La Voz de Galicia

Ramón del Valle-Inclán, una vida de novela

La Voz de la Escuela

José A. Ponte Far
EL ESCRITOR GALLEGO RAMON MARIA DEL VALLE - INCLAN EN UN ESTUDIO DE PINTURA

Este curso venimos dedicando estas páginas a los grandes novelistas europeos y americanos. La novela actual no sería la misma sin sus aportaciones. El protagonista de hoy es Ramón María del Vallé-Inclán (Vilanova de Arousa, 1869-Santiago de Compostela, 1935). Este modesto homenaje escolar nos acerca un poco al gran escritor gallego

11 May 2016. Actualizado a las 05:00 h.

Estamos ante una de las grandes figuras de la literatura española de todos los tiempos y uno de los que ha ejercido más influencia en los escritores europeos e hispanoamericanos. Su curiosidad para explorar nuevos caminos en el terreno literario, especialmente en el campo del teatro, hizo que en ocasiones fuese un precursor de técnicas y estilos que se consolidarían muchos años después. Por otra parte, su asombroso dominio del idioma hace de él uno de los grandes creadores que ha habido en la lengua castellana, «una figura que no tiene equivalente desde Quevedo», en afirmación del gran investigador Alonso Zamora Vicente. Fue el escritor más extraño, personal, desmesurado, heterodoxo y sorprendente de los escritores de su generación. Para muchos críticos, españoles y extranjeros, es uno de los mayores prosistas del siglo XX, que tampoco ha sido superado en el actual.

ESCLARECER SU BIOGRAFÍA

Don Ramón María del Valle-Inclán nació en Vilanova de Arousa (Pontevedra) en 1866. Su biografía se convirtió en materia novelable, con cantidad de episodios pintorescos y aventureros, cuya responsabilidad empieza en el propio Valle. Él fue el primero en contribuir a la literaturización de su vida, atribuyéndose hechos que son más producto de la imaginación del escritor que de la realidad vivida por la persona.

«Este que aquí veis, de rostro español y quevedesco, de negra cabellera y luenga barba, soy yo: don Ramón del Valle-Inclán. Estuvo el comienzo de mi vida lleno de riesgos y azares. Fui hermano converso en un monasterio de cartujos y soldado en tierras de Nueva España. […] Una vida como la de aquellos segundones hidalgos que se enganchaban en los tercios de Italia en busca de ocasiones de amor, de espada y de fortuna».

Por todo ello, cuando se hable de la vida de Valle, de sus comportamientos y reacciones, hay que tratar de ceñirse a lo que está contrastado y no a lo que se ha venido diciendo de forma bastante alegre. En estos momentos contamos con dos biografías que podemos dar por lo más completo y riguroso que se ha escrito sobre la vida de Valle-Inclán, sobre su forma de ser, de vivir y de pensar. Me refiero a los libros Ramón del Valle-Inclán. Genial, antiguo y moderno, de Joaquín del Valle-Inclán Alsina, nieto del escritor, y a La espada y la palabra, de Manuel Alberca. A lo que se dice en ambos es a lo que, preferentemente, hoy en día debemos atenernos.

NI BOHEMIO...

Y por ellos sabemos que Valle-Inclán no era bohemio, como siempre se ha creído y afirmado. En realidad, a Valle le fascina la bohemia, le encantan las tertulias de café, el alboroto de la discusión no reglada, los tipos que confunden la literatura con el trasnochar, mal comidos y bien bebidos. Pero él sabe que no forma parte de ella, aunque la vida de esa gente le va a servir para la creación de una de las mejores obras teatrales que se han escrito en el siglo XX, como es Luces de bohemia (1920), considerada por algunos críticos como la mejor obra de teatro del siglo XX: un retrato muy fiel de la corrupción política y la pobreza cultural de una sociedad desestructurada. «Valle frecuentó la noche de los mendigos y los malos poetas. Hizo de la bohemia un gesto imprescindible, pero empeñó más tiempo en quedarse en casa torturando el estilo. Dicen que comía dos veces por semana y el resto lo pasaba a tés con mucho azúcar o chupitos de agua caliente», escribe Manuel Alberca.

NI POBRE...

También sabemos que ni era pobre ni pasó tantas penurias como se dice. Acaso, los últimos años, después de la separación de su mujer, cuando se hace cargo de cuatro de sus seis hijos, enfermo y sin poder apenas escribir. Pero a lo largo de su vida apenas pasó estrecheces, en una España muy pobre y en un Madrid con mucha miseria. Cuando llega a la capital lo hace como funcionario del Estado, con un puesto en la Dirección General de Instrucción Pública y un sueldo de 2.000 pesetas anuales, ingresos que no alcanzaban la mayoría de sus colegas literatos. Luego fue actor: su primera actuación fue en la obra de Jacinto Benavente La comida de las fieras, y fue un éxito; tuvo que dejarlo cuando le amputaron el brazo izquierdo. Fue conferenciante muy solicitado y colaborador de prensa: en un periódico muy prestigioso, El Imparcial, fue corresponsal en el frente en la Primera Guerra Mundial. Colaboró, también, en los mejores diarios de la época, en los semanarios más destacados. Su obra literaria es muy grande, aunque es verdad que vendió poco. Él se empeñó en ser su propio editor, con lo que vendía sus propios libros, pero el carecer de una marca editorial fuerte que difundiese su obra acabó perjudicándole.

NI DE IZQUIERDAS

Tampoco era de izquierdas, como se ha deducido por algunas manifestaciones del propio escritor y por lo que se puede extraer de las obras de la última etapa, en concreto los esperpentos y las novelas de El ruedo ibérico. Su ideario básico, del que se movió muy poco, era el carlismo, una ideología que él decía asumir por estética, que sentía por ella la misma atracción que por las catedrales románicas. Aunque en la última etapa de su vida la mayor parte de sus obras atacan al sistema político vigente y semejan casi revolucionarias, realmente se debe a una mayor concienciación social y deseo de cambiar el modelo de una política ya trasnochada. En todo caso, políticamente, en su obra literaria, siempre fue imprevisible.

En definitiva, a Valle-Inclán le divertía «inventarse perfiles distintos y desconcertar a la gente. También, escandalizar. Pero todo formaba parte de un proyecto», dice Manuel Alberca. El proyecto que albergaba Valle era, ni más ni menos, que convertirse él mismo en personaje literario. Su propia estética personal: la melena, la delgadez extrema, las «barbas de chivo», en palabras de Rubén Darío, sus lentes quevedescos de carey, su capa y, desde 1899, su manquedad, fueron los primeros pasos para lograr esa entidad de personaje literario. Todo esto, por otra parte, ya era sabido desde siempre y, además, quedó corroborado con la primera biografía importante que había escrito sobre él, a mediados de los años 40, el también escritor Ramón Gómez de la Serna, en la que afirmaba que «Valle-Inclán fue la mejor máscara a pie que cruzaba la calle de Alcalá».

Con datos biográficos confirmados y contrastados podemos decir que nació en Vilanova de Arousa el 28 de octubre de 1866, que su padre fue un hombre culto, director del periódico La Voz de Arosa, amigo de Murguía y de destacados intelectuales gallegos del momento; que estudió bachillerato en Pontevedra, que empezó los estudios de Derecho en Santiago y que los abandonó al morir su padre (1890); que se va a Madrid, pero su espíritu aventurero lo impulsa a viajar a México, donde va a vivir entre 1892y 1893, colaborando con periódicos importantes de la capital. Vuelve a España (1893) y permanece un tiempo en Pontevedra, en donde escribe y publica su primera obra literaria: Femeninas (1895). A partir de ahora se instala en Madrid y comienza realmente su vida literaria. Entre 1902 y 1905 publica las Sonatas y su fama como escritor se extiende por todo Madrid, lo mismo que sus excentricidades (como ya sabemos, muchas de ellas son apócrifas y corresponden también al mundo de la literatura). En 1907 se casa con la actriz de teatro Josefina Blanco: él tiene 41 años, ella, 29. Tendrán seis hijos y acabarán separándose en 1932.

Los años que siguen a su boda son de una gran efervescencia creativa y vital: viaja a América con la compañía de María Guerrero, asiste a varias tertulias en cafés madrileños, donde conversa con los hermanos Machado, Alejandro Sawa, Ricardo Baroja, Pérez de Ayala, Santiago Rusiñol y otras importantes personalidades del mundo de las artes y de las letras. En 1913 inicia la publicación de sus obras completas con el título de Opera omnia, dos volúmenes con estilo y ornamentación modernista. Vienen ahora unos años en Galicia, primero en Cambados y después de la muerte de su hijo mayor, se traslada a Pobra do Caramiñal, donde intenta vivir como un hidalgo rural. Pero en 1916 ya lo vemos de nuevo en Madrid, ahora como profesor en la cátedra de Estética en la Escuela de Bellas Artes, aunque por poco tiempo. Ese mismo año se va como corresponsal de guerra a Francia, y sus crónicas aparecerán en El Imparcial, bajo el título La media noche: visión estelar de un momento de guerra. En 1921 es invitado por el presidente mexicano Álvaro de Obregón a visitar el país. La dictadura de Primo de Rivera (1923-1931) es para él un período complicado por la rotunda oposición que mostró al régimen del general. Con la llegada de la República, le llega también un cargo oficial, conservador general del Patrimonio Artístico Nacional, al que renuncia por desavenencias en la forma de desarrollar el trabajo. Pero lo designarán para otro nuevo y más atractivo: director de la Academia Española de Bellas Artes en Roma.

En 1935, afectado por una enfermedad cancerosa, regresa a Santiago de Compostela para ser tratado. Muere el 5 de enero de 1936 y es enterrado en el cementerio de Boisaca, acompañado por una enorme multitud de gente, a pesar del día de lluvia y fuerte viento con el que Santiago lo despidió.

Obra literaria

La producción de Valle-Inclán es abundante y muy variada: escribió novelas, cuentos, teatro, poesía, artículos periodísticos… En todas ellas se nota una evolución muy curiosa, pues pasa de un modernismo elegante y nostálgico a una literatura crítica muy en consonancia con su concienciación social y el paralelo desencanto del ser humano. Pero debemos escapar de reducir su trayectoria a dos etapas (la modernista y la esperpéntica), pues la segunda estaba ya implícita en los primeros momentos. El tiempo lo único que hizo fue acentuar más esa tendencia hasta hacerla prevalente.

Es decir, en Valle hubo esperpentización mucho antes que esperpentos. De las Sonatas, cuatro novelas publicadas por este orden: Sonata de Otoño (1902), Sonata de Estío (1903), Sonata de Primavera (1904) y Sonata de Invierno (1905), de tono modernista, pasa al ciclo dramático de las Comedias bárbaras: Águila de blasón (1907), Romance de lobos (1908), a las que añadirá más tarde Cara de plata (1922), que viene a ser el paso intermedio y preparatorio para los esperpentos más puros y esenciales. En este mismo lugar del proceso de esperpentización podemos situar la trilogía novelística La guerra carlista, escrita entre 1908-1909. El cambio temático se ve acompañado por un cambio estilístico: junto a resabios modernistas, aparece un lenguaje desgarrado y bronco, con la abundante presencia de un léxico rústico.

Todo ello desembocará en 1920 en las cuatro obras dramáticas que publica este año y que encajan ya totalmente dentro de la deformación esperpéntica: Farsa italiana de la enamorada del rey, Farsa y licencia de la Reina Castiza, Divinas palabras y Luces de bohemia. A estos seguirán otros esperpentos en los años siguientes (Los cuernos de don Friolera, Las galas del difunto, La hija del capitán) que acabaron por consagrar este tipo de teatro, en el que se mezclan lo trágico y lo burlesco en una estética que quiere ser «una superación del dolor y de la risa». Este tipo de concepción estética la adopta también para la novela, y así en esta misma línea podemos incluir Tirano Banderas (1926) y la trilogía de El ruedo ibérico: La corte de los milagros (1928), Viva mi dueño (1928), y Baza de espadas (1932).

Por todo lo dicho, se puede concluir con la afirmación de que Valle-Inclán llegó a fraguar un arte de ruptura, libre y sin ataduras de ningún tipo, que vino a abrir caminos que solo más tarde habrían de ser seguidos. Fue un adelantado a su tiempo y por lo tanto poco comprendido en su momento: sus obras apenas fueron representadas en vida, pero el futuro le tenía destinado un sitio de privilegio dentro de las letras europeas.

De 1866 a 1936


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