La Voz de la Salud

La realidad que se esconde detrás de la cocaína: «Existen muchos jóvenes que, si no hubieran consumido nunca, no sufrirían un infarto»

Enfermedades

Cinthya Martínez LA VOZ DE LA SALUD

Una psiquiatra, un cardiólogo, un neurólogo y un médico internista desgranan todos los problemas que conlleva la adicción | Pablo y su adicción: «Sufrí un infarto y he desarrollado TOC»

09 Dec 2024. Actualizado a las 12:17 h.

Cuando uno teclea en Google la palabra cocaína, uno de los primeros resultados es «¿Cómo saber si mi novio consume coca?», en el apartado «Más preguntas». En él se engloban cuestiones que los usuarios hacen con frecuencia al buscador y que este resalta porque sabe que son de interés. Según la Encuesta sobre Alcohol y Drogas en España (Edades) del 2024, publicada hace unos días, el 13 % de los individuos de 15 a 64 años reconoce haber consumido cocaína en polvo una vez en la vida, un porcentaje que vuelve a incrementarse una edición más alcanzando el máximo de la serie histórica. La edad media de inicio de consumo se sitúa en los 21,4 años y atendiendo al sexo, está más extendida entre los hombres que entre las mujeres. Un 2,3 % reconoce haberla tomado en los últimos 12 meses y un 1,3 %, en los últimos 30 días.

 

También conocida en el argot callejero como coca, perico, farlopa, dama blanca o nieve, es un potente estimulante del sistema nervioso central y unas de las drogas más adictivas y peligrosas. Existen diferentes preparados, pero la forma más habitual de presentación en España es en polvo. Se suele consumir esnifada y tiene unos efectos inmediatos que duran, según el Ministerio de Sanidad, entre dos y tres horas. «La cocaína tarda menos de un minuto en llegar a nuestro cerebro», avanza Iván Fernández, médico internista en el Complexo Hospitalario de Santiago de Compostela (CHUS) y vocal del Grupo de Alcohol y Otras Drogas de la Sociedad Española de Medicina Interna (SEMI). «Por su composición química, es capaz de llegar a la barrera hematoencefálica, la que separa el cerebro de la sangre», añade.

Efectos inmediatos

Actúa en nuestro sistema nervioso a través de dos vías. «Activa el sistema simpático, que generalmente nos prepara para la huida y el peligro. Por eso nos sube la tensión y aumenta la frecuencia cardíaca», explica el internista. Y por otro lado, modifica los circuitos responsables de la gratificación y del placer. Es decir, aumenta la actividad de determinados neurotransmisores como la serotonina y la dopamina, «y eso es lo que nos da esa sensación euforizante que se siente con el consumo en un primer momento».

Cuando se toma con alcohol, los riesgos se incrementan. «Producen un metabolito en nuestro cuerpo, el cocaetileno, que provoca que los efectos de la cocaína sean más duraderos. Es una combinación mucho más cardiotóxica y, de la misma forma, se da un daño hepático mucho más fuerte que el consumo de ambos por separado», menciona Fernández.

Una vez pasados los efectos inmediatos, llegan los problemas de salud. Y el internista remarca que no es necesario que el consumo sea prolongado ni en grandes dosis para que estos aparezcan. Se ha comprobado que pequeñas cantidades de cocaína ya pueden producir tolerancia y cambios cerebrales relacionados con la adicción: «Es un tóxico, los daños se dan en todo el organismo. Hay descritos sangrados digestivos, infartos, problemas renales o diarreas agudas. Aunque sí existen dos órganos que se ven más afectados: el cerebro y el sistema cardiovascular».

Según sus palabras, esta droga está presente en el 60 % de las muertes que se producen por consumo de sustancias. «Y en estos fallecimientos, solo el 9 % es el único tóxico que se encuentra en la persona. Se consume combinada con otras drogas, ya sean ilegales, alcohol o tabaco», amplía el médico internista.

 

 

Efectos cardiovasculares: el riesgo de infarto se multiplica por siete

Con el consumo, las concentraciones de adrenalina pueden incrementarse hasta cinco veces por encima de los niveles normales, provocando diferentes grados de taquicardia, vasoconstricción (estrechamiento de un vaso sanguíneo) y elevación de la presión arterial. Luis Rodríguez, presidente de la Sociedad Española de Cardiología (SEC), indica que «pueden darse múltiples manifestaciones, como arritmias, miocarditis (inflamación del miocardio) o un infarto agudo». Es más, el riesgo de sufrir este último se multiplica por siete en pacientes que no superan los 45 años, y durante la primera hora tras el consumo de esta droga las probabilidades de padecer un episodio de esta índole se multiplican por 24.

Así, se calcula que un 25 % de los infartos en menores de 40 años se producen debido al consumo de cocaína, que también es responsable del 3 % de los casos de muerte súbita en España, según indican desde la SEC. «Existen muchos jóvenes que, si no hubieran consumido nunca, no sufrirían un infarto», asegura el cardiólogo.

Efectos en el cerebro: del ictus a la pérdida de concentración

Está demostrado que su consumo incrementa el riesgo de sufrir un ictus isquémico y hemorrágico. «Como la cocaína tiene capacidad para atravesar la barrera hematoencefálica, condiciona un daño directo sobre la circulación y las estructuras vasculares intracraneales. Puede dañar directamente la célula vascular y provocar de manera secundaria lo que denominamos un vasoespasmo. Un estrechamiento de la arteria que puede conllevar a una disminución del riego cerebral a un tejido concreto y eso puede provocar un ictus isquémico», expresa Juan Carlos Portilla, miembro del Grupo de Estudio de Enfermedades Cerebrovasculares de la Sociedad Española de Neurología (SEN).

Por otro lado, está relacionado con subidas bruscas de la tensión arterial que «pueden condicionar a lesiones isquémicas o a complicaciones hemorrágicas intracraneales. Es decir, puede darse una ruptura de algún vaso intracraneal y provocar una hemorragia», expresa el neurólogo, que también subraya que salvo el ictus cadioembólico asociado a un consumo crónico de cocaína, el resto de efectos «pueden verse prácticamente a las 24 horas tras el consumo de cocaína».

Asimismo, a nivel neurológico también está descrito deterioro cognitivo precoz, alteraciones de la memoria y la atención y crisis epilépticas.

La adicción: una enfermedad crónica

Laia Miquel, psiquiatra de la Sociedad Científica Española de Estudios sobre el Alcohol, el Alcoholismo y otras Toxicomanías (Socidrogalcohol), alerta: «Si hablamos de drogas ilegales, es una de las más adictivas, por detrás de la heroína y la metanfetamina». Provoca una «liberación de dopamina y otros neurotransmisores de forma masiva» que va modificando los circuitos responsables de la gratificación y el placer. Es decir, reduce la capacidad de los consumidores de experimentarlo de forma natural. Como por ejemplo, a través del sexo o la comida. Por tanto, se recurre a ella cada vez más, como una especie de espiral en la que la persona necesita buscar esas emociones que va perdiendo.

La adicción es multifactorial y se expresa de forma diferente en cada individuo. Con todo, la psiquiatra menciona varios criterios que alertarían de que está presente. El primero, no ser capaz de no consumir ante una situación de riesgo, como coger el coche. Tampoco dejar de hacerlo si se presentan problemas físicos o mentales. «Y luego ya están los criterios fisiológicos, cuando hay síntomas de abstinencia o de tolerancia a la sustancia», expresa. Recalca que es una enfermedad crónica y que «uno nunca deja de ser adicto, en el sentido de que la vulnerabilidad para tener un comportamiento o una conducta adictiva va a estar siempre ahí».

María Pedreda

Mitos sobre la cocaína 

«La cocaína ayuda a desinhibirse y mejora la potencia sexual». En realidad, su consumo produce irritabilidad y agresividad, por lo que las relaciones sociales se acaban deteriorando. «También existe el mito de que las relaciones sexuales son más satisfactorias o que mejora la potencia sexual. Es mentira, está demostrado que el consumo prolongado provoca disfunción eréctil», comenta Fernández. 

«La cocaína mejora la concentración». La cocaína tiene un efecto estimulante pasajero (dura entre 30 y 60 minutos) tras el cual se produce un bajón intenso que provoca cansancio, decaimiento e incluso depresión. «Es un estimulante y todos activan el sistema de vigilia y la frecuencia cardíaca. Pero esto no quiere decir que sea una buena forma de concentrarse. Es más, provoca cambios emocionales y hay quien se pone muy alterado. Y a largo plazo, la capacidad de atención y de memoria va a disminuir», sostiene Miquel.

«Yo controlo». Una frase frecuente ante el consumo de una sustancia adictiva. Es una de las drogas con mayor capacidad de generar adicción como se demuestra en el creciente número de personas que acuden a urgencias o a tratamiento por problemas relacionados con su consumo. En el 2021, de las 6.209 urgencias hospitalarias que se produjeron en nuestro país por consumo de drogas, un 40,3 % estaban relacionadas con la cocaína (tan solo superadas por las producidas por el cannabis con un 44,5 % y el alcohol con un 41,4 %).

«Cuando se da un ictus en personas jóvenes y no encontramos una etiología clara, solemos sospechar que ha existido consumo de cocaína. En un tercio o en un cuarto de los pacientes, suele confirmarse. Y puede que sea una situación infradiagnosticada, bien porque no se hace de rutina un análisis de orina o que, cuando se realiza, es de forma tardía», menciona Portilla, neurólogo. 

Por su parte, Rodríguez, añade: «Los infartos de miocardio que se dan a consecuencia del consumo de cocaína no solo los sufren los jóvenes. Hay quien empieza a edades tempranas pero sigue con el hábito hasta mayores, porque es una droga que engancha mucho».


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