La Voz de la Salud

Relaciones en la era de las apps: «Quien hace 'ghosting' tiene un trastorno de personalidad o problemas de autoestima muy graves»

Salud mental

Laura Miyara LA VOZ DE LA SALUD
El «ghosting» es una práctica habitual que consiste en cortar toda comunicación con alguien sin darle explicaciones y sin una motivación aparente.

Las redes sociales han creado un entorno en el que conocer a personas es más fácil que nunca, pero también enmascaran nuestra verdadera personalidad e intenciones

17 Aug 2022. Actualizado a las 18:30 h.

Imagina que conoces a alguien con quien te llevas maravillosamente y eres capaz de mantener conversaciones durante horas sin que se vuelva forzado o aburrido. Cuando estás con esa persona, te sientes increíble. Hay una clara conexión. Y de repente, un día, sin venir a cuento de nada, deja de contestarte cuando le escribes. A pesar de tu insistencia, no obtienes una explicación. Es como si se la hubiese tragado la tierra. ¿Te suena familiar? Este escenario es tan frecuente en la actualidad que incluso ha llegado a tener su propio nombre: el llamado «ghosting» (que, traducido del inglés, sería algo parecido a hacerse fantasma) es la práctica de cesar toda comunicación y contacto con una pareja sin advertencia previa y sin justificación aparente, ignorando todo intento de acercamiento por parte de la otra persona.

Por mucho que el ghosting se viva como una tragedia desde el punto de vista de la persona ignorada, lo cierto es que está lejos de ser la única práctica tóxica que podemos experimentar en las relaciones amorosas. Conductas con nombres como «hoovering», «orbiting», «gaslighting» o «breadcrumbing» forman parte de la experiencia que día a día viven muchas personas en sus relaciones. Y tal vez esto siempre haya ocurrido, solo que ahora, con las redes sociales y las apps de mensajería, el contacto con nuestros seres queridos es constante y esto pone de relieve los problemas que surgen en la comunicación con ellos. Y, gracias al foco que las nuevas generaciones han puesto sobre la responsabilidad afectiva, los comportamientos manipuladores o controladores en la pareja dejan de verse como algo normal.

Glosario de las prácticas afectivas irresponsables en la era de las redes sociales

El daño que hacen estas prácticas

Aunque podamos pensar que dejar de hablarle a alguien a quien quizás conocimos por internet y no hemos visto nunca en carne y hueso no es para tanto, la realidad es que sufrir esta experiencia puede ser algo sumamente doloroso. «Cuando vives en tus carnes el ghosting o el orbiting, la sensación habitual es la de no ser suficiente, que algo falla en ti y que debe de ser grave cuando la otra persona decide desaparecer sin decir nada», explica la psicóloga Marta Martínez Novoa en su libro Que sea amor del bueno (Zenith).

¿Qué lleva a una persona a tener estas conductas?

«En algunos casos el motivo es una falta de autoestima: sentirse inseguro y tener miedo a perder a la otra persona. Hay una sensación que lleva a uno a sentirse más seguro si tiene al otro controlado y le manipula para que se comporte o tome las decisiones que le den más tranquilidad, olvidando que tal vez esto no tiene nada que ver con lo que desea el otro», señala la psicóloga Silvia Congost, especialista en dependencia emocional, autoestima y relaciones tóxicas.

«En otros casos, esto ocurre como una forma de maltrato psicológico muy común. Perfiles narcisistas o simplemente personas que han aprendido a funcionar así. Sin ser conscientes de los daños que provocan, causan heridas muy profundas en quien tienen al lado. Puede que sean personas que de pequeños crecieron en entornos en los que vieron este tipo de conductas por parte de sus progenitores y las copiaron, aprendieron e incorporaron sin darse cuenta», explica Congost.

«Quienes hacen ghosting a otros sin duda son personas con un trastorno de personalidad o con problemas de autoestima muy graves. Es decir, si tienen un trastorno, lo hacen sin tener la más mínima consciencia del daño que provocan, son incapaces de empatizar con el dolor que causan al actuar así. Es como si cualquier consecuencia fuera ajena a ellos, ni sufren ni padecen y se creen con el derecho de tratar así a los demás por sentirse superiores y en una clara posición de ventaja», detalla Congost. En cuanto a la autoestima, puede incidir en nuestras relaciones haciendo que no nos sintamos capaces de afrontar la situación de mirar a la otra persona a los ojos y decirle que ya no queremos seguir allí. «Hay que ser valiente para hacer eso, y no todo el mundo lo es», señala Congost.

El panorama se compica aún más debido a las redes sociales. «Igual que el uso de las redes permite un acceso más sencillo a otras personas, la experiencia vincular queda muy limitada precisamente por haber usado este recurso en un principio», observa Martínez Novoa. Esto se debe a que, como explica en su libro, todo lo que vemos en redes está fuera de contexto. «Este es un elemento clave de las redes sociales», escribe Novoa, «nos crean una identidad nueva, más accesible al ojo del otro, pero tal vez más alejada de la complejidad real que entraña la personalidad humana». Es decir: en las redes, enseñamos nuestra mejor versión, que no coincide de manera perfecta con nuestra personalidad real, pero olvidamos que las demás personas también están haciendo lo mismo.

Personalidades narcisistas

Todas las prácticas enumeradas aquí, desde el ghosting hasta la manipulación emocional, son signos de que estamos lidiando con una personalidad narcisista. Así lo explica Silvia Congost: «En ocasiones o en alguna etapa de la relación parece que estamos de maravilla, nos trata bien, nos cuida y nos regala los oídos continuamente, pero luego hace un cambio y nos maltrata con comentarios despectivos, nos menosprecia, nos ridiculiza, nos controla, nos prohíbe cosas, hace que nos sintamos cada vez más inseguros y nos va alejando de nuestra familia y nuestra gente. Y puede que de puertas hacia fuera, todo el mundo lo vea como una persona maravillosa».

Es importante señalar que este tipo de personas no van a cambiar: aquella versión de sí mismas que pueden habernos enseñado al principio de la relación no va a volver, porque era desde el inicio un espejismo. Entender esto es clave, explica Congost, porque lo que suele ocurrir es que muchas personas siguen en relaciones con alguien que en realidad no las hace felices, a la espera de que la persona cambie. Esto es frecuente cuando se ha desarrollado una dependencia emocional hacia la pareja. 

«La dependencia emocional es la incapacidad de cortar una relación en aquellos casos en los que es muy importante y necesario que lo hagamos: cuando ya no hay amor, cuando por estar al lado de la otra persona nos estamos perdiendo a nosotros mismos o cuando hay maltrato psicológico o físico. Sentimos que no somos capaces de vivir sin esa persona, es como una droga, una adicción, sabes que eso no te conviene y que te daña, pero no puedes dejar de consumir ni alejarte. Para salir de la dependencia, uno debe tener muy claro que quiere cortarla y por qué. Luego vendrá el proceso de reconstruir la autoestima. Puede que nunca la hayamos tenido bien o puede que se haya destruido a causa de esa relación», dice Congost.


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