Mi hijo tiene tos y mocos: estas son las enfermedades del invierno más comunes en niños
Enfermedades
Las infecciones de las vías respiratorias son las más comunes en esta estación, aunque la gastroenteritis también hace acto de presencia | El consumo de miel es el único remedio casero con efecto probado
07 Dec 2022. Actualizado a las 16:11 h.
Tos constante, mocos incipientes, afonía, dificultad para respirar… Llegó la vuelta al cole despues de la Navidad, y con ello el aumento de enfermedades respiratorias que visitan el día a día de los más pequeños de la casa. Algunas, incluso, llevan campando a sus anchas desde octubre, multiplicándose por días a medida que avanza el curso.
Los niños tienden a padecer más enfermedades propias del descenso de las temperaturas, sobre todo, cuando pasan gran parte de la semana en contacto continuo con sus coetáneos. El sistema inmunológico, de unos y otros, no está igual de fortalecido que el de los adultos y por lo tanto, no tienen la misma capacidad defensiva ante agentes externos como son los virus o las bacterias. De igual forma, tampoco se puede asegurar que sus hábitos higiénicos sean los más recomendables. Comparten juguetes, comida, el lavado de manos suele ser menos frecuente, el suelo les parece un lugar apetecible y los estornudos no acaban, por regla general, en los codos. «Son cosas de la edad», ya lo decían los abuelos.
¿Por qué enferman más en invierno?
El frío, al contrario de lo que se pueda pensar, no es el malo de la película. Los niños tienden a enfermarse más en invierno, especialmente de infecciones de vías respiratorias, porque su sistema inmune es más débil y existe una mayor exposición a virus o bacterias: «Los pequeñitos, sobre todo los que van a la escuela infantil o tienen hermanos menores, cogen muchas infecciones porque su sistema inmunológico no es maduro, y precisamente, enfermarse es la forma que tienen de generar las defensas que necesitarán en años posteriores», señala la pediatra, Nerea Sarrión.
Así, el cuerpo de los infantes va creando inmunidad de forma que, en un futuro, cuando se expongan al mismo patógeno, «su cuerpo no tendrá la misma reacción en cuanto a los síntomas porque podrá defenderse de los virus con los que convivimos», añade la doctora.
La falta de ventilación en interiores también demuestra un efecto importante en el incremento de tos y mocos: «Pasan más tiempo en espacios cerrados, como son las escuelas infantiles. De ahí que la mayoría de procesos infecciosos se concentren en otoño, invierno y a comienzos de primavera, alcanzando una media de diez o doce infecciones al año por niño», señala la experta. Además, las bajas temperaturas proliferan la aparición de una mayor cantidad de «bichos», como por ejemplo la influenza (gripe).
No solo eso. Porque además de un sistema inmunológico menos fortalecido, el frío hace que los virus, bacterias y otros patógenos cojan fuerza en su misión. Los cilios y las mucosas nasales, la barrera natural presente en la nariz de niños (y adultos), pierden movilidad con las bajas temperaturas, lo que impide su acción frente a los microorganismos. Así, logran entrar con mayor facilidad en nuestro cuerpo. De igual forma, el frío provoca que las vellosidades nasales no envíen el aire a los pulmones con la temperatura adecuada. Cuando todos estos factores se cumplen, los catarros y acompañantes llegan para quedarse.
¿Me debo asustar por la tos y los mocos?
La tos supone uno de los motivos más frecuentes de consultas al pediatra. Y de igual forma, uno de los síntomas que más desesperanza provoca en las familias por el malestar que genera entre los pequeños. La realidad, por cruda que parezca, es que no es para tanto. La tos es un mecanismo de defensa que se produce en las vías respiratorias. Genera una salida de aire a gran velocidad y presión, con un objetivo claro: eliminar las partículas irritantes, cuerpos extraños o secreciones. Aparece a modo de acto reflejo cuando los conductos de aire están obstruidos.
¿Y qué ocurre con los mocos? Prácticamente lo mismo, ya que puede decirse que protegen a los menores ante las infecciones. El moco se encuentra presente en las vías respiratorias aunque no sea perceptible. Las células los forman para que los conductos que transportan el aire a los pulmones estén lubricados y funcionen de manera correcta. Así, cuando aparece una infección, los mocos, metafóricamente, actúan como un escudo. En ellos flotan células y moléculas que intentarán acabar con los microbios externos. Eso sí, cuando el niño se contagia, los mocos se hacen más visibles.
La enfermedades del invierno más comunes entre los niños
Padres, madres y pediatras podrían elaborar un decálogo sobre cuáles son las más comunes, aunque los síntomas se mezclan y confundan en función de las protagonistas. La doctora Nerea Sarrión indica que «las enfermedades más típicas son las infecciones de las vías respiratorias. Las más habituales suelen ser los resfriados y los catarros, que después pueden derivar en otras como la bronquitis o bronquiolitis», señala. Con menor presencia se encuentran las gastroenteritis, aunque también se considera común.
Gripe
Vieja conocida entre infantes y adultos. Se trata de una infección vírica provocada por el virus de la influenza que afecta en mayor medida a las vías respiratorias. Es de fácil contagio, y los pequeños de la casa, sus principales transmisores.
Precisamente, su llegada no es única e irrepetible. La misma persona podría padecerla en más de una ocasión durante un año. Los síntomas más frecuentes son la fiebre alta, el dolor de cabeza, la presencia de tos y mocos, la sensación de pitidos al respirar, el malestar general, el dolor muscular y abdominal. Además, es común que exista la pérdida de apetito e irritabilidad. Se puede confundir con el resfriado o catarro. ¿La diferencia? Estos no aumentan la temperatura por encima de los 38ºC.
La duración puede variar entre pacientes, aunque suele rondar la semana. El recurso más efectivo para luchar contra el arranque de la gripe es la vacuna antigripal. Según la Sociedad Valenciana de Pediatría, este tratamiento se recomienda en niños a partir de los seis meses de edad y en adolescentes con enfermedades crónicas, que se incluyen en los grupos de población con un mayor riesgo de acabar con complicaciones.
Y si hay algo que debe quedar claro, es que los antibióticos no curan la gripe. Es más, el único tratamiento contemplado es la toma de analgésicos-antitérmicos que controlen la fiebre y el malestar del menor.
El Comité Asesor de Vacunas de la Asociación Española de Pediatría (CAV-AEP) actualizó en septiembre del 2021 sus recomendaciones acerca de la vacunación antigripal de niños y adolescentes. Este año, aconsejan el pinchazo infantil universal en niños con edades comprendidas entre los 6 y 59 meses (casi cinco años). Así lo recomienda la Organización Mundial de la Salud y el Centro Europeo para la Prevención y Control de Enfermedades. Las entidades sostienen que la vacunación ofrece al niño protección individual ante la infección gripal, a la vez que protege al entorno familiar y comunitario.
Además, la CAV-AEP considera que se hace fundamental en los siguientes casos:
- Entre todos los niños de entre 6 y 59 meses de edad.
- A partir de los 5 años, cuando los niños o adolescentes pertenezcan a grupos de riesgo que puedan empeorar las complicaciones de la gripe.
- En personas que viven con menores de seis años
- Para todos los profesionales sanitarios.
- En embarazadas, «tanto para su propia protección como para la de su futuro hijo, en cualquier momento del embarazo».
Faringitis, amigdalitis o faringoamigdalitis
La faringitis se define como la inflamación de la faringe causada por la infección de un virus o bacteria, siendo más común el primero. En cambio, si son tus amígdalas las que están inflamadas, puede que tengas amigdalitis. A su vez, si van acompañadas de la faringe se consideraría una faringoamigdalitis, e implicaría que la dolencia afecta a toda la zona de la garganta. Estas últimas, son las más habituales.
Durante el invierno tienden a ser más comunes las de origen viral, mientras que las bacterianas hacen mayor acto de presencia en primavera. Al ser, en su mayoría, de causa vírica, se suele recomendar la ingesta de analgésicos-antitérmicos para reducir el dolor y la fiebre. Por el contrario, si tuviese un origen bacteriano, el pediatra sí podría recetar el uso de antibióticos.
Los tipos de faringoamigdalitis se diferencian según su causante.
- Infecciones víricas. Son más frecuentes, especialmente entre los menores de tres años. La faringitis vírica presenta síntomas como la fiebre, la faringe roja, molestia al tragar, rinitis, tos o conjuntivitis.
- Por su parte, las infecciones bacterianas están producidas, en la mayoría de casos, por estreptococo. Se observan con mayor frecuencia en mayores de 3 o 4 años, el dolor al tragar es uno de sus síntomas principales y no suelen presentarse con síntomas catarrales.
- Por último, según la Asociación Española de Pediatría, otra razón que explique una faringoamigdalitis puede ser la obstrucción a raíz de un cuerpo extraño (espina) o un golpe con lápiz y bolígrafo.
El dolor de garganta es el síntoma más habitual. A su vez, este genera dificultad para tragar, y en ocasiones, saliveo o babeo causado por la molestia. Los más pequeños de la casa pueden sufrir un aumento de temperatura, quejarse del dolor de barriga y tener ganas de vomitar. También se pueden sentir mal o tener diarrea, aunque esto último no sea lo más habitual.
Resfriado
Los resfriados son uno de los grandes protagonistas de los meses invernales. Se considera una patología leve que no suele derivar en mayores complicaciones en la salud infantil. Es común en terreno pediátrico, y constituye uno de los motivos más frecuentes de pregunta entre padres y madres. ¿Sabías que en el mundo médico se conoce como infección respiratoria alta o catarro de vías altas?
El resfriado es una patología vírica de fácil contagio. Se puede pasar de unos a otros mediante un contacto directo o a través de las gotitas que se expulsan al toser o estornudar. Entre sus síntomas figuran los más conocidos en la época invernal: mocos y tos. En ciertos casos, pueden venir acompañados de dolor de garganta, estornudos y falta de apetito. La fiebre es más frecuente entre los más pequeños, pero no suele durar más de tres días.
Si bien pertenece al cajón de las infecciones respiratorias, no precisa medicación al ser causada por un virus. Son autolimitados, lo que significa que se curan solos en cuestión de días. ¿Cuántos? De siete a diez. Esto, como en todo, puede variar en función de la persona y los síntomas. La fiebre no suele extenderse más allá de tres días, las molestias nasales o de garganta ceden en una semana, mientras que la tos, el acompañante más persistente, se puede mantener de dos a tres.
Las terapias recomendadas pretenden aliviar la fiebre o el malestar general porque, de nuevo, es una infección vírica. No existe un medicamento que lo cure. En cambio, la comunidad de pediatras sí recomienda realizar lavados nasales con suero fisiológico y beber abundantes líquidos. En este sentido, y derribando una de las creencias más aseguradas, la Asociación Española de Pediatría pronuncia un «no» ante los fármacos para la tos o catarros, ya que pueden ser perjudiciales entre menores.
Bronquiolitis
Otra de las estrellas en las consultas pediátricas. La bronquiolitis es la inflamación de los bronquiolos, vías respiratorias finas, que surge a raíz de una infección vírica. Se proyecta sobre los bronquiolos (últimas ramificaciones de los bronquios), de apenas 2 milímetros de diámetro. Cuando se infectan, se obstruyen e impiden el paso del aire.
Afecta en mayor medida a los pequeños de menos de dos años, con especial incidencia entre los menores de seis meses de edad. Es más, según la Aepep puede suponer más riesgo «si el niño es prematuro, tiene menos de tres meses o si tiene alguna enfermedad importante en el pulmón». El culpable de su aparición es el virus respiratorio sincitial (VRS), común en España durante los meses más fríos (de noviembre a marzo).
A grandes rasgos, la bronquiolitis no suele ser grave y se presenta como un catarro que se resolverá en cuestión de días. No obstante, a medida que la enfermedad cursa tres jornadas pueden aparecer mocos, tos, dificultad para respirar, pitidos en el pecho, febrícula o fiebre, disminución del apetito y vómitos con mucosidad.
Gran parte de las bronquiolitis se curan en casa en siete o diez días, y al igual que en el resto de infecciones víricas, el tratamiento es sintomático. Aquí entran en juego los remedios de la abuela: retirar la mucosidad con lavados de suero fisiológico, situar al bebe en posición semi-incorporada para ayudarle en una mejor respiración, ofrecer tomas de menor cantidad y mayor frecuencia de comida (sobre todo, si no tiene apetito), y si presenta fiebre, se le podrá administrar paracetamol o ibuprofeno (este último solo si es mayor de tres meses). De nuevo, salvo si lo recomienda el pediatra, será mejor no recurrir a jarabes mucolíticos, corticoides o para la tos.
Bronquitis
Es una enfermedad causada por la infección de virus o bacterias que producen la inflamación aguda de los bronquios, las vías respiratorias que conducen oxígeno a los pulmones. La circulación del virus que la provoca, el VRS, suele ser estacional con un pico de máxima incidencia entre noviembre y febrero. Por su parte, el rinovirus, que se asocia a los catarros, es también la segunda causa más común de bronquiolitis en los lactantes.
Se considera una enfermedad muy contagiosa que se transmite por las partículas de saliva expulsadas al toser, hablar o estornudar. El cuadro de síntomas se caracteriza por la producción de moco espeso, tos, dolor de pecho y sensación de congestionamiento.
¿Bronquitis y bronquiolitis es lo mismo?
La bronquitis afecta a la parte más grande de los bronquios, mientras que la bronquiolitis, a la zona más pequeña del árbol bronquial. Además, esta última perjudica a los lactantes y puede presentar un mayor cuadro de gravedad, «porque sus vías respiratorias, de tamaño muy reducido, se obstruyen con mayor facilidad», indica Isabel Reig Rincón de Arellano, pediatra de atención primaria en Valencia y miembro del Grupo de Vías Respiratorias de la Asociación Española de Pediatría de Atención Primaria.
En suma, la sintomatología también puede ayudar. Mientras que la tos es común en la bronquitis, la bronquiolitis se introduce como un cuadro catarral, especialmente, de octubre a febrero, y evoluciona con la aparición de sibilancias y mayor transmisión entre menores.
Eso sí, tienen rasgos en común: «Tanto la bronquiolitis aguda como la bronquitis aguda son producidas por infecciones víricas y suelen seguir un patrón estacional con mayor número de casos en invierno», detalla Reig.
La neumonía es otra de las patologías más frecuentes entre los pequeños de la casa. Se define como una infección pulmonar, cuyo origen puede deberse a la acción de los virus, bacterias u hongos, entre otros gérmenes. Los síntomas asociados a una neumonía entre los más pequeños (y adultos) se asemejan a los del resto de infecciones respiratorias: fiebre alta, mocos o dificultades para respirar. Eso sí, estos varían a medida que avanza la edad. Entre los bebés tiende a aparecer la disminución del apetito, mientras que a los mayores se les pueden sumar escalofríos, dolor abdominal o de pecho.
El apartado farmacológico variará en función de las causas que provoquen la neumonía. Por ello es fundamental seguir las recomendaciones del pediatra para decidir sobre medicamentos sí, o medicamentos no.
La laringitis es una infección obstructiva de la laringe que, generalmente, tiene origen vírico y, por regla general, afecta a los niños de entre seis meses y tres años. Su incidencia aumenta en el mes de septiembre, alcanza su máximo en octubre, para descender bruscamente en noviembre y mantenerse en valores mínimos hasta julio. Pese a que los síntomas pueden persistir hasta una semana, las laringitis no suelen ocasionar un cuadro grave de infección.
Los síntomas pueden empeorar a medida que pasan las horas del día. La primera muestra se da con los propios de un resfriado. No obstante, cuando llega la noche surge la tos laríngea (tos perruna), especialmente si el niño se altera y llora. Al inflamarse la zona de las cuerdas vocales, la afonía también es otro de sus signos más comunes. Además, aparece la ronquera, la dificultad para respirar o el estridor (ruido agudo al respirar).
De nuevo, desde La Voz de la Salud insistimos en que el tratamiento tendrá que ser pautado por un especialista. Los antitusivos y anticongestivos no se deben prescribir, mientras que los antibióticos no surtirán efecto si el origen es vírico.
Gastroenteritis
La gastroenteritis se define como la disminución en la consistencia de las heces y/o aumento en la frecuencia de deposición. Además, puede venir acompañada de fiebre y vómitos. La causa más frecuente en los países occidentales son los virus (aunque puede ser bacteriana), especialmente el rotavirus, que llega a infectar al cien por cien de los niños durante sus cuatro primeros años de vida. Este microorganismo es también el principal responsable de diarrea grave infantil a nivel mundial.
Su gravedad dependerá de la cantidad de líquidos que el niño pierda sin tener la capacidad para recuperarlos. La Asociación Española de Pediatría destaca que a menor edad, mayor probabilidad de deshidratación. Aunque, eso sí, la mayoría se curan solas. «Con los niños se ha visto que cuanto antes se reincorpore una alimentación normal, mejor. Si se hace una dieta blanda y astringente, al niño no le apetecerá comer», detalla la pediatra Sarrión, que añade: «Siempre que el menor tenga apetito, se le debe ofrecer una dieta sana y equilibrada, que evite alimentos azucarados y grasos». Contra todo pronóstico, la dieta del arroz y pollo cocido no ha demostrado la evidencia esperada.
Los antibióticos en esta dolencia tampoco tienen cabida. Si como progenitor decides acudir a la farmacia, podrás solicitar dos productos: antitérmicos para cortar el malestar, y suero bebible para evitar una deshidratación. Además, la Aeped sugiere que la ingesta de probióticos puede ayudar a regenerar la flora intestinal y acortar la duración de la diarrea.
¿Cuáles son los síntomas más habituales?
Si bien los síntomas más comunes de una gastroenteritis son la diarrea, los vómitos y el dolor abdominal, el menor también podrá referir otra clase de signos que marcan el límite para consultar con su pediatra.
- Deshidratación: el niño está desanimado, ojeroso, con la boca seca, llora sin lágrima y orina en poca cantidad.
- Vómitos repetidos.
- Fiebre alta difícil de controlar.
- Presencia de sangrado en heces
- Otro tipo de síntomas como el dolor abdominal intenso, convulsiones o decaimiento importante.
SARS-Cov 2
La eterna pregunta, ¿se considera el covid una enfermedad del invierno? Por el momento, los profesionales de la salud infantil prefieren mantenerse cautos: «Creo que todavía nos queda mucho que aprender del SARS-CoV 2 y es muy difícil hablar del futuro con respecto a esta pandemia con la que llevamos ya 21 meses. Según los expertos, el SARS-CoV 2 podría volverse endémico, es decir, la covid podría convertirse en algo similar a la gripe estacional, pero también afirman que todavía es pronto para saberlo ya que hay demasiadas incógnitas», señala la pediatra, Isabel Reig Rincón de Arellano.
No obstante, existen varios factores que podrían justificar que en un futuro sí se considerase una infección invernal: «El frío y la baja humedad debilitan el sistema inmunológico, pasamos más tiempo en interiores con mayor riesgo de contagio, y las bajas temperaturas hacen que la membrana que recubre el virus se vuelve más resistente. Además, la dispersión de los aerosoles, principal vía de contagio del SARS-Cov 2, se ve favorecida por estas condiciones», detalla la doctora Reig.
La otitis media aguda es la infección del oído medio, situado detrás del tímpano. Se estima que entre un 80 % y un 90 % de los niños la padecerán durante su infancia, De ahí, que se considere una de las más frecuentes. Y, a diferencia del resto de protagonistas del invierno, puede estar causada tanto por virus como por bacterias. ¿Os resulta familiar que vuestros pequeños hayan experimentado un catarro para después quejarse del dolor de oídos? No es casualidad, la otitis suelen coincidir con un resfriado, por ello son más comunes en los meses de invierno. Así que, por lo general, cursa con fiebre y síntomas catarrales.
Según la Asociación Española de Pediatría, los estudios acerca del uso de antibióticos no muestran grandes diferencias en la probabilidad de curación. En cambio, la farmacología sí mejora la clínica y acorta la duración de los síntomas.
Por lo tanto, ¿qué propone la entidad como tratamiento? Depende del contexto del menor. O mejor dicho, del historial clínico del niño. Y así, sostienen dos posibilidades:
- Tratar con antitérmicos (ibuprofeno o paracetamol) y esperar a la evolución en los 2-3 días siguientes, ya que en la mayoría de los casos desaparecen.
- Si el niño está afectado, la otitis se mantiene durante más de tres días sin mejora, o ha evolucionado a una otitis media aguda bilateral o supurada (apertura en el tímpano por el que se drena el líquido acumulado e infectado), el pediatra podrá optar por antibióticos desde el momento del diagnóstico.
¿Cómo potenciar sus defensas para prevenir enfermedades?
La lactancia materna tiene superpoderes para potenciar las defensas de los menores: «Es lo que se ha visto que tiene mayor evidencia para prevenir las infecciones, y se debe al paso de anticuerpos de la madre al bebé», detalla la doctora Sarrión, que añade: «A ello se le suma la vacunación, la higiene de manos y también se ha comprobado que tener una alimentación sana, equilibrada y variada, así como la práctica de ejercicio físico de manera regular hace que nuestro cuerpo genere las defensas necesarias».
Al contrario de la creencia popular, escapar del frío no nos mantendrá más saludables: «Los virus se contagian de persona a persona. Así que ir descalzos, con el pelo mojado o poco abrigados no tiene influencia sobre ellos», explica la experta. Ni siquiera los cambios bruscos de temperatura: «No tienen apenas repercusión. En este caso, el contagio al pasar de un sitio a otro se da sobre todo porque los ambientes cerrados propician la supervivencia del virus y hacen que nosotros estemos más expuestos». El ejemplo más claro es la pandemia del covid-19.
Desde la Asociación Española de Pediatría de Atención Primaria consideran que las siguientes conductas podrían evitar contraer enfermedades infecciosas.
- Lavado de manos habitual.
- Correcta manipulación y elaboración de los alimentos.
- No tocarse los ojos, la nariz o la boca, ya que «las infecciones se transmiten por las secreciones orgánicas».
- Utilizar un pañuelo desechable para cubrirse la boca y la nariz cuando se tose o estornuda, en lugar de utilizar la mano. «Los gérmenes que se eliminan con la tos o el estornudo van a parar a superficies donde sobreviven o a otras personas a las que pueden enfermar», manifiesta la Aepap.
- Desinfectar las superficies de mayor contacto en el hogar, trabajo y escuela, sobre todo si alguien está enfermo.
- Ventilar con regularidad los espacios cerrados y evitar la exposición al humo del tabaco, ya que aumenta el número de infecciones respiratorias.
- Evita el contacto con la saliva de otra persona o niño enfermo. Es decir, que no compartan utensilios usados para comer o beber, el chupete o el cepillo de dientes.
- Guarda reposo en el hogar cuando el niño esté enfermo.
- Mantén una buena higiene personal de piel, pelo y uñas.
- Administra a tus hijos las vacunas recomendadas, «gracias a ellas muchas infecciones graves han desaparecido y otras han disminuido el número de personas afectadas», concluye la entidad.
¿Sirven los remedios caseros?
Son mitos arraigados hasta la médula de la cultura popular. Difíciles de desterrar. Año tras año inundan las consultas de los pediatras encabezados por un: «¿y si…?». La verdad es que casi ninguno de los remedios caseros tienen una evidencia demostrada.
- Miel con limón o con té para aliviar la tos nocturna y la irritación de la garganta. Sí sirve. «La miel es la única sustancia que por su textura es capaz de aliviar la tos y la irritación. Eso sí, siempre en niños mayores de un año», destaca la pediatra.
- Cebolla en la mesilla de noche para calmar la tos y los mocos. Falso. «La cebolla partida en dos no tiene evidencia. Es decir, se dice que su efecto beneficioso podría ser por los ácidos que va desprendiendo al estar a la mitad, pero esto no se ha podido comprobar», asegura la doctora Sarrión. Sin embargo, deja la puerta abierta a su uso: «No es algo dañino y no tiene efectos secundarios, así que si alguien lo quiere usar, puede».
- Bebidas calientes para calmar la mucosa. Verdad a medias. «El efecto de calor puede relajar la sensación de irritación de la garganta. Aunque no tiene mucha evidencia que lo respalde, tampoco tiene nada de malo», añade la experta.
- Humidificador para movilizar la mucosidad, disminuir la obstrucción nasal en los catarros y la inflamación laríngea en laringitis, sinusitis o bronquiolitis. ¿Está respaldado su uso en estos casos? La asociación española de pediatría entona una respuesta negativa: «No está demostrado que sirvan para estas patologías. Antes de comprar un humidificador sería aconsejable comprobar la humedad ambiental de la casa a través de un higrómetro. Si la humedad ronda entre un 40 % o 60%, no haría falta», concluyen. Además, Nerea Sarrión explica que existe controversia en cuanto a su uso: «No son adecuados para todas las patologías respiratorias. Hay que tener en cuenta que se debería tener una higiene adecuada, porque de lo contrario, podrían propiciar la aparición de hongos u otros organismos. Así que no se recomienda de forma generalizada». ¿De qué otra forma se podría provocar la sequedad del aire? «Poniendo toallas mojadas en el cuarto, o un cazo de agua caliente sobre la calefacción», responde. La humedad ambiental puede lubricar la vía respiratoria y facilitar que la mucosa se vuelva más fluida.
- Jarabes con vitamina C para la prevención de catarros. Suspenso, ya sean farmacológicos o naturales. «Para obtener las vitaminas bastaría con tomar mandarinas, naranjas y alimentos ricos en Vitamina C, por lo que con una alimentación equilibrada sería suficiente. Además, tampoco se ha visto que su eficacia sea superior a tener una dieta saludable», responde la doctora, y precisa: «Yo no los recomiendo».
- Jarabes para la tos y los mocos. Por si todavía no ha quedado claro, tampoco han sido recomendados por la comunidad pediátrica. «No tenemos nada que prescribir para curar un catarro. Existe un gran márketing detrás de toda esta creencia. Da la sensación de seguridad , pero realmente no es así. Por ejemplo, están contraindicados en menores de seis años por los riesgos que podrían suponer», manifiesta Narrión.
- Dieta blanda para la gastroenteritis. De nuevo, falso. Se debe incorporar cuanto antes su dieta habitual, sin que esta sea alta en azúcares o grasas, para que su microbiota intestinal se restablezca. Aquí sugerimos los quince alimentos saludables que nunca deben faltar en tu despensa.
- Los lácteos son malos en un episodio de diarrea. Mentira. Según Nerea Sarrión, se pueden consumir con asiduidad: «Se ha visto que algunas cepas de probióticos pueden disminuir la gravedad y duración de las gastroenteritis. Precisamente, los yogures son una forma de aportarlos». El pediatra del menor también podrá recomendar otros que se adquieran en farmacia.