Pablo, exadicto a la cocaína: «He destrozado la persona que era y el que soy está intentado tirar para adelante»
Enfermedades
Su primer contacto con ella fue con tan solo 16 años. No consume desde el 2022, pero padece varios varios problemas de salud y «casi pierdo a mis dos hijas» | Todos los efectos de esta droga, explicados por cuatro expertos
10 Dec 2024. Actualizado a las 10:53 h.
2 años, 8 meses y, en el momento en el que se publican estas líneas, 8 días. Ese es el tiempo que Pablo, nombre ficticio bajo el que se esconde el protagonista de esta historia, lleva sin consumir cocaína. A sus 51 años, tuvo su primer contacto con las drogas con tan solo 13. «Fumaba porros, cannabis, como una forma de evadirme de los problemas que había en casa», confiesa. «Pero no es una disculpa, fui yo el que decidí meterme ahí».
A los 16, se le sumó la cocaína. Al principio, de forma esporádica los fines de semana. Después pasó a la fase de «ya no me lo paso bien sin ella» y en el 2012, el punto de inflexión: Pablo pierde a su madre y con ella, también esa sensación de control de la situación. El consumo pasa a ser diario. «No supe gestionarlo emocionalmente y, de hecho, me pasé años sin llorar su muerte», lamenta. Si hasta ese momento solo consumía en ámbitos recreativos, «al final acabas metido en casa, en una habitación, sin relacionarte con nadie».
El primer ingreso
El primer golpe en la mesa lo dio su ahora exmujer. «Fue la que dijo: ‘‘Hasta aquí''. Porque mientras tuviera a mis hijas atendidas y me diera para comer, el resto del dinero iba destinado a la droga». Ella tomó la decisión de avisar al resto de la familia. «Hacerles saber que tenía un problema», cuenta él. Ellos, intentando coger las riendas de la situación, actuaron. En el 2016, Pablo ingresa en Cedro, un centro de drogodependencia de Vigo. «Pero yo en ese momento no era consciente de que se me iba de las manos. Seguía presente la típica frase: ‘‘Yo controlo''».
A pesar de sus intentos por edulcorar la situación, la realidad era otra. En ese ingreso, sufre un brote psicótico del que no se acuerda. «Creo que no estaba preparado para dejarlo. Igual aguantaba tres meses y bum, recaída». Y cada vez que la cocaína volvía a aparecer, él se hundía cada vez más: «La depresión aumenta, porque sientes que no eres capaz de salir de ese círculo. A nivel psíquico, te destroza la vida. He pensado en sacarme del medio muchas veces».
En 2020 acude a Aclad (Asociación Ciudadana de Lucha contra la Droga de A Coruña). Pero seguía «autoengañándose»: «Contaba los días que quedaban para el próximo control de orina para seguir consumiendo». Hasta que una de sus hijas, en una de las consultas, descubrió que había dado positivo. «Le vi la cara y se me cayó el mundo encima. Ahí le prometí que iba a ingresar».
En el 2022, entra en el centro terapéutico de Aclad. La estancia mínima son tres meses, «pero yo no me sentía preparado y pedí quedarme más tiempo». Pablo salió después de 5 meses y 20 días. Y el tratamiento de rehabilitación sigue hasta hoy. «Con mi psicóloga y mi psiquiatra, que son un apoyo importante. También hay educadoras sociales y talleres. Voy a todo; es mi segunda casa».
El Pablo de antes y el de ahora
Pablo era comercial y la cocaína también le influía en el ámbito laboral. «Me proporcionaba energía, concentración, sentía que podía con todo. Con los clientes me sentía más empático. Pero es todo una ilusión. En el momento en el que no hay droga, se acaba todo. He destrozado la persona que era y el que soy está intentado tirar para adelante». Cuenta que era extrovertido y «ahora soy todo lo contrario, me he metido en mi caparazón». También tenía muy buena capacidad para estudiar y de retener conceptos, pero a día de hoy «puede que esté leyendo un libro y tenga que volver a la página anterior porque ya no me acuerdo». Al igual que también lamenta que las palabras salgan con dificultad de su boca. «Yo que hablaba de corrido porque tenía que vender, ahora tartamudeo...».
Hace siete meses, sufrió un infarto agudo de miocardio. Necesita un CPAP para dormir porque padece apnea obstructiva del sueño y, desde hace un tiempo, también sufre crisis epilépticas. A nivel psíquico, acarrea una depresión crónica, ansiedad anticipatoria y ha desarrollado TOC. «Estoy pagando el peaje por haber consumido durante años», sentencia.
Unos días antes de nuestro encuentro con él, el Ministerio de Sanidad publicaba la última edición de la Encuesta Sobre Alcohol y Otras Drogas en España (Edades), donde se desvelaba que un 13 % de los individuos de 15 a 64 años reconocía haber consumido cocaína en polvo alguna vez en la vida. Un porcentaje que vuelve a incrementarse una edición más alcanzando así el máximo de la serie histórica. Cuando se lo revelamos a Pablo, no esconde su preocupación. «La cocaína puede llamarte la atención un día de fiesta. Pero como te lo pases bien, al fin de semana siguiente vas a querer repetir y, al final, se acaba convirtiendo en tu peor pesadilla. Solo recomendaría a la gente que se alejase lo máximo posible de la droga. Te lo puedes pasar bien sin ella. Es más, lo puedes hacer incluso sin alcohol. Porque yo gracias a Dios no he tenido problemas con él, pero conozco gente que los ha sufrido con las dos cosas (alcoholismo y drogadicción)».
Se deshace en palabras de agradecimiento para su familia. «Perdí mi matrimonio y aun así, mi exmujer también se volcó conmigo en el proceso. Casi pierdo a mis hijas, y ahora son mi motor para seguir adelante». Cada vez que se cumplen seis meses en los que Pablo está limpio, van a cenar todos juntos y dice estar deseando que lleguen los tres años. La lucha no es fácil. «No sé lo que va a pasar mañana, sé que hoy no voy a consumir. Cuando llega la noche, pienso: "Un día ganado". Y al día siguiente, me levanto y digo: "Hoy tampoco voy a consumir". Es muy cansado, pero es un logro. Y lo celebro cada poco tiempo».