La Voz de la Salud

Síntomas y complicaciones de diabetes tipo 2: más de la mitad de los pacientes aún no saben que lo son

Enfermedades

Cinthya Martínez La Voz de la Salud

Es una de las principales causas de ceguera, derrames cerebrales, insuficiencia renal, problemas cardíacos y de amputación de miembros inferiores; de ahí, la importancia de la prevención

14 Nov 2023. Actualizado a las 15:50 h.

En 2018, el presidente de la Federación Internacional de Diabetes (IDF, de sus siglas en inglés), se refería a la epidemia de esta enfermedad como «la tercera guerra mundial», comparando el millón y medio de muertos anuales que causa en el mundo con los caídos en una contienda bélica. La desesperación de algunos expertos ante el avance imparable de la enfermedad es notorio. Hace unos meses, la revista médica The Lancet publicaba una serie de artículos en los que se volvía a llamar la atención sobre la amenaza que supone esta patología. Los expertos subrayaban que no se enfrenta con las herramientas adecuadas a nivel global. 

En España, el 13,8 % da la población tiene diabetes tipo 2, lo que equivale a cerca de cinco millones de personas. El problema es que, de ellas, se estima que la mitad no están diagnosticadas. Si bien sus síntomas son silentes, las complicaciones asociadas, muy graves. Y ahí recae el problema. «No hay que olvidar que la diabetes es la principal causa de ceguera en el mundo, al igual que la principal causa de que se llegue a diálisis. Sin olvidar aquellas afectaciones vasculares de gran tamaño, que provocan muerte en más de la mitad de los pacientes con diabetes: el infarto de miocardio, la insuficiencia cardíaca, el ictus o la enfermedad vascular periférica», explica Miguel Turégano, miembro de la Sociedad Española de Médicos de Atención Primaria (Semergen). Por eso, los expertos remarcan la importancia de realizarse análisis de sangre periódicos.

El escalón intermedio: la prediabetes

La IDF define la diabetes como una enfermedad crónica que «aparece cuando el páncreas ya no es capaz de generar insulina o cuando el cuerpo no puede utilizar adecuadamente esta que produce». Es decir, la mayoría de los alimentos que comemos se transforman en glucosa (azúcar) en el aparato digestivo. Y la insulina, que se produce en el páncreas, es la encargada de permitir que ese azúcar o glucosa llegue al interior de las células, que la utilizan para obtener energía. 

En la prediabetes, los niveles de glucosa en sangre se elevan por encima de lo normal, pero sin ser tan altos como para poder diagnosticar tipo 2. Es un estadio intermedio previo al desarrollo de esta diabetes. Aunque solo para el tipo 2, ya que el tipo 1 o la diabetes gestacional tienen otras causas y factores de riesgo distintos. 

Se considera prediabetes:

Por lo general, la detección única de uno de estos factores no sirve para realizar un diagnóstico definitivo, por lo que es habitual que se repitan pruebas o se analicen dos distintas para confirmar. 

¿Qué signos de alarma se dan en este escalafón intermedio? «El paciente no experimenta ninguno y eso es lo malo. Lo que se puede llegar a notar es, al realizarse una analítica, que los niveles de glucosa en sangre se encuentren por encima de 100 y la hemoglobina encapsulada un poco alta», señala Fran Martín Bermudo, catedrático de Nutrición y Bromatología y vicepresidente segundo de la Sociedad Española de Diabetes (SED).

No obstante, el doctor apunta a una serie de síntomas que no tienen que ver con la prediabetes, pero pueden ir asociados: «Como pueden ser tensión alta, colesterol alto, las transaminasas un poco altas, así como coger un poco de peso, etcétera. Pero estrictamente que los niveles de azúcar en sangre suban, no se nota en nada. No es como si tienes un diagnóstico de diabetes que entonces ahí ya puedes notar algunos problemas». Las personas con obesidad o sobrepeso, con antecedentes familiares o simplemente, mayores de 45 años, tienen mayor riesgo de desarrollar prediabetes y que más adelante, evolucione a una diabetes tipo 2. 

Abordar la prediabetes (y prevenir la diabetes tipo 2)

La prediabetes no siempre evoluciona a una diabetes tipo 2. Se puede paralizar o, por lo menos, enlentecer, con cambios en el estilo de vida. Concretamente, fundamentándose en dos pilares: la actividad fisica y la alimentación. Y en realidad, son muy parecidos a los que están indicados para aquellas personas que ya padecen la enfermedad. 

La Federación Española de Diabetes (FEDE) proporciona una serie de consejos útiles a la hora de abordar la prediabetes y, por lo tanto, prevenir la diabetes tipo II:

Martín remarca que si se actúa a tiempo, cerca del 60 al 70 % de los casos de glucemia se normalizan: «Pero hay que mantener esta situación el resto de la vida porque si no, va a volver». 

Un principal factor de riesgo modificable es el peso, especialmente, si la grasa se acumula en la zona del abdomen (grasa visceral). Controlarla también mejora el control glucémico en el paciente. Las probabilidades de sufrir diabetes aumenta en los hombres con una circunferencia en a cintura superior a 101,6 centímetros y en las mujeres cuando esta medida supera los 88,9 centímetros, según la guía para pacientes de diabetes.

Complicaciones a corto plazo de la diabetes tipo 2 

«Es importante saber que, en muchos casos, la presencia de niveles de glucosa altos en personas con diabetes tipo II, como es progresiva y lenta y, además, puede cursar de manera asintomática, hay un porcentaje alto de personas que tienen diabetes tipo II y no lo saben. La razón es que no se manifiesta con signos muy claros hasta que los niveles de glucosa en sangre son muy elevados o hasta que, desgraciadamente, pueden aparecer complicaciones asociadas a la diabetes. Estas serían las grandes características del tipo II, que constituye del 90 al 95 % de las personas con diabetes conocida», alerta María Asunción Martínez Brocca, jefa del servicio de endocrinología y nutrición del Hospital Universitario Virgen Macarena de Sevilla y colaboradora del Plan Operativo de Retinopatía Diabética dentro de la Estrategia en Diabetes del Sistema Nacional de Salud.

Un control inadecuado de los niveles de azúcar en sangre puede derivar en complicaciones, tanto a corto —agudas— como a largo plazo —crónicas—. Las primeras son aquellas que suponen una amenaza para la vida, por surgir de manera súbita. En el caso de la diabetes tipo tipo 2, son la hipoglucemia y la hiperglucemia. 

«La hipoglucemia es el principal temor que tenemos con los pacientes de diabetes porque, sobre todo en aquellos que toman medicación con riesgo hipoglucemiante, como la insulina, suelen tener niveles de glucosa en sangre bajos», indica Turégano. Así, esta se produce cuando el azúcar en sangre desciende demasiado. Si el paciente está consciente, debe tomar hidratos de carbono de absorción rápida. Y si los síntomas son intensos, como que el paciente se muestre confuso, tiene convulsiones o incluso pierde la consciencia. En este último caso, es necesario administrar el tratamiento prescrito por su médico para la hipoglucemia grave. «Realmente, lo que debemos evitar en todos los pacientes es que se llegue a ella, porque se puede asociar a síntomas de tipo neurológico o pérdida de conciencia, que incluso pueden llegar a suponer la muerte», subraya Turégano. 

Por su parte, la hiperglucemia aparece cuando los niveles de azúcar en sangre están muy elevados. Puede derivar en un síndrome hiperglucémico hiperosmolar que lleva asociado una deshidratación.

«Ambos son parámetros importantes a tener en cuenta pero, especialmente en aquellos pacientes que usen medicación hipoglucemiante como es el caso de la insulina, que se emplea en todos los pacientes con diabetes tipo I y también en un porcentaje de entre un 20 y un 30 % de diabetes tipo II, hay que tenerlo en cuenta. Puede desencadenar efectos muy perjudiciales», sostiene el doctor. 

La insulina es el fármaco más potente para la remisión de los niveles de glucosa, explica Martínez Brocca: «En la diabetes tipo I es necesaria desde el debut de la enfermedad porque el paciente tiene un déficit absoluto de la misma y por lo tanto, tenemos que administrarla desde el mismo momento en el que se le diagnostica. En la diabetes tipo II no suele ser el tratamiento inicial porque podemos optar por otro tipo como fármacos orales o inyectables, pero pueden requerir insulina cuando con estas estrategias aún no conseguimos estabilizar los niveles de glucosa». 

Complicaciones crónicas de la diabetes tipo 2

En cuanto a las complicaciones crónicas, el aumento o mantenimiento continuado de los niveles de glucosa en sangre generan problemas a nivel circulatorio. Por eso, con el tiempo, se pueden producir daños en riñones, corazón u ojos. 

Las personas con diabetes tipo 2 tienen hasta cuatro veces más probabilidades de sufrir un infarto de miocardio o un ictus que las personas sin diabetes, ya que el azúcar en sangre de forma crónica afecta a los vasos del corazón y a todo el sistema cardiovascular. Las complicaciones más graves son el infarto de miocardio, el ictus, el infarto cerebral o el derrame cerebral. «Provocan la muerte en más de la mitad de los pacientes con diabetes: el infarto de miocardio, la insuficiencia cardíaca, el ictus o la enfermedad vascular periférica», añade el doctor. 

Los niveles de azúcar en sangre altos de forma crónica también pueden afectar a los vasos sanguíneos más pequeños —conocidos como capilares—, que llegan a la retina. Es lo que se conoce como retinopatía diabética y, en algunos casos. puede suponer una disminución de la visión o incluso provocar ceguera. 

Un elevado nivel de glucosa también provoca que los riñones tengan que trabajar más de la normal. Provoca que dejen de funcionar bien o, en casos graves, que pierdan por completo su función. Es decir, una hiperglucemia sostenida también puede llegar a provocar nefropatías. Y por último, pero no menos importante, el exceso de glucemia también llega al sistema nervioso, provocando neuropatía diabética periférica o pie diabético. Esta situación provoca úlceras y, en casos graves, puede suponer la muerte del tejido (necrosis), pudiendo requerir amputaciones. 

Los consejos para mantener a raya la diabetes tipo 2

Los expertos dan una serie de recomendaciones para mantener el nivel de glucosa en sangre dentro de los parámetros recomendados. El primero, revisar los niveles de glucosa en sangre diariamente. Lo ideal es hacerlo varias veces al día y compartir los registros con el médico. Eso servirá para entender cómo está funcionando el tratamiento y evitar los niveles altos (hiperglucemia) o bajos (hipoglucemia) en sangre. Además, se aconseja comprobar los pies con regularidad. El objetivo es fijarse en si existe enrojecimiento, cortes, inflamación o hinchazón, llagas, ampollas, callos, durezas u otros cambios en la piel o las uñas. 

En cuanto a la alimentación, Martínez Brocca aconseja el patrón de dieta mediterránea. «No es solo la calidad de los alimentos, sino también la cantidad. La dieta mediterránea tradicional es una dieta que se basa en comidas ligeras, es decir, comer poco. No solo elegir muy bien los elementos de la dieta mediterránea que creo que todos conocemos, como el aceite de oliva virgen extra como fuente de ácidos grasos, cereales integrales, aportar grasas saludables procedentes de pescado azul y frutos secos, las legumbres, aumentar el consumo de verduras y frutas… Todo esto forma parte del patrón de dieta mediterránea. Y las comidas deben ser ligeras». 

«Una buena manera de asegurarse todos los nutrientes que se necesitan en las comidas es utilizar el método de plato. Una guía visual de alimentos que ayuda a elegir los mejores tipos y cantidades de los alimentos que se consumen a lo largo del día. Aumentar el número de comidas y disminuir la cantidad puede ser una opción, pero creo que debe adecuarse a las preferencias de cada paciente en cuanto al control de la enfermedad», señala Turégano. Añade que, per se, ningún alimento está prohibido, «pero sí que hay que saber que algunos impactan mucho en la glucemia. Por eso, se debe restringir la ingesta de fritos, alimentos ricos en grasas trans, con un alto contenido de sal, muy dulces, helados o bebidas azucaradas, porque dificultan el control de la enfermedad e incrementan el peso, cuando el objetivo, en la mayoría de los casos, es reducirlo». 

 

 


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