La Voz de la Salud

Marina Díaz Marsá, psiquiatra: «Uno de los principales problemas para los adolescentes es que no hay familia, no hacen nada juntos»

Salud mental

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Marina Díaz Marsá es la Presidenta de la Sociedad de Psiquiatría de Madrid y Jefa de la Unidad de los Trastornos de la Conducta Alimentaria del Hospital Clínico San Carlos.

Depresión, ansiedad, autolesiones y trastornos de la conducta alimentaria son algunos de los problemas más frecuentes entre los jóvenes

24 Aug 2022. Actualizado a las 18:19 h.

Marina Díaz Marsá es la Presidenta de la Sociedad de Psiquiatría de Madrid y Jefa de la Unidad de los Trastornos de la Conducta Alimentaria del Hospital Clínico San Carlos. Además, forma parte del Proyecto Survive, un ensayo de cohorte que se está realizando en toda España con una muestra de 2.000 pacientes. ¿El objetivo? Desarrollar estrategias de intervención preventivas para pacientes con ideación suicida.

Una parte fundamental de su trabajo es atender y estar en contacto con jóvenes y adolescentes, que son uno de los grupos en los que más han crecido los intentos de suicidio a raíz de la pandemia. A través de este contacto con ellos, la psiquiatra ha desarrollado una comprensión profunda de lo que para muchos padres y adultos es un código difícil de descifrar: las necesidades y las problemáticas de los adolescentes. Hoy, Díaz revela las claves para intervenir eficazmente y apoyarlos en el sostén de su salud mental.

—¿En qué consiste el proyecto Survive?

—Es un estudio que está liderado por diferentes investigadores en diferentes centros de toda España. Es un estudio de cohorte y la idea es reclutar unas 2.000 personas que hayan realizado un intento de suicidio en nuestro país, realizar un seguimiento de 12 meses para evaluar la incidencia de nuevos intentos e identificar qué factores de riesgo pueden llevar a una persona a hacer un nuevo intento. En ese contexto, en estas 2.000 personas, se va a estudiar la eficacia de diferentes programas de intervención preventivos que se añadirán al tratamiento habitual. En concreto, un programa de seguimiento telefónico que está dirigido a adultos y supone la realización sistemática de llamadas telefónicas que buscan determinar el riesgo actual de suicidio del paciente y promover conductas saludables que eviten eso. Luego, hay un programa desarrollado por la Unión Europea contra la Depresión y el Hospital del Mar. Es una herramienta online con material psicoeducativo basado en el entrenamiento de habilidades, desarrollado para adultos con patología depresiva que tienen conducta suicida. Y el tercer tratamiento preventivo que se plantea es el Self Awareness Of Mental Health, el Samh, que es un programa que está especialmente diseñado para adolescentes entre 12 y 18 años y que incluye contenido psicoeducativo sobre qué es la depresión, sobre factores de riesgo y factores protectores frente a la conducta suicida, y también dirigido a entrenar habilidades de manejo del estrés y del comportamiento suicida en adolescentes.

—¿Ha aumentado la incidencia de los intentos de suicidio en adolescentes?

—El suicidio es la primera causa de muerte no natural en España, y un total de casi 4.000 personas se suicidaron en el año 2020 en el país. El suicidio en adolescentes siempre ha existido, pero después del confinamiento se han incrementado de forma muy reseñable. Además, como otro ejemplo, la fundación ANAR, que es una fundación de ayuda a adolescentes, obtuvo más peticiones de ayuda en este período. La tercera parte de las consultas fueron por problemas de salud mental y llegaron a atender a 4.500 menores de edad por ideación suicida. En las Urgencias de los hospitales a partir del confinamiento vemos esta realidad. Cada vez hay más ideación suicida en adolescentes por depresión, por ansiedad, esto asociado muchas veces a autolesiones en estos contextos y también en el de los trastornos de conducta alimentaria.

—¿Una persona que intenta suicidarse es más probable que recaiga?

—El riesgo de recaída existe, está ahí. Por eso queremos estudiar los factores de riesgo asociados a la recaída. Efectivamente, la persona que ha tenido un intento de suicidio tiene más riesgo de tener otro. Por eso es tan importante la intervención precoz ante una primera conducta suicida y de estos programas de prevención dirigidos a evitar una segunda conducta suicida. En España existen códigos en cada comunidad autónoma que hacen que si un paciente ha tenido un intento suicida se priorice su cita. La atención a estas personas va a ser lo antes posible.Yo creo que con un buen programa preventivo, con una mayor dotación de profesionales que podamos hacer una intervención en estos casos, las tasas de suicidio se pueden disminuir de forma considerable. Es algo donde se puede trabajar. Hay optimismo, lo que necesitamos son recursos para atender a estos pacientes lo antes posible. Pero ciertamente se puede incidir en la disminución del riesgo suicida.

—¿Por qué hay más intentos de suicidio en chicas?

—Los intentos de suicidio son más frecuentes en mujeres, tanto en adolescentes como en adultos, pero los suicidios consumados son más frecuentes en hombres, entonces, en adolescentes se sigue esta misma línea que ya existe en adultos. Los intentos de suicidio son más frecuentes en las mujeres adolescentes mientras que los varones a lo mejor tienen más frecuentemente consumo de sustancias o trastornos de heteroagresividad. Probablemente sea porque la mujer tiene más riesgo de depresión y de trastornos de la conducta alimentaria. Esos trastornos han aumentado a raíz del confinamiento y se asocian a un mayor riesgo de conducta suicida. Y son efectivamente las mujeres adolescentes las que más realizan estos intentos y, en ese contexto, las más afectadas por la pandemia.

—¿De qué manera les ha afectado concretamente la pandemia a estas personas?

—Lo que ocurre es que estamos ante una situación de incertidumbre, de mal manejo del estrés, ante una situación de mayor exposición a las redes sociales, pérdida de rutina en los adolescentes y pérdida de vínculos con sus pares. La adolescencia es un momento en que la relación con los pares, es decir, con otros adolescentes, es muy importante. Todo eso, con el confinamiento, se perdió. Además, la sensación de incertidumbre socioeconómica en las familias también la perciben los adolescentes y yo creo que existe también un tema de convivencia familiar. En aquellos casos en los que la convivencia era mala, se hizo peor. Y también se ha puesto de manifiesto la necesidad de crear más familia, porque los padres y los hijos pasan poco tiempo juntos y el confinamiento sí que fue una oportunidad para eso, pero es que muchos no se conocían tanto previamente. Entonces, de repente se encontraron con unos padres a los que no conocían, en una situación de conflictividad, sin el apoyo de sus pares, ante una incertidumbre y con una mayor exposición a las redes sociales. Y eso es lo que ha contribuido a que los adolescentes tengan más trastornos de ansiedad, más trastornos depresivos, más TCA.

—¿Cómo se abordan esos casos?

—Lo que hacemos la mayor parte de las veces es un tratamiento combinado. Psicoterapéutico y psicofarmacológico. En función del trastorno se preferirá un tratamiento individual, grupal, o una combinación de ambas terapias. Y en función de si la psicoterapia ha ido bien o mal se añadirá algún tipo de fármaco y también en función de la gravedad del trastorno que estemos tratando. Pero en términos globales, el tratamiento casi siempre es mixto.

—¿Qué otras cosas ayudan a estos jóvenes, además de las terapias?

—Primero, que lo comuniquen. El que uno pueda hablar sin miedo de lo que le pasa, que la familia y sus personas cercanas le acompañen. Que le acompañen no significa decirle lo que tiene que hacer, sino que estén ahí para poder ser receptivos en caso de que el adolescente quiera expresar algo. También puede ayudar que la población general entienda que los trastornos mentales son una cosa frecuente. Que una de cada cuatro personas padecerá un trastorno mental. Por lo tanto, no hay que estigmatizar a las personas que los tienen. La no estigmatización, el acompañamiento, el entender que nos puede pasar a cualquiera de nosotros y, sobre todo, la esperanza de que hay tratamientos eficaces y que tener un trastorno mental en un momento de la vida no quiere decir que lo vayas a tener para siempre son cosas que ayudan a la persona a poder superarlo de forma más satisfactoria.

 

—Mencionas la influencia de la exposición a redes sociales en estos problemas. ¿Se recomienda que estos pacientes las abandonen?

—Cada caso es un mundo. Pero, en general, en los adolescentes, la excesiva exposición a las redes sociales suele ser contraproducente. Se comparan mucho, porque además, su capacidad de control, su lóbulo frontal, todavía no está desarrollado y tienen más riesgo de adicción. Además, empeoran el sueño y muchas veces producen ansiedad. Por lo tanto, sobre todo en pacientes que han tenido una conducta suicida, hacer una exposición limitada a las redes tendría sentido.

—¿Hay mucho autodiagnóstico entre la población joven?

—Probablemente. Pero yo creo más que hay gente infradiagnosticada. Es verdad que un día puedes estar nervioso, un día puedes estar triste, puede apetecerte menos comer, pero eso no es un trastorno. Un trastorno es la sintomatología persistente en el tiempo que además altera la funcionalidad del individuo. Impide que el individuo haga una vida normal. Pero la tristeza, la ansiedad, el malestar, son emociones que forman parte de la vida. Solo cuando esas emociones negativas se intensifican en el tiempo, se hacen duraderas e interrumpen la biografía del sujeto o hacen que no pueda realizar su vida de forma normal es una patología mental. Pero no hay que pensar que vivir implica tener siempre emociones positivas. La vida implica tener emociones positivas y negativas y de la complementariedad de ambas se trata la vida. Es importante dar este mensaje: la tristeza y el estrés existen. Con lo cual, el autodiagnóstico quizás no tenga mucho sentido. Si alguien piensa que puede tener un trastorno mental o que sufre de ansiedad, anorexia o bulimia, lo más sensato es que consulten a un profesional de la salud mental, un psiquiatra o un psicólogo que les ayude a identificar qué patología tienen si la tienen y cuál es el mejor abordaje.

—Dices que el rol de la familia es crucial. ¿Se incorpora a la terapia?

—En adolescentes, la terapia familiar es fundamental, porque los adolescentes viven en la familia la mayoría de las veces. A veces existen dinámicas en la familia que, de forma sutil, pueden aumentar o precipitar la patología de los adolescentes. Y los padres tienen que conocer cómo actuar ante estas situaciones. Muchas veces, hace falta hacer crítica y cambiar ciertas conductas familiares que a lo mejor al adolescente no le vienen bien. Por lo tanto, cuando hablamos de patología del adolescente, la intervención familiar es clave. Es imprescindible y es muy necesaria.

—¿Qué cosas hacen las familias con buena intención pero con resultados perjudiciales?

—Hablaba de acompañar justamente por eso. Acompañar es estar, controlar es otra cosa. Hablo de acompañar y no de controlar o de vigilar. Al final, el adolescente tiene que desarrollar su propia motivación para el cambio, su propio deseo de hacer otra cosa con su malestar y esa tiene que ser una iniciativa personal que no la puede suplantar la familia. A veces los padres, por querer que esa situación remita lo antes posible, al depresivo intentan empujarlo a que haga muchas cosas, cuando no puede hacer muchas cosas. Eso es perjudicial, porque el depresivo no puede hacerlo, por lo tanto, que tú le digas que haga cosas le está minando más la autoestima. En el caso de los TCA el agobiarles con comida, hacer hincapié en que coman, puede ser contraproducente. Porque al final tiene que ser el adolescente el que decida hacer otra cosa con su malestar. Son adolescentes que sufren y les tenemos que acompañar, pero ellos tienen que aprender a manejar su malestar y su sintomatología de otra manera y a afrontar las situaciones de estrés de otra manera que no produzca patologías psicológicas.

—¿Qué necesitan los jóvenes de sus padres?

—Que estén con ellos. Que les den menos consejos, les escuchen más, y que estén. Uno de los principales problemas de muchos adolescentes que vienen a consulta es que, cuando tú empiezas a ver cómo es su vida, te das cuenta de que no hay familia. No comen juntos, no cenan juntos, los fines de semana no hacen cosas juntos. Entonces, para mí, una de las principales cosas es darles el mensaje de que es muy importante la familia y que la familia implica estar con ellos, escucharles, comprenderles, no juzgarles y acompañarles. Implica presencia, la presencia es familia.

 


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