La Voz de la Salud

El experimento: ¿cuántas personas caminan por la calle mirando a su móvil?

Salud mental

Lois Balado
Imagen de una persona hablando por el móvil en la calle.

Colocamos una cámara en la calle para observar, en un plano secuencia, qué número de transeúntes van pendientes de su terminal

20 Aug 2023. Actualizado a las 21:30 h.

¿Han probado alguna vez a hacer el ejercicio de contar cuántas de las personas con las que se cruzan por la calle van utilizando sus teléfonos móviles? Si no lo han hecho, les aconsejamos probarlo. Elijan una calle, preferiblemente transitada de su ciudad o pueblo, y pónganse a contar. Los resultados les sorprenderán. 

Tal vez ya no recuerden, sobre todo si es que no son lo suficientemente mayores para haberlo vivido, cómo eran nuestros paseos por la calle antes de que los smartphones llegasen a nuestra vida. No es necesario irse demasiado atrás en el tiempo, pero retrocederemos casi un siglo. Quizás con el vídeo que se muestra a continuación el contraste se haga más evidente. En este documento se muestran unas imágenes remasterizadas de las calles de Nueva York en los años treinta del siglo XX. Década en la que, como es lógico, no van a ver a ningún viandante con un teléfono móvil —lo que sí verán es mucha gente con un periódico bajo el brazo—.

Hoy en día, la escena es radicalmente distinta. Lo cierto es que el móvil nos ha cambiado. A nivel comportamental por supuesto, pero algunos genetistas aventuran incluso que su uso continuado nos podría cambiar físicamente. «Quién sabe. Hoy en día, de tanto utilizar el dedo para lo digital, puede ser que llegue un momento en el que tengamos ese primer dedo más hipertrofiado. He llegado a pensar que, determinadas cosas que hacemos, como estar con el cuello siempre bajo mirando el móvil, pueden suponer cambios de cara al futuro. Tal vez tengamos otra curvatura cervical que irá modelándose en la especie. Las especies se van adaptando y aquellas estructuras más utilizadas van a tener una evolución diferente a las que no se utilizan», planteaba en su día Encarna Guillén, presidenta de la Asociación Española de Genética Humana (AEGH).

En cualquier caso, nuestro futuro genético es una frontera demasiado lejana como para centrar el foco sobre esto. Otro tipo de secuelas físicas como el insomnio, la obesidad, el insomnio, los problemas gástricos, el dolor cervical o la miopía ya se relacionan directamente con el uso del móvil. Pero más allá de todo esto, cada día caminan por calles y avenidas ejércitos de personas ajenas a la realidad; aquella que está fuera de sus pantallas.

El experimento: dos minutos de muestra

El documento que ha continuación se muestra no es (ni pretende) ser un estudio serio de nada. Simplemente se trata de una muestra aleatoria de una calle del centro de una ciudad gallega, un plano secuencia de dos minutos de gente yendo y viniendo. La metodología, si es que se le puede llamar así, fue de lo más básica. Por un lado, colocamos una cámara en un lugar elevado —en este caso un banco, con el trípode lo más alto posible— y le dimos al botón de grabar. Posteriormente, en la edición, cogimos un fragmento más o menos aleatorio de dos minutos para ver cuánta gente usaba o llevaba su móvil en la mano. Decimos más o menos aleatorio porque se descartaron algunas partes de la grabación en las que la calle estaba vacía, alguien se percataba de la cámara o el objetivo se desenfocaba. Este fue el resultado.

En total, contabilizamos a veintitrés personas que estaban haciendo, de una u otra manera, uso de sus dispositivos en medio de la escena. Se trata de un porcentaje relativamente alto, sobre todo teniendo en cuenta las limitaciones del experimento y de la cámara, que no permitían observar con detalle a los transeúntes que recorrían las zonas más alejadas del aparato. Algunos de los que sí podemos observar con detalle, como se puede comprobar, permanecen los dos minutos íntegros pendientes de sus pantallas sin levantar la cabeza ni por un momento.

Este experimento tenía una segunda parte. Buscábamos personas que llevaban su teléfono móvil en la mano para interceptarlos y realizarles una pregunta básica: ¿por qué lo llevaban? Las respuestas fueron de todo tipo: a algunos les acababan de llamar, otros eran turistas que trataban de localizar su coche, otros buscaban un establecimiento y alguno lo llevaba porque se disponía a escuchar música. Sin embargo, la respuesta más repetida fue que se debía a un tic, una manía o, simplemente, no lograban dar una razón en concreto.

A continuación, se les preguntaba a todos ellos por una estimación del tiempode uso acumulado que creían que habían sumado en la última semana —una opción presente en todos los teléfonos actuales—. La respuesta más habitual (lo que en estadística se conoce como moda, pero que no puede aplicarse aquí porque este es un experimento de andar por casa) fue de «tres horas». Esa era la percepción, pero una vez consultaban los datos se comprobaba que nada tenía que ver con la realidad. Algunas de las personas que aseguraban que su uso del móvil era de «no mucho tiempo», mostraban gráficas de uso que, en el mejor de los casos, superaban en 40 minutos su estimación inicial; los que tenían peor autopercepción de uso llegaron a desfases de casi siete horas entre lo que creían y lo que realmente era. 

El tiempo nos vuela mientras permanecemos sumidos en nuestras pantallas. Si bien, técnicamente, las pantallas no están reconocidas como una adicción, palabra que generalmente asociamos a sustancias, sí caminan hacia un escenario similar. «Estamos empezando a ver trastornos adictivos sin sustancia, conductuales. A día de hoy, el juego ya está reconocido como una adicción. Con las pantallas vamos viendo que, seguramente, en los próximos años, será reconocida como tal», pronosticaba Mercè Balcells, coordinadora de la Unidad de Conductas Adictivas del Hospital Clínic de Barcelona en este reportaje para La Voz de la Salud. Los expertos en adicciones utilizan como predictor para ver el estado de una persona cómo se encuentra ese individuo cuando no está al alcance de la sustancia o la conducta que genera la adicción. En base a esto, formulamos una tercera pregunta: ¿eres capaz de estar sin el móvil? En esta respuesta hubo un claro sesgo de edad: los más mayores afirmaban poder desenvolverse sin problemas; los más jóvenes, decían que les resultaría muy difícil o imposible. Es más, algunos afirmaban que lo necesitaban para «poder dormir», algo desaconsejado por todas las guías de salud mental. 

En cualquier caso, y repetimos una vez más, si bien este experimento no representa una estadística fiable de nada, es igual de obvio que el aumento de personas que caminan por las calles ajenos al resto de personas es una realidad palpable. ¿Es preocupante? Bueno, lo que sí sabemos que es que el mayor predictor de felicidad según el mayor estudio hecho en la historia de la materia por Harvard son las relaciones sociales; del mismo modo, Devi Uranga, directora del servicio de atención en adicciones tecnológicas de la Comunidad de Madrid, alerta: «Creo que las generaciones futuras van a tener una gran carencia de hacer vida en la calle, algo que que nosotros hemos conocido. Y eso se va a perder. Yo he tenido el privilegio de haber vivido las dos cosas —ella es millennial—, por eso creo que somos una de las generaciones más completas en ese sentido. Pero que las futuras generaciones no vayan a tener relaciones tan profundas creo que es una triste noticia. Se va perdiendo ya más de la cuenta, porque los verdaderos recursos y lo que nos hace crecer de verdad está en la vida real. Nunca, nunca, nunca lo virtual nos va a dar tanto como lo real». Sin duda, una llamada a la reflexión. Podemos pensar en ello mientras vamos por la calle en vez de mirar el móvil, por ejemplo.


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