La Voz de Galicia

El arte de medir el tiempo

La Voz de la Escuela

> Fernando Pariente

Los años no comienzan el mismo día en todas las culturas

09 Jan 2013. Actualizado a las 13:21 h.

Año nuevo, calendario nuevo. Para los hombres no siempre ha sido tarea fácil medir el tiempo, ni lo han hecho igual en todas partes, pero siempre lo han hecho a partir de los acontecimientos naturales. El Sol aparentemente se mueve en el cielo de dos formas diferentes. La primera, más rápida, comienza con un leve resplandor que cada día disipa las tinieblas hasta que su circunferencia emerge completamente y empieza a desplazarse hacia el oeste inundando de luz toda la superficie de la Tierra. Al final del día se vuelve a ocultar, se lleva con él la luz y vuelven las tinieblas. Ese desplazamiento del Sol crea el día, que es la medida fundamental del tiempo.

Un segundo desplazamiento produce otros efectos. El Sol no sale todos los días por el mismo sitio del horizonte, sino que se va moviendo algo cada día, como si resbalara hacia un lado. Este movimiento provoca que su trayecto diario se vaya haciendo un poquito más largo cuando se va corriendo hacia la derecha, y un poquito más corto cuando va hacia la izquierda. El efecto de este desplazamiento es que los días se van haciendo más largos o más cortos.

EL DÍA Y LA NOCHE

Así que tenemos dos evidencias: el Sol produce días y noches y, además, los días van siendo más largos que las noches hasta un punto en el que comienza el proceso contrario y se van haciendo más cortos: los días se hacen iguales que las noches y siguen acortándose, hasta un punto en que empiezan de nuevo a alargarse.

Esta diferencia de duración del día es el origen de las estaciones. En invierno, los días son cortos. El 21 de diciembre es el más corto del año. Después los días empiezan a crecer. El 21 de marzo se hace igual a la noche: es el equinoccio de primavera, cuando finaliza el invierno. Los días siguen creciendo hasta el 21 de junio, el más largo del año, que se llama solsticio de verano. A partir de ahí vuelven a acortarse hasta el 21 de septiembre, en que se igualan día y noche en el equinoccio de otoño y siguen menguando hasta el 21 de diciembre, solsticio de invierno.

Y LA TIERRA SE MUEVE

El movimiento aparente del Sol en el cielo está, en realidad, causado por la combinación de dos movimientos de la Tierra: el de rotación sobre su eje y el de traslación. El de rotación produce el día y la noche y el de traslación que los días sean más cortos o más largos, a causa de la inclinación del eje terrestre respecto del Sol.

El tiempo que medimos en relación con el Sol nos da tres tipos básicos de unidades: los días, los años y las estaciones.

El día se divide en unidades menores. El tiempo que tarda la Tierra en girar sobre sí misma dividido en 24 partes iguales nos da la hora. Las horas se dividen en 60 partes que se llaman minuto y estos en otras 60, llamadas segundos.

LA LUNA TAMBIÉN CUENTA

Si el Sol es el rey del día, la noche tiene su reina, la Luna, que también se mueve en el cielo y cambia de forma de manera regular.

En un momento dado es plenamente redonda y brillante y reina poderosa a lo largo de toda la noche. Va saliendo por el horizonte un poco más tarde cada día y va achatándose y haciéndose más estrecha hasta que un día sale tan tarde que ya es de día cuando lo hace, y desaparece. Después vuelve a aparecer por la mañana en forma de pequeña uña o de raja de melón y comienza, día a día, a crecer hasta que vuelve a convertirse en un círculo pleno.

Todo este proceso dura 29 días, 12 horas y 40 minutos y se divide en cuatro etapas de aproximadamente siete días cada una: luna llena, cuarto menguante, luna nueva y cuarto creciente. Así determinamos otras dos unidades que miden el devenir del tiempo: la semana y el mes. Los siete días de la semana derivan de los siete días que dura cada una de las fases de la luna y las cuatro semanas o fases de la luna forman el mes lunar, de algo más de 29 días y medio.


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