general del Estado, etc.—, este condado siempre ha votado al ganador.
En el 2016, Trump consiguió hacer girar al voto republicano a todas las ciudades y pueblos de este condado. Y en el 2020, un tercio de las jurisdicciones viraron de nuevo al bando demócrata.
Es un sufridor eje manufacturero con más gente blanca, mayor de 65 años y pobre que la media. Y a estas personas, el mensaje de Trump sobre la recuperación laboral les suena especialmente bien.
Condado clave: Lackawanna
De gran interés simbólico: la localidad natal de Biden, Scranton, está ahí. Aunque históricamente demócrata, los republicanos han ido recortando distancias en los últimos años. Tiene un desproporcionado ratio de obreros y muchos de ellos son los que se han convertido en la base electoral de Donald Trump.
Míchigan
El Estado de los Grandes Lagos es otro de los que conformaban ese Muro Azul que Donald Trump logró derribar en el 2016. Consiguió entonces convencer a los trabajadores desilusionados de esta zona industrial en declive.
Biden lo recuperó en el 2020, pero está por ver si el republicano no vuelve a darle la vuelta electoral.
Porque Míchigan es el estado del motor. Aquí están las Tres Grandes de la automoción: Ford, General Motors y Chrysler. Y la amenaza de la competencia china en el mercado de los coches eléctricos es un factor determinante.
Kamala tiene un punto a favor en este tema, ya que los sindicatos del sector, muy influyentes electoralmente, le han dado su apoyo. Pero también es un campo fuerte para Trump, que apostó durante su presidencia por el proteccionismo económico.
Un tema que empeora las perspectivas de Harris aquí es otro mucho más difícil de evitar: la guerra en Gaza. Míchigan es el estado con mayor proporción de árabes estadounidenses, tradicionales votantes demócratas. Pero este año, muchos de ellos están dispuestos a dejar caer a la administración actual por su apoyo incondicional a Israel.
Es un tema que desmoviliza también a muchos votantes jóvenes, que se han sumado a las multitudinarias manifestaciones contra la postura del Gobierno sobre el estado hebreo.
Aquí, las encuestas dan una pequeña ventaja de Harris, de apenas un punto escaso de diferencia.
Condado clave: Kent
Aunque tradicionalmente republicano, el condado con sede en Grand Rapids ha ido virando más hacia el bando demócrata en los últimos años.
El problema no es el partido republicano, sino concretamente el trumpismo. Lo que no gusta es el candidato. De esta zona es Peter Meijer, uno de esos diez republicanos que se había sumado al segundo intento de destitución (impeachment) a Donald Trump cuando era presidente. El político de Grand Rapids, de una conocida familia propietaria de una cadena de supermercados, fue condenado al ostracismo. Y aquí aún queda esta espinita clavada.
Condado clave: Wayne
En él se ubican la ciudad más poblada del estado, Detroit, y la sede de las Tres Grandes de la automoción (Ford, General Motors y Chrysler). La desindustrialización, los problemas urbanos y las crisis fiscales han llevado a que se haya quedado con un tercio de la población que tenía en los años 50.
Es un bastión demócrata, y lo seguirá siendo. Pero pierden fuerza. Y si Trump gana el estado, este condado puede hacernos ver el porqué. Para Harris es esencial mantener la amplia ventaja con los republicanos —la última vez fue de 35 puntos— para conseguir retener el estado en su conjunto. Si se queda corta, estará en problemas.
Wisconsin
Otro de esos ladrillos del muro azul que Donald Trump derribó en el 2016, ha votado a lo demócratas desde los años 80 hasta la llegada del magnate.
La relevancia de Wisconsin es tal que Trump fue nombrado candidato en este estado y Harris comenzó aquí su gira tras la retirada de Biden.
Un estado eminentemente rural, con más de 5.500 granjas y 1,2 millones de vacas, en el que, a priori, los republicanos podrían tener un buen caladero de votos, especialmente por los problemas derivados de la inflación, la mayor preocupación en la zona.
Pero la política de Trump sobre el control de fronteras podría volvérsele en su contra. Porque casi un tercio de los trabajadores agrícolas de Wisconsin son inmigrantes. Dependen de ellos para trabajar la tierra
Harris ha sacado además su as bajo la manga al nombrar a Tim Walz como su candidato a la presidencia. El gobernador del estado vecino de Minnesota es instrumental para los demócratas en la zona. Su labor en el Congreso como representante de un distrito rural puede acabar inclinando la balanza hacia Kamala en este estado vital.
La cosa está ajustada en las encuestas. Harris está sensiblemente por encima. Pero la diferencia, de 0,71 puntos, es prácticamente imperceptible.
Condado clave: Brown
Uno de los condados BOW (Brown, Outagamie y Winnebago), tiene sede en Green Bay y está dividida entre distritos rurales y urbanos. Es una zona tradicionalmente republicana donde los demócratas se han ido haciendo cada vez más competitivos.
Condados clave: Waukesha y Milwaukee
Waukesha fue durante años una broma recurrente en los medios. Vendían a esta zona metropolitana de Milwaukee como un territorio en disputa de forma irónica, ya que siempre fue un inmóvil bastión republicano. Pero el meme se ha acabado haciendo realidad. La erosión republicana en esta zona en los últimos años es patente, y podría ser reveladora de un cambio.
En Milwaukee, la ciudad más poblada del estado, Harris tiene la oportunidad de movilizar al voto negro; y en Dane, donde está la capital del estado, Madison, y la universidad estatal, puede hacer lo propio con el voto joven con estudios, más afines con los demócratas y preocupados por el candente debate sobre el aborto.
Carolina del Norte
Uno de esos tradicionales estados sureños, que en su día formaron parte de los confederados, que cada vez se les complica más a los republicanos, a pesar de que siguen ganando allí. Pero el margen se ha ido estrechando en los últimos años, y en el 2020 los demócratas se quedaron a solo un punto de sus rivales.
Los cambios demográficos han sido definitorios. Carolina del Norte es hogar de tres universidades de investigación de renombre, que dan nombre al área demoscópica conocida como The Research Triangle, que ha atraído en los últimos años a residentes que vienen sobre todo de California, Nueva York y la zona de Nueva Inglaterra, todas ellas profundamente demócratas.
Y, aunque la mayoría de la población sigue siendo blanca, el 90 % de estos recién llegados son negros, latinos o multarraciales.
Aunque las encuestas le dan una ligerísima ventaja a Trump, por menos de un punto, la demografía podría acabar dándole la vuelta a la tortilla.
Condado clave: Wake
El condado de Wake será quizás el mejor indicador del desempeño de Harris en todo el estado. Este microcosmos de cambio político es uno de los vértices de ese triángulo de centros de investigación. En él está la capital, Raleigh, y sus habitantes destacan por su nivel de educación y sus buenos salarios.
Históricamente se orientaba hacia espectro republicano. Hasta que llegó Obama. Desde entonces, los demócratas han ido ganando cada vez con más margen. Y Biden ya le sacó 26 puntos a Trump.
Georgia
Otro de esos estados sureños que le han salido rana a Donald Trump. Tres décadas llevaban los republicanos ganando. Ni siquiera Obama consiguió cambiar su color en el mapa. De ahí que el triunfo de Biden en el 2020 fuese algo insólito, aunque fuera por un puñado de votos. Fue tan inesperado que el magnate nunca ha reconocido su derrota aquí.
El episodio todavía escuece en Georgia. Y no es ninguna sorpresa que la protección de la democracia sea de lo que más les preocupa. Trump y otras 18 personas están procesadas por intento de injerencia electoral. El entonces presidente de EE. UU. llamó al secretario de Estado para que buscase los 11.780 votos que le faltaban para sumar sus 16 compromisarios. No tuvo éxito, y cuatro días después, dio el infame discurso que motivó la toma del Capitolio.
Trump parte en las encuestas con ventaja de más de un punto con respecto a Kamala, aunque esta tiene la cuestión racial de su parte, siendo ella de ascendencia mixta..
Atlanta y su área metropolitana suman el 60 % de los votos, y los afroamericanos suponen la mitad de su población. Su adhesión a la causa demócrata fue clara: el 92 % de los votantes negros apoyaron a BIden.
Condado clave: Cobb
Cobb es de esas áreas suburbanas en los que está la fórmula secreta de los republicanos en las elecciones más recientes. Este condado del área metropolitana de Atlanta, de mayoría blanca, fue decisivo para la victoria de Biden en el 2020. Se ha ido volviendo cada vez más demócrata gracias a los cambios en su demografía. La población afroamericana supone ya casi un 30 % de sus habitantes, la población hispana ha crecido hasta casi el 15 %, la renta media es superior a la media y hay cada vez más personas con estudios superiores. Harris necesita mantener los niveles de apoyo de estos habitantes blancos del extrarradio, sin perder los votos de los votantes afroamericanos, que han ido tendiendo cada vez más hacia Trump.
Arizona
El estado del Gran Cañón es un caso curioso. Estado del sur, fronterizo, con cada vez más población latina. En la superficie, nada hacía presagiar que Biden le iba a arrebatar este bastión republicano en el 2020, aunque no fueran más que 10.500 votos de diferencia. Pero es que en Arizona confluyen varios factores que acabaron por darle la estocada final a Trump.
En primer lugar, el voto hispano. En Arizona, curiosamente, tiende hacia el lado demócrata, a diferencia de sus congéneres en otros estados. Y tiene su explicación. Los republicanos impulsaron en este estado una de las legislaciones más restrictivas con la inmigración en el 2010, con redadas indiscriminadas, a veces solo por el aspecto, que han marcado a la opinión pública.
Por otra parte, el propio Trump. Los ataques del magnate al excandidato John McCain, senador por Arizona, acabaron alejando a los propios votantes republicanos moderados de la línea trumpista.
Pero Kamala Harris tampoco lo tiene todo hecho, ni mucho menos. La gestión de la frontera, en la que estuvo implicada directamente como vicepresidenta, ha sido siempre objeto de críticas. Durante su mandato, los cruces entre México y Estados Unidos han marcado un récord histórico. Ahora ha prometido más dureza, pero queda por ver si los electores se lo creen.
Lo que sí juega a su favor es la cuestión del aborto. Es un debate candente especialmente aquí, después de que la polémica decisión de la Corte Suprema de Arizona de prohibir el aborto en casi todos los casos. Es un asunto que podría servir para movilizar el voto femenino a su favor.
Condado clave: Maricopa
Maricopa fue uno de los nombres propios del vuelco electoral del 2016. La capìtal, Phoenix, y su área metropolitana, suponen ahora el 61 % de los votos de todo el estado, y el peso de la población latina procedente de México es cada vez mayor. Tanto por su peso como por su representatividad, la victoria de uno u otro en este condado es clave para hacerse con los 11 compromisarios.
Nevada
Se suele considerar en los últimos años el estado de referencia (bellweather state). El vencedor en Nevada ha ganado la presidencia en 10 de las últimas 12 elecciones. Falló, eso sí, en el 2016, con la victoria de Trump, precisamente.
Estado eminentemente rural y muy despoblado, concentra sus habitantes en dos condados: Clark, en el extremo suroriental y con sede en Las Vegas, y Washoe, en la franja occidental y con sede en Reno.
Con muchos trabajadores del sector hostelero y del juego, su mayor problema es el económico. Nunca se ha recuperado de las consecuencias de la pandemia de covid. Y tiene una de las tasas de desempleo más altas del país. La inflación afecta más que en ningún otro sitio. Y todo esto perjudica a los demócratas, ya que se hace a la administración Biden responsable de los problemas económicos.
Trump ya ha prometido fuertes rebajas de impuestos en el sector hostelero, y Harris no ha tardado en responder con compromisos similares.
El voto latino y el de las mujeres, ya que el mismo 5 de noviembre se vota en este estado un referendo por el derecho al aborto, pueden servir para aupar en última instancia a Harris.
Condado clave: Clark
Con sede en Las Vegas y hogar de casi tres cuartas partes de la población, ha sido históricamente un bastión demócrata. Y lo seguirá siendo. El problema es que han perdido fuelle. La clave está ahí, en el margen que saquen con respecto a los republicanos. Posiblemente decidirá el resultado global del estado.
Este año es especialmente volátil, ya que la mayoría de los votantes registrados no están adscritos a ninguno de los dos grandes.
Condado clave: Washoe
Con sede en Reno, es crucial. Porque de esta zona depende inclinar la balanza final del estado hacia uno u otro lado. En los últimos años, lo que un partido gana en el condado de Clark lo pierde en el de Washoe, y viceversa.
Si Nevada se considera un estado púrpura, Washoe es su condado púrpura. Tiene un reparto de votantes muy diverso y equitativo. Un tercio de los registrados son republicanos, otro tanto son demócratas y otro tercio, no alineados. De ahí que sirva como termómetro de los cambios en la tendencia del país como ningún otro.
Y se ha ido volviendo más demócrata a medida que han ido llegando otro tipo de empleos, especialmente de ingenieros y licenciados que trabajan en las industrias subsidiarias de la Gigafactoría de motores eléctricos que Tesla estableció aquí en el 2016.
Otros lugares a los que prestar atención
Aunque las elecciones parece que se decidirán en los siete estados que todavía no tienen un veredicto claro, hay otros territorios a los que merece la pena prestar atención en estas elecciones, uno porque puede ser decisivo, y los otros por cómo pueden materializar las tendencias potenciales en el país.
Condado de Douglas, en Nebraska
El estado de Nebraska es una de las dos únicas excepciones del país en cuanto al reparto de compromisarios. Otorga dos fijos al candidato más votado y luego otros tres: uno por distrito, y que pueden ser para opciones diferentes. Nadie le había prestado nunca atención a este estado consistentemente republicano, hasta que Obama consiguió ganar el ahora ya famoso Segundo Distrito al Congreso. Todas las miradas estarán puestas ahí, especialmente en el condado de Douglas, donde está la capital, Omaha.
En el 2012 y el 2016 se fue de nuevo al bando republicano, y en el 2020, Biden lo recuperó. Este año vuelve a ser una incógnita.
Fort Bend y Tarrant, en Texas
Nadie pone en duda de que Texas va a votar, una vez más, republicano. Lo lleva haciendo ya 30 años consecutivos. Pero que los demócratas han ido recortando posiciones es un hecho. Tanto Hillary Clinton como Joe Biden se quedaron a solo 6 puntos de Donald Trump, frente a los 15 puntos a los que había estado Obama en su segunda reelección.
Tanto Fort Bend como Tarrant serán lugares a los que prestar atención. La primera para ver si se confirma la pronunciada subida de los demócratas, y la segunda para ver si Harris puede mantener la estrechísima victoria inesperada que consiguió Biden en el 2020.
Miami-Dade, en Florida
Un tradicional estado en disputa, Florida se ha convertido, desde la llegada de Trump, en un bastión republicano. No así el condado de Miami que ha votado siempre demócrata. Pero la tendencia ha cambiado considerablemente en los últimos años. Hillary Clinton le había ganado a Trump de forma holgada, por 29 puntos de diferencia. Cuatro años después, la distancia de Biden fue de solo de siete.
La notoria población cubana y puertorriqueña se ha ido volviendo progresivamente más fiel al Partido Republicano, en buena medida porque la campaña que tilda a los demócratas de socialistas ha calado especialmente en los exiliados del régimen castrista y de otros regímenes latinoamericanos.
Fuentes utilizadas para la elaboración de esta noticia: Oficina del Censo de Estados Unidos, Real Clear Politics, Pew Research Center, The Marist Institute for Public Opinion, Associated Press.