La Voz de la Salud

Por qué sufrir depresión puede ser un síntoma precoz de demencia: la relación entre salud mental y enfermedades neurológicas

Enfermedades

Cinthya Martínez
La depresión en personas con enfermedad de Alzhéimer y otras demencias se ha vinculado con una mayor dificultad para realizar las actividades de la vida diaria, mayor deterioro cognitivo e institucionalización temprana.

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14 Apr 2024. Actualizado a las 09:15 h.

A la hora de hablar de depresión y neurología, la relación es bidireccional. «Es un trastorno que afecta al cerebro, se presenta e influye de forma notable en múltiples enfermedades neurológicas y, además, es una de las principales comorbilidades asociada a ellas, ya de por sí discapacitantes», indica Javier Camiña, vocal de la Sociedad Española de Neurología (SEN). Luis Aguera, vocal de la Sociedad Española de Psiquiatría y Salud Mental (Sepsm), expone: «Los trastornos mentales son enfermedades del cerebro y este, no entiende de libros de medicina, ni diferencia entre neurología y psiquiatría. Sí, el tema mucho más complejo, pero todas estas enfermedades tienen una base cerebral que a nivel de circuitos y neurotransmisores, con independencia de que el contenido emocional de los trastornos sea distinto, la relación se da en los dos sentidos». 

La depresión: precedente de algunas enfermedades neurológicas

Hace años que la evidencia científica ha demostrado que la depresión puede preceder y suponer un factor de riesgo para sufrir enfermedades neurológicas. «Un primer episodio de este trastorno mental en personas mayores de cincuenta años aumenta el riesgo de sufrir una patología neurodegenerativa», adelanta Camiña.

Por ejemplo, en el informe Depresión y Neurología publicado por la SEN en el 2022 se detalla que un historial de depresión, «independientemente de cuándo se haya padecido», parece triplicar el riesgo de desarrollar párkinson. Y lo mismo sucede con la demencia. Aunque los estudios se suelen centrar en la enfermedad de Alzheimer por ser la más prevalente, el resto no son una excepción: los pacientes con historia de depresión tienen casi el doble de riesgo de desarrollarla, en comparación con aquellos que no. «Algunos autores han llegado a estimar que un 10 % de casos de alzhéimer que se producen cada año podrían ser atribuibles a la depresión», afirman en el informe. 

La probabilidad de sufrir un ictus también se ve incrementada si se ha manifestado una depresión. «Se ha llegado a estimar que una persona que la ha sufrido tiene un riesgo 66 % mayor de padecer uno», detallan. Asimismo, se incluyen la epilepsia (las personas con depresión tienen un riesgo dos veces mayor de desarrollarla) y otras enfermedades más habituales entre la población general: padecer un trastorno depresivo grave es un factor que puede servir para predecir que el paciente va a experimentar su primer episodio de migraña en los próximos dos años. 

La depresión como síntoma precoz de la demencia

Existe un grupo de personas que sufren su primera depresión cuando ya son mayores. «A lo mejor esta viene a los seis meses, uno o dos años de empezar a sufrir demencia. Por eso ahora se considera que puede llegar a ser un síntoma precoz de la misma», indica el psiquiatra. La explicación, aunque no está del todo clara, parece ser que «ese cerebro que se está desestructurando puede que empiece primero a dar síntomas relacionados con la salud mental y luego ya el paciente empieza a tener problemas de memoria, desorientación, etcétera», añade. 

De esta forma, el doctor asegura que aquella depresión que se presenta a lo largo de la vida se pueden considerar un factor de riesgo a acabar desarrollando la enfermedad; mientras que si esta aparece en una persona que ya es mayor, podría pasar a ser pródromo, «un síntoma inicial de esa enfermedad que no ha terminado de dar la cara todavía», indica el psiquiatra. 

Con todo, los profesionales subrayan que el hecho de sufrir una depresión no siempre conlleva a ese desenlace. «No es lo mismo padecerla durante un tiempo, que se prescriba un tratamiento que va bien y luego esa persona pueda hacer su vida con normalidad, a padecer este cuadro de una forma recurrente y prolongada», remarca Camiña. Cuando se da esta última circunstancia, empiezan a concatenarse una serie de sucesos que pueden resultar claves: «En una depresión crónica puede darse sedentarismo y escasa actividad física, relacionándose con factores de riesgo cardiovascular que aumentan las probabilidades de sufrir un ictus. Padecer este último incrementa, a su vez, las posibilidades de epilepsia y demencia. Al final, se van acumulando circunstancias que agravan los síntomas que presenta la persona, empeora su calidad de vida y acaba aumentando el riesgo de presentar otras enfermedades». 

La depresión y pronóstico de la enfermedad neurológica

El vínculo también se da a la inversa. De un 30 a un 50 % de pacientes con una enfermedad neurológica padecen síntomas de este trastorno de la salud mental, según datos de la SEN. «Se sabe que enfermedades que suelen ser consideradas "puramente neurológicas", como la demencia, epilepsia o trastornos del movimiento, tienen una tasa más alta de depresión y ansiedad», afirma Aguera.

Algunos estudios llegan a señalar que más del 60 % de los adultos con epilepsia muestra síntomas depresivos. «En enfermedades neurodegenerativas se van destruyendo determinadas áreas del cerebro y estas pueden dar síntomas de todo tipo. Por ejemplo, el párkinson no es solo una patología del movimiento que cursa con temblor y que afecta a las áreas de la coordinación de los movimientos del cerebro, también a otras, porque este funciona como un "todo"», asegura el psiquiatra. Hasta un 40 % de los pacientes padecen depresión y «conforme va avanzando pueden sufrir episodios de psicosis, delirios o alucinaciones porque esas estructuras del cerebro funcionan de una forma muy compleja». 

Lo mismo sucede con aquellas personas que han sufrido un ictus o daño cerebral adquirido por un traumatismo. «Según qué zonas se vean afectadas influye en la manifestación de síntomas anímicos. La depresión y la ansiedad después de haber sufrido cualquiera de los dos son muy frecuentes. Hay zonas estratégicas en las cuales existe un mayor riesgo de afectación anímica», indica el neurólogo.

Concretamente, la tasa de depresión en personas que han sobrevivido a un ictus es casi ocho veces mayor a la de la población general. De hecho, según indican desde la SEN, el 25 % de los pacientes fue diagnosticado a los dos años siguientes de haberlo sufrido. Se suele denominar «depresión post ictus» (DPI) y se presenta en uno de cada tres pacientes. Además, en más de un 50 % de los casos, ni se diagnostica ni se trata. 

Frecuencia de la depresión en otros tipos de enfermedades neurológicas:

Fuente: SEN

La aparición de la depresión influye en el pronóstico de la enfermedad neurológica. Tanto en la calidad de vida del paciente, como en la capacidad que tiene este para cumplir con la terapia. «Por ejemplo, un trastorno depresivo en los primeros meses después de un ictus condiciona la capacidad del paciente de mantener la rehabilitación y el pronóstico de recuperación es diferente. Suele existir menor capacidad de atención, motivación, menos interacción social, insomnio… Son engranajes que se van activando y dificultando el pronóstico a corto, medio y largo plazo», alerta Camiña. 

A veces, los síntomas se solapan, son compartidos por ambas patologías. «La apatía, la fatiga y la falta de concentración son signos que se dan en la depresión, pero también en enfermedades neurológicas. Además, pueden tener en común una base genética que puede predisponer», explica el neurólogo. 

«Cada vez tiene menos sentido la diferenciación entre enfermedades mentales y neurológicas porque en lo referente a la investigación en neurociencias, todo está muy implicado. Cada vez más, neurólogos y psiquiatras trabajamos mano a mano para combatir todos los síntomas de las dolencias que pueden llegar a afectar a nuestro cerebro», sentencia Aguera. Una opinión con la que concuerda Camiña: «El resumen es que ambos profesionales tenemos que estar muy atentos porque son pacientes que probablemente acaben necesitando, en un momento u otro de la enfermedad, valoración de ambos. Ya sea por depresión, ansiedad o incluso ideación suicida. Tener muy presente que todo esto es bastante más frecuente si padeces una enfermedad neurológica que si no la tienes». 

 


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