La Voz de la Salud

¿Existen los infartos silenciosos?: «El 99 % de ellos dan síntomas, otra cosa es que los confundamos»

Enfermedades

Cinthya Martínez LA VOZ DE LA SALUD
El infarto de miocardio es una enfermedad provocada por el deterioro y obstrucción de las arterias del corazón.

El dolor y la opresión en el pecho no siempre están presentes. Pueden darse náuseas, mareos o sentir una especie de indigestión, dificultando la identificación por parte del paciente

12 Oct 2024. Actualizado a las 13:02 h.

Pacientes que llegan a consulta de cardiología porque un electrocardiograma rutinario, propio de un reconocimiento médico laboral, desvela anomalías. O porque sienten un cansancio anormal que nunca habían sufrido. Una de las patologías que puede haber detrás es haber sufrido un infarto silencioso. Resulta complicado hablar de cifras de pacientes exactas porque «ya para empezar, nunca sabemos con exactitud cuánta gente ha sufrido un infarto; muchas de las muertes repentinas pueden deberse a este ataque cardíaco, pero al no realizarse una autopsia, no puede confirmarse», indica Rafael Vidal, cardiólogo del Complexo Hospitalario Universitario de A Coruña (Chuac) y miembro de la junta directiva de la Sociedade Galega de Cardioloxía (Sogacar). Si bien, confiesa que «no es algo extraño y genera consultas en cardiología». 

El infarto de miocardio es una enfermedad provocada por el deterioro y obstrucción de las arterias del corazón (arteriosclerosis coronaria). Se puede producir por la acumulación de placas de colesterol, lípidos (grasas) y células inflamatorias en las paredes de estas arterias, provocando que el corazón no reciba sangre suficiente. A diferencia de la angina de pecho, aparece de forma brusca y como consecuencia de la obstrucción completa de alguna de las arterias del corazón debido a la formación de un coágulo. 

Tal como indican desde Cardio Alianza, los síntomas más típicos son un dolor muy fuerte y opresión en el pecho, que puede aparecer de forma brusca o durante el ejercicio. Puede acompañarse de dolor en otras partes del cuerpo como la mandíbula, el cuello, espalda, brazo izquierdo y zona abdominal. 

Sin embargo, en ocasiones, la sintomatología aparece de forma leve o se dan otras señales de alarma que, en un primer momento, no se suelen relacionar con un infarto. Entre ellas, el sudor, un mareo intenso, cansancio inexplicable, latidos anormales del corazón, dificultad para respirar, náuseas y vómitos. «Cuando no se da ese espectro típico como puede ser el dolor opresivo, irradiación hacia la mandíbula o sudoración, mucha gente no lo asocia y no consulta. También puede suceder que esa sintomatología sea transitoria, durante una o dos horas; igual afecta a un pequeño territorio del corazón, y pasa totalmente desapercibido», explica Vidal.  

Por su parte, Pablo Jorge Pérez, presidente de la Asociación de Cardiopatía Isquémica y Cuidados Agudos Cardiovasculares de la Sociedad Española de Cardiología (SEC), considera que «el 99 % de los infartos dan síntomas; otra cosa es que los confundamos, no sean de tanta intensidad o pasen más desapercibidos». Para él, el término silente o silencioso es relativo porque no se trata de que no se presenten, sino que el paciente no es capaz de identificarlos. «Por ejemplo, hay personas que cuando sufren un infarto, padecen un dolor en la barriga, en la boca del estómago», amplía. A veces, incluso puede percibirse como una sensación de indigestión

Además, ambos profesionales remarcan que el hecho de que sea silente no quiere decir que estos episodios sean menos graves. «Algunos pueden provocar daños mucho mayores, según la zona del músculo del corazón que afecte», confirma Pérez. 

Diferentes síntomas de infarto entre mujeres y hombres

Las mujeres sufren ataques cardíacos en la misma medida que los hombres y, sin embargo, ellas fallecen más por este motivo que ellos. Uno de los motivos recae en que los síntomas pueden pasar desapercibidos en ellas. 

Los síntomas típicos de un infarto en hombres son un dolor de pecho repentino o una sensación de opresión en el pecho que no desaparece; dolor en el pecho que se extiende a la parte superior de los brazos, la mandíbula, la espalda, cuello y estómago; sensación repentina de náuseas o vómitos; falta de aliento, fatiga extrema y sudoración.

Mientras que en ellas, puede no darse ese dolor en pecho y sí aparecer en la parte superior del abdomen, mandíbula, cuello o entre los omóplatos. También es frecuente la sensación de falta de aliento o respiración rápida, fatiga extrema, mareos, sensación de malestar, ansiedad y sentir una especie de indigestión. 

 

Cómo se suelen detectar este tipo de infartos 

Puede que el paciente no sea consciente de que está sufriendo un infarto en el momento, pero sí se empiece a desarrollar molestias con los días. «En forma de fatiga fácil, o que empiece a padecer un dolor en el pecho que nunca había tenido», cuenta Vidal. Es ahí cuando acuden al profesional sanitario, en busca de respuestas. 

Otra vía que puede hacer saltar las alarmas es la elaboración de un electrocardiograma rutinario. En esta prueba se registra la actividad eléctrica del corazón que se produce en cada latido cardíaco. Así, se usa para medir el ritmo y la regularidad de los latidos, el tamaño y posición de las aurículas (representadas por la onda P) y los ventrículos (representada por el complejo QRS, las conocidas como ondas Q). Las alteraciones en el trazado son imprescindibles para la detección y análisis de las arritmias cardíacas, pero también para episodios agudos de enfermedad coronaria, como el infarto de miocardio.

¿Hay algún perfil de paciente que pueda ser más propenso a sufrir este tipo de infarto?

Los factores de riesgo que pueden provocar la obstrucción de las arterias coronarias y, en consecuencia, el hecho de sufrir un infarto, son la hipertensión, el colesterol alto, el tabaco, la obesidad, el sedentarismo y la edad avanzada, según la Sociedad Española de Cardiología. «¿Quién tiene posibilidades de sufrir uno silencioso? Al final, son los mismos factores de riesgo que para tener uno con síntomas más típicos. Quizás una población en la que se ve con más frecuencia es la diabética porque en ellos, a veces, la manifestación del dolor torácico es diferente», reflexiona Vidal.

Las personas que padecen diabetes suelen tener una disminución en la percepción del dolor isquémico (causado por la obstrucción de la circulación a una parte del cuerpo) y, como resultado, el episodio puede ser silente o presentarse únicamente con síntomas atípicos como sudoración, vómitos, decaimiento o confusión. 

En cuanto a la edad, los pacientes jóvenes no son los más propensos a sufrir un infarto silencioso. «Lo normal es que ocurra en gente más mayor, con factores de riesgo. También suelen sufrir más enfermedades y por lo tanto la sintomatología le puede resultar más inespecífica», asegura el cardiólogo del Chuac. 

«Así como se descubre, se tratan todos los factores de riesgo y se prescribe alguno de los tratamientos que se le dan a aquellos pacientes que han sufrido un infarto agudo, igual», confirma Vidal. El objetivo es evitar que se produzca un segundo evento cardiovascular. «Lo único que cambia es el manejo intervencionista, porque necesitan llevar medicación antitrombótica más intensa durante un período de tiempo que puede ser de seis a doce meses», concluye. 


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