La Voz de Galicia

Maduro estrena su tercer mandato más débil y más aislado que nunca

Internacional

Luis López bilbao / colpisa
Manifestación ayer en Cúcuta (Colombia) en apoyo a Edmundo González y Corina Machado.

Venezuela se adentra en un escenario inédito, de gran inestabilidad interna

12 Jan 2025. Actualizado a las 05:00 h.

Venezuela lleva décadas caminando sobre el alambre y ahora soplan vientos que vuelven su situación aún más inestable. Llegan esos vientos desde fuera y desde dentro. En el ámbito internacional, el régimen bolivariano está más aislado que nunca al ver reducidos sus apoyos al club de autarquías más siniestras, mientras que las grandes y pequeñas democracias, de derechas y de izquierdas, condenan el pucherazo electoral.

El país está hecho un polvorín, con una ciudadanía dividida que recibe mensajes cada vez más inflamados, con la constante amenaza de un estallido social. Así estrena Nicolás Maduro su tercer mandato, más débil y más aislado que nunca. La ceremonia de toma de posesión del viernes en la Asamblea Nacional dio cuenta de esta fragilidad: un acto que se adelantó casi dos horas para despistar posibles injerencias, en el que no hubo ni grandes desfiles ni fastos públicos abiertos, con las calles tomadas por militares y con controles en cada esquina.

En la cita se visualizó bien el grupo lúgubre del que forma parte el régimen de Maduro. Había representantes de Rusia, China e Irán. En cuanto a mandatarios de la región latinoamericana, destacaron el nicaragüense Daniel Ortega y el cubano Miguel Díaz-Canel. Mientras, sus vecinos de la izquierda democrática, el Brasil de Lula y la Colombia de Petro, se han desmarcado de esa maniobra del régimen para perpetuarse en el poder. Es más, el Ministerio de Exteriores brasileño emitió un comunicado en el que muestra su preocupación por la vulneración de los derechos humanos en Venezuela. Y el presidente colombiano propuso repetir las elecciones para atajar la crisis política en el país.

Ecuador, Panamá, Costa Rica y República Dominicana condenaron ayer el acto de investidura de Maduro. Los cuatro gobiernos, que conforman la Alianza para el Desarrollo en Democracia (ADD), rechazaron «de la manera más enérgica el acto ilegítimo de toma de posesión del 10 de enero en Venezuela, producto de un fraude electoral impuesto a través del terror de Estado».

La UE, el G7, la Organización de Estados Americanos y hasta la ONU han cuestionado al régimen venezolano. EE. UU. ha aumentado a 25 millones de dólares la recompensa por cualquier información que permita detener a Maduro. Y Trump ha sido muy activo en el apoyo a Edmundo González. De hecho, la entrada en el campo de juego internacional de Trump y su extraño gobierno de millonarios a partir del día 20 genera un plus de incertidumbre. EE. UU. tiene en Venezuela importantes intereses petrolíferos, lo que abre un buen número de posibilidades de afrentas mutuas. Todo esto con el agravante de que China y Rusia, aliados de Maduro, estarán en todo momento vigilantes.

Por su parte, el opositor Edmundo González, reconocido por la mayoría de las democracias occidentales como legítimo ganador de las elecciones, llama desde el exilio a «hacer lo necesario para restituir la Constitución».

 

«No podrá gobernar»

María Corina Machado avanzó que «Maduro no podrá gobernar a la fuerza una Venezuela que decidió ser libre». En su opinión, el país ha sufrido un golpe de Estado. Ayer, Machado valoró «profundamente» el apoyo «inquebrantable» del presidente electo estadounidense, Donald Trump, a «la lucha» por la democracia en Venezuela.

También ayer subió el tono un par de grados el expresidente colombiano Álvaro Uribe, que pidió «una intervención internacional, avalada por las Naciones Unidas, que desaloje a esos tiranos del poder».

Maduro responde a las críticas con virulencia. Cerró la frontera con Colombia (así seguirá hasta el lunes) y activó la defensa antiaérea de fabricación rusa tras prohibir los vuelos sobre el país. Así estrenó Nicolás Maduro su tercer mandato: protegiéndose de una supuesta amenaza externa, y manteniendo las distancias con la calle para desoír el creciente rechazo interno.


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